Cap. 6 - La estrella de las cuatro puntas (4)

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Desde que el día anterior Tamara le dijo a Lucas que su madre está en Santiago, él no puede sacarse de la cabeza las ganas de ir a verla. Quizá por simple curiosidad de saber en qué condiciones está la mujer o porque, realmente, en algún lugar de sus entrañas, todavía la quiere. Es su madre.

Ahora, parado frente a ella, puede comprobar que Carmen es una desconocida para él. Nada de su aspecto tiene relación con lo que recordaba. Hace muchos años que no la ha visto y puede notar que está distinta. Su cara demacrada y sus manos arrugadas no parecen ser de una mujer todavía joven.

—Qué bueno que viniste, hijo –dice Carmen, sonriendo—. Ya había perdido las esperanzas de volver a verte.

—Tamara me dijo dónde estabas y sobre tus intenciones de verme –responde Lucas, tímido—. ¿Se puede saber para qué?

Carmen quiere llevar la conversación con calma. Para ella tampoco es fácil presentarse ante su hijo de un día para otro a pedirle perdón. Pero sabe que no tendrá muchas oportunidades en la vida para hacerlo.

—Para que me perdones.
Lucas ríe, no puede creer que esté ahí perdiendo el tiempo. —No te preocupes, yo ya te perdoné. ¿Alguna otra cosa o me puedo ir?

—Por favor, Lucas, no seas así conmigo. Necesito explicarte cómo sucedieron las hechos en el pasado –dice la mujer, poniéndose de pie.

—¡Qué tanto tienes que explicar! –Exclama el muchacho—. Si digas lo que digas, no podrás sacar de mí el haber crecido sin una imagen materna. No sabes lo difícil que se me ha hecho confiar en las mujeres.

—Hijo mío, si me oculté por tanto tiempo es porque mi vida corría peligro por errores que cometí en el pasado. Pero debes saber que estando encerrada en este lugar, he pagado más caro de lo que me hubiese gustado.

Lucas no entiende a qué quiere llegar su madre con esas palabras y con esta conversación.

—Tengo otras cosas que hacer, así que si vas a decir algo importante, dilo rápido.

—Las cosas no son tan simples como me gustaría.

—Pues bien. No me gustan los rodeos, así que mejor me voy. No me interesa quedarme a escuchar intrigas y misterios relacionados con tu vida. Si no te has dado cuenta, yo formé mi propia vida y la estoy viviendo de lo más bien sin ti.

El joven da la media vuelta para irse, siendo detenido por Carmen.

—¡No, espera! Yo te explicaré todo –dice la mujer, haciendo que Lucas gire su cuerpo para mirarla.

Lucas piensa un instante. Más vale escuchar lo que esa mujer tenga que decir, antes de quedarse con la duda toda la vida.

—Te escucho, pero sé breve, tengo poco tiempo.
Se producen unos segundos de silenciosas y nerviosas miradas. —Hace once años atrás, cuando tú todavía eras un adolescente yo busqué a tu padre y lo encontré enamorado de una de sus Ases. Benjamín conquistó a una de ellas, Alejandra, la colorina.

—¿Vas a culpar a mi papá por abandonarme? Discúlpame que te diga, pero tú te fuiste mucho antes de eso.

—No Lucas, no me estoy justificando, por favor, escúchame.

—Poco tiempo después, me enteré de que ella estaba embarazada de tu padre y yo no podía quedarme de brazos cruzados. Fue ahí cuando hice negocios con Álvaro Capote. Pero todo salió mal porque él me traicionó.

—¿Por qué te traicionó?

—Álvaro comenzó a hacer negocios con tu padre y lo hizo caer en una gran trampa. Él no siguió lo que teníamos planeado. Yo quería volver con Benjamín para recuperar nuestra relación y así, poder estar contigo nuevamente.

—No estoy entendiendo, cómo yo nunca me enteré.

—Porque me escondí. En ese tiempo, me hice amiga de Alejandra y la convencí de que tener ese hijo no era lo mejor. La ayudé a pasar su embarazo y, una vez que lo tuvo, yo me deshice de él.

—¿Qué tiene que ver todo esto con que estés oculta en esta especie de asilo de ancianos?

—Lucas, yo soy la responsable de que tu padre haya estado preso. Cuando Álvaro mató a Alejandra, era a mí a quien quería destruir. Por eso me tuve que ocultar.

El rostro del joven se desfigura. Realmente no sabe si creerle a su madre. Algo está mal en todo este asunto, partiendo por su repentina aparición. Sin pensar muy bien en su actuar, el joven sale del lugar, muy nervioso, dejando sola a la mujer.

—Siempre es más fácil mentir cuando se utiliza parte de la verdad. Muy pronto caerás Lucas. Te necesito de mi lado para destruir a tu papito –dice la mujer, sonriendo maliciosamente—. ¡Larga vida a Carmen San Marcos! 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora