Cap. 10 - Con fe (5)

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5

En el silencioso lugar, las monjas que rezaban en la primera fila se comienzan a retirar rumbo al convento que se encuentra en la parte trasera de la catedral. Amalia las observa con nostalgia, sentada en una banca de la última fila, acompañada de Lucas.

—Y pensar que yo andaba con ellas hace poco tiempo atrás antes de ser un As.

—Yo pensé que no te gustaba ser monja, por todas las ironías que siempre dices sobre ellas.

—No, si eso es lo más latero del mundo –responde Amalia—. Pero me gustaba que tuvieran buena disposición para ayudar al resto de las personas. Eso sí lo comparto con ellas.

Lucas ríe, llamando la atención del As.

—¿Te estás burlando de mí? –pregunta la colorina—. ¿Dije algo chistoso?

—Para nada. Es que no puedo entender cómo una mujer tan buena como tú puede estar en un ambiente como el de nosotros. Eres la mujer más contradictoria que he conocido en mi vida.

—Yo tampoco lo entiendo, en realidad –responde Amalia, apoyando su cabeza en el hombro de Lucas, quien no sabe cómo reaccionar ante el espontaneo gesto de la chica—. A veces me gustaría dejar la vida que llevo. Ordenarme un poco y ser como cualquier persona normal. ¿Sabes? Me gustaría ser normal.

"Qué estoy haciendo. ¡Tengo mi cabeza en el hombro de Luquitas! Qué vergüenza más grande. ¿Se habrá dado cuenta? ¡Pajarona! Obvio que se dio cuenta. Si en este mismo momento debe estar pensando que le estoy coqueteando. Pero igual no me ha dicho que le molesta. Podría hacerme la tonta y dejar mi cabeza aquí por un rato más."

Mientras la chica piensa, Lucas cruza su brazo por la espalda de la colorina, abrazándola.

—Yo creo que si realmente quieres cambiar de vida, puedes hacerlo. Nadie te obliga a seguir en este mundo de ladrones. Nadie te obligará a nada. Tú debes buscar tu propio camino y ser feliz con eso.

—¿Tú crees? –pregunta Amalia, tiernamente.

—Si quieres, yo te puedo dar apoyo moral –responde Lucas—. No sé si te servirá de alguna cosa pero por lo menos sabrás que no estás sola.

—Gracias Lucas, eres tan tierno –dice Amalia, quitando su cabeza del hombro del chico para mirarlo fijamente a los ojos—.

 ¿Te puedo pedir un favor?

—Dime. Siempre y cuando no sea dinero. Tú sabes que estoy

sin trabajo y que las cosas en la banda han sido un fracaso.
—Es que de eso se trata precisamente. Ocurre que el dinero que le robé a Teresa se lo di a los pobres de una población y ahora ella está enferma y no tiene cómo hacerse los tratamientos necesarios –cuenta la chica—. Para poder iniciar una nueva vida,

necesito devolverle a Teresa lo que le pertenece. ¿No crees? —Sería un imbécil si te dijera que robando los diamantes podrías conseguir dinero, sobre todo si quieres dejar atrás esta vida que llevamos. Pero quiero que te quedes tranquila porque ya se me ocurrirá alguna forma para conseguir el dinero que

necesitas. Yo haré todo lo que pueda para ayudarte.
—¡En serio! –Grita Amalia, sin poder más de alegría—. No sabes lo feliz que me hace escucharte decir eso.

La chica, en un arrebato, abraza fuertemente a Lucas y luego le da un beso en la mejilla. Él, le responde, abrazándola por la espalda. Así se mantienen por un largo rato. Les gusta estar juntos.

"Me siento en las nubes. Yo, chica buena, abrazada de Lucas, el chico lindo de la película. ¡Ja! Voy a ser la envidia de todas sus fanáticas."

—Amalia –dice Lucas.
—¿Qué?
—Ya puedes soltarme –responde el chico.
—¡Ah, claro! –dice la colorina, quien suelta al muchacho, avergonzada.

"Trágame tierra." 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora