Cap. 3 - As de trébol (5)

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En compañía de Cecilia, Álvaro Capote está sentado cómodamente en uno de los salones de su mansión. Los novios no paran de besarse, luego de terminar de revisar el menú de postres que tendrán para la fiesta de matrimonio. Todo está listo y preparado para dar el evento del siglo. Las revistas exclusivas, tanto nacionales como internacionales estarán presente en el gran día, cubriendo los detalles del que promete ser un evento elegante y distinguido, lleno de gente linda. Por ahora, sólo falta que llegue el momento de dar el sí en el altar.

—No puedo creer que falte tan poco para que nos casemos. Te amo tanto mi amor –le dice Cecilia.

—Nuestro matrimonio será el evento del año. Te lo aseguro, querida.

Ella no puede más de alegría. En poco tiempo se casará con un multimillonario que le entregará todo lo que siempre ha soñado. Seguridad y riquezas de por vida. Todo gracias al acuerdo prenupcial que firmarán, en el que Álvaro se compromete a entregarle, en caso de separación o divorcio, una manutención millonaria avaluada en dólares, más otra enorme lista de beneficios. O sea, después del matrimonio, juntos o separados, Cecilia podrá mantener el nivel de vida que cree merecer.

"Mi vida de ladrona quedará atrás. Ahora tendré todo lo que desee, sentada en el trono de esta enorme mansión, mi mansión. No puedo más que alegrarme con este triunfo. Me siento tan orgullosa de mí".

Mientras se besan, sin previo aviso ni invitación, ven entrar al lugar a tres hombres extraños, armados. Espantados con la sorpresa, los dueños de casa se ponen de pie. No se lo esperaban.

—¡Buenos días señor Capote! –saluda uno de ellos, sin dejar de apuntar su pistola—. Por su cara veo que a mí me reconoce.

—¡Pero qué es todo esto! Por favor, bajen las armas –dice Álvaro con su delicada voz, asustado—. No es necesario que actúen de esta forma. Podemos negociar lo que quieran.

El hombre, quien al hablar deja ver un acento extranjero, se ve decidido en su actuar. Sin dar mayores introducciones va directo al grano.

—Quiero que terminemos de hacer el negocio que empezamos anoche –dice el hombre que parece ser el líder de los tres malhechores.

—¿Anoche? –pregunta extrañado el italiano, quien hasta el momento creía estar siendo asaltado.

—Sí, señor –responde el hombre—. Soy Adel Assem. Estuvimos

juntos en la fiesta del Hotel Arcadia. Si no lo recuerda, puede preguntarle a su mujer. Ella también estaba presente al momento en que estábamos finiquitando el negocio por el diamante.

Álvaro no entiende nada de lo que habla el árabe. Cecilia piensa un poco y supone que Benjamín y sus Ases se hicieron pasar por Capote y por ella.

"Malditos ladrones de cuarta. Les juro que si arruinan mi futuro se las verán conmigo".

Álvaro cambia inmediatamente su actitud al saber que está frente a uno de los hombres que poseen los diamantes que tanto quiere conseguir.

—Don Adel, es un gusto tenerlo en mi casa –dice Álvaro, acercándose al hombre para saludarlo de la mano—. Se hubiese presentado antes de venir con sus armas a asustarnos. Ahora, disculpe que lo contradiga, pero es imposible que usted, mi mujer y yo nos hayamos topado anoche. Alguien mal intencionado me drogó en la fiesta y no pude llegar a nuestra cita para concretar la entrega del diamante. De hecho, yo pensaba hoy mismo intentar contactarlo para explicarle lo ocurrido anoche.

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora