Cap. 7 - Si vis pacem para bellum (7)

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7

Bajo la luz de la luna, el auto de Lucas se encuentra estacionado a metros de un gran galpón, lugar donde el Tila indicó que fueran.

Al interior del automóvil, Lucas, Benjamín, Elisa, Amalia y Tamara se encuentran listos para recuperar al menor.

—Amalia, rodea el lugar para saber si hay más gente –le ordena Lucas a la chica, quien se baja del auto inmediatamente.

—Cualquier cosa te llamo al celular, debes estar atento – responde la colorina, antes de cerrar la puerta del auto y comenzar a caminar, internándose en la oscuridad.

Tamara está muy nerviosa.
—¿Cuánto falta?
—En dos minutos Elisa entrará.
—Yo también quiero ir –insiste Tamara, quien aparte de querer recuperar a su hijo, quiere darle una buena paliza al italiano. 

—Creo que eso ya lo dejamos claro –responde Benjamín—. Tú estás muy nerviosa como para participar de esta operación. Entiende que lo mejor es mantener la cabeza fría.

—Tila es mi hijo, creo que tengo derecho a tratar de recuperarlo.

—Y yo soy su padre y no permitiré que pongas en riesgo su rescate –dice duramente Benjamín, dejando en completo silencio a la mujer.

—Es fácil decirlo para ti, si nunca has creado ningún lazo afectivo con él.

Un instante de incómodo silencio se produce en el lugar.

—No creo que sea bueno discutir eso en este momento – responde el líder de la banda—. Tú no te bajas del auto y punto final. No se habla más del tema.

"Qué difícil esta situación. No quiero herir a Tamara, por eso me estoy comportando como un idiota. Bien idiota diría yo."

La madre del niño se mantiene callada. En tanto, todos los presentes miran por las ventanas del auto esperando que algo suceda. Entonces, desde la oscuridad, aparece el Tila caminando lentamente.

—¡Mi hijo! –grita Tamara al verlo, intentando bajarse del auto, siendo detenida por Lucas.

—¡Elisa, anda a buscarlo! –le dice el líder a la mujer, quien obedece.

El As se baja del auto y corre hacia el niño, dándose cuenta que él no viene solo, sino que Cecilia está junto a él, apuntándole con una pistola directamente en la cabeza.

—¡¿Dónde están los diamantes?! –grita la rubia al viento. —¡Cecilia! –Grita Elisa, impactada—. ¡Tú! Cómo fuiste capaz. —¡Cállate! Esto es culpa de todos ustedes por no aceptarme dentro de las Ases nuevamente.

—¡Estás loca! –agrega Elisa, sacando su arma del pantalón y apuntando a la traidora, quien comienza a reír.

—¡Así que ahora usan armas! –Dice la rubia, tomando al Tila por la espalda y apuntando al niño en la cabeza con mayor rudeza—. ¡Quiero mis diamantes o lo mato!

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora