Cap. 3 - As de trébol (2)

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En el departamento de Benjamín, sentadas sobre el sillón, Elisa sostiene en brazos al Tila. A su lado, Amalia intenta sacarse el disfraz de flor que debió usar esa noche, mientras que Tamara, con una bolsa de hielo en la cabeza, trata de bajar el enorme chichón que le dejó Cecilia cuando le golpeó con la pistola.

Sentado en el suelo, Benjamín pareciera estar ausente de la reunión. Mientras las Ases hablan, él no deja de pensar en la verdadera traición de Cecilia. Lucas siempre tuvo razón y él no lo quiso ver. Qué clase de líder está siendo que no es capaz de prever los peligros. Benjamín sabe que debe dejar de pensar con el corazón y comenzar a pensar con la cabeza.

—Mal nacida, me las pagará antes de lo que espera –dice el As morena, pegándole al piso con fuerza con uno de sus bototos.

—Iba todo tan bien –agrega Amalia—. Espero que no piensen que todo esto pasó por mi culpa. O sea, yeta no soy. Creo.

—Nadie ha pensado eso. Tu trabajo lo hiciste mejor de lo que esperaba. Si la única responsable aquí es Cecilia –agrega Tamara, airada—. Me acuerdo de su cara y me dan ganas de estrangularla. Pero esperen no más que me la encuentre, porque le voy a dejar los bototos marcados en el trasero.

—Que delicada eres tú, ¿ah? –Le dice irónicamente Amalia a la morena, entre risas.

Elisa y el Tila se miran y sonríen ante el comentario de Amalia. Mientras Tamara mira a su compañera de labores con cara de poco amiga, para luego sonreír.

—Y eso que recién me comienzas a conocer.

—Por eso, creo que es mejor que seamos amigas –responde la colorina, siguiendo con el juego—. Claramente, no me gustaría tener problemas contigo.

—Tranquila, no los tendrás –dice Tamara—. Siempre y cuando no te comportes como una desgraciada como Cecilia. Es la traición lo que no aguanto.

La mujer mira a Benjamín, quien parece no reaccionar. Un tenso silencio se produce en el ambiente. Las chicas y el Tila esperan que el líder de la banda diga unas palabras. Que imponga tranquilidad y esperanza luego de los recientes hechos lamentables. Pero nada de eso ocurre y es improbable que suceda, pues Benjamín es el más confundido y perdido de todos. No logra encontrar un sentido al actuar de Cecilia, no quiere creerlo, no quiere aceptarlo.

Nadie pronuncia palabra por largos minutos, hasta que Elisa rompe el hielo.

—No puedo creer que hayamos estado a punto de salir del lugar con el diamante en nuestro poder –dice mientras mira a un triste Benjamín sentado en el suelo—. ¿Cómo era?

El líder de las Ases se siente obligado a responder, pero las palabras no salen de su boca.

—Benjamín, querido, te estoy preguntando cómo era el diamante –insiste Elisa, esta vez, llamando la atención de su jefe. Con una clara intención de sacarlo del estado en el que se encuentra.

—Disculpa, es que no me puedo sacar de la cabeza que Cecilia no sea de los nuestros –dice el hombre, aceptado la verdad en voz alta. Sí, decirlo es más terrible que pensarlo—. Y más encima, todo por defender al italiano, a mi peor enemigo. No entiendo lo que está pasando. Si me preguntan en este momento, preferiría volver a la cárcel, donde claramente existe mayor lealtad.

Tamara mueve la cabeza al escuchar las palabras del líder. Siente gran ira en su interior, por lo que se acerca a él para hablarle.

—¿Estás hablando en serio? –dice la morena, molesta—. No puedo creer que las Ases tengamos un líder tan mal agradecido. Aquí hay tres mujeres que dimos lo mejor de nuestra parte para robar el diamante. La operación hubiese sido un éxito de no ser por la intercepción de Cecilia. Si hay una traidora que no sabe valorar el real sentido de la lealtad es esa tipeja, pero no nos metas a nosotras dentro de ese mismo saco, porque no lo merecemos. No vuelvas a repetir que quieres volver a la cárcel. Ni siquiera vuelvas a pensarlo, porque para la próxima vez, yo saldré por esa puerta y no volverás a verme nunca más en la vida. No voy a trabajar con un líder que no me valora.

Amalia siente que tomó una buena decisión al unirse a esta familia; Elisa se emociona con las palabras de su vieja compañera; Benjamín recuerda una vez más, por qué le gusta tanto trabajar con sus Ases. Tamara tiene razón, él no está solo.

En ese instante, Lucas entra al departamento, siendo visto por los presentes quienes esperan novedades.

—Acabo de ver a Cecilia –dice el joven sin preámbulos, ante la mirada atenta del resto.

—¿Y cómo está la señorita? –pregunta Tamara, irónica.

—Mejor que nosotros, claramente –responde Lucas—. Y lo peor es que tiene en su poder el diamante.

La banda de ladrones intenta asimilar esas palabras. Hasta ahora se habían enfocado en la confirmación de la traición de Cecilia, pero no le habían tomado el real peso a lo que significa haber fallado en la misión. Ellos no tienen el diamante, Cecilia sí.

Pensando lógicamente, Tamara se acerca a Lucas para hablarle en voz alta.

—¿Crees que se lo entregará a Álvaro?
El joven mueve la cabeza en negación.
—De llegar a hacerlo, tendría que explicar muchas otras cosas –razona—. Y, honestamente, no creo que quiera poner en peligro su matrimonio, no ahora que falta tan poco para convertirse en la mujer del italiano –termina de decir, irónico.

Benjamín se pone en pie. Suspira y con voz firme comienza a hablar.

—Siento mucho que me hayan tenido que ver en este estado de pesimismo, pero la verdad me cuesta asimilar la traición de una mujer a la que yo consideraba mi As. Pero creo que hay que seguir avanzando, esto no termina aquí. De hecho, mi venganza, nuestra venganza, está recién comenzando. Por ahora, no quiero que nos quedemos mirando las caras como imbéciles – dice el hombre—. Ahora nos iremos todos a dormir y mañana nos reuniremos para pensar de qué forma recuperaremos ese diamante. No nos daremos por vencidos tan fácilmente. No podemos. No lo hicimos en el pasado y no lo haremos ahora. Álvaro pagará por lo que nos hizo. Y Cecilia... ella se dará cuenta de lo pierde al estar en nuestra contra.

Esas son las palabras que las Ases necesitaban escuchar de parte de su líder. Por ahora, dormir. El sueño todo lo arregla. El descanso todo lo calma.

Entonces, Elisa recuerda que tiene un marido esperándola. Asustada, toma su celular para ver la hora. Es muy tarde, no sabe qué explicaciones le dará a Daniel cuando llegue a la casa. Con rapidez, toma a Amalia del brazo y se dirige a la puerta.

—Es tarde, Daniel debe estar furioso—le dice Elisa a Amalia, mientras se dirigen a la puerta.

—Mañana hablamos, que duerman bien –dice la colorina, antes de que Elisa cierre la puerta. 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora