3
Vistiendo buzo y una polera musculosa apretada, Tamara practica sus patadas frente al espejo. Desde hace horas que se ejercita, dispuesta a ponerse en forma luego de tantos años lejos de las peleas. Entonces, aparece Tila desde la habitación, vistiendo pijama. La mujer parece sorprendida.
—¿Y tú? –pregunta—. ¿Qué se supone que estás haciendo en casa?
—No fui al colegio –responde él, diciendo algo evidente para Tamara.
—¿Se puede saber por qué no?
—Porque estoy suspendido –complementa el niño—. Y para que me dejen entrar tiene que ir mi apoderado. O sea, tú.
Tamara detiene sus prácticas deportivas y se acerca al pequeño. —¿Qué hiciste?
—Le robé a la señora del kiosco –responde el Tila, escuetamente.Tamara se toma la cara con ambas manos, mientras el niño va a la cocina para comer algo, con total normalidad. —¡Pero cómo se te ocurre hacer algo así!
El Tila deja lo que está haciendo para hablarle a Tamara.
—Mamá, discúlpame pero con qué moral me vienes a retar –dice el Tila—. Además, yo no fui el que robó.
La mujer parece no estar entendiendo. Intentando mantener la calma, quiere escuchar la versión de su hijo. Porque, aunque él hubiese robado, no le puede reprochar nada.
—¿Me puedes explicar qué pasó? Porque no estoy entendiendo. El Tila suspira y comienza a relatar los hechos.
—Estábamos en recreo. Con un amigo fuimos al kiosco y él andaba sin plata, por lo que robó unos chocolates. La cosa es que nos pillaron. Él me echó la culpa y yo, para no delatarlo, no dije nada. Así que me llevaron a inspectoría y me suspendieron.
Tamara intenta no reírse, pero no puede evitar sentir alegría por la actitud de su hijo. Aún así, cree que el pequeño no tomó una buena decisión.
—Te voy a dar un súper consejo que lo tienes que interiorizar –le dice la mujer—. ¡Tú no eres el Padre Hurtado o la Madre Teresa de Calcuta! Eres un simple mocoso que vive en un mundo de porquería y que tendrá que luchar por conseguir las cosas. Así que, te recomiendo que no te las des de buen samaritano porque eso no te llevará a ningún lado. ¿Acaso te sirve que todos piensen que eres ladrón?
El Tila piensa un poco.
—No.
—¿Te das cuenta? Es mejor que quedes de soplón a que quedes de ladrón.—Pero yo no te delataría a la policía –dice el Tila, intentando interiorizar el consejo de su madre con fundamentos—. Tampoco delataría a un amigo que le roba a la señora del kiosco.
Tamara se complica un instante con el razonamiento de su hijo.
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Ases y los cuatro diamantes
AdventureDiez años después de caer en una trampa que lo puso tras las rejas por un delito que no cometió, Benjamín, líder de una banda de ladronas de fama internacional conocidas como Ases, regresa para vengarse del italiano, un millonario responsable de sus...