Cap. 12 - Ex umbra in solem (1)

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"Amada mía,

Meses y meses sin tocar un miserable pedazo de tierra. ¡Qué más da! Así es la vida que elegí vivir. Y aunque me gustaría estar contigo en este momento, sé que corro más peligro en la patria que en la mar. Por lo menos aquí soy amo y señor de cuanta cosa se cruce frente a mis ojos.

Sí, veo tierra a lo lejos. Nos estamos acercando a ese paraíso de extrañas gentes donde vive el hombrecillo que te mencioné en una carta pasada. No sé cómo se llama, pero te puedo asegurar que él es un ser mágico. Sabe cosas que en la madre patria ni se imaginan y que a mí todavía me cuesta asimilar. ¿Sabes? Tengo la sensación de que tú serías feliz arriba de mi barco pirata y que te encantaría conocer a este hombrecito del que te hablo. Pero los dos sabemos que eso es imposible, tu familia no permitiría que te escaparas con un ladrón como yo. Porque eso soy, ¿cierto? Un ladrón.

No sé si mis palabras podrán ser leídas por ti algún día, pero escribirte me hace bajar las ansias de verte. Aunque sea ocultándonos como ratas en la oscuridad.

Mi soberana reina, la próxima vez que nos veamos pondré a sus pies las joyas más hermosas que humano pueda vislumbrar. Son tuyas.

Los cuatro diamantes son de mi Juana, mi bella."

El piloto de la avioneta vuela sobre las nubes, en completo silencio. En la parte trasera, Álvaro Capote está amarrado a su asiento completamente inconsciente, sin que haya tenido tiempo de asimilar la compañía que trae en esta expedición. A su lado, va sentada Cecilia quien no deja de mirar a Carmen y a Tamara, quienes llevan apoyado a Benjamín sobre sus hombros, en muy mal estado de salud producto de la bala disparada por el italiano horas antes.

—Tranquilo, todo saldrá bien –le dice Tamara a su jefe, quien no deja de quejarse por el dolor en su pierna—. Tienes que ser fuerte.

—Yo creo que deberíamos sacarle la bala –opina Cecilia.

—¡Cállate, nadie te ha pedido la opinión! –responde agresivamente la morena, sin que la rubia le quite los ojos de encima, hostigándola.

—Creo que tu amiga tiene razón.
—Ella no es mi amiga –corrige Tamara a Carmen, quien se da cuenta de su error.

—Bueno, Cecilia tiene razón. Creo que lo mejor es quitarle

la bala y curarle esa herida –dice la mujer que hasta hace un rato, quería ver muerto a Benjamín—. Aquí tiene que haber un botiquín de primeros auxilios.

Carmen busca con la mirada un botiquín.

—¡Señora, en el compartimento de la derecha hay uno! –dice el piloto, indicando una compuerta superior.

—Gracias –responde la mujer, acercándose al lugar indicado para sacar la caja de primeros auxilios—. Bien, la pregunta ahora es quién va a curarlo.

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora