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Ya es de noche en Santiago de Chile. Las luces iluminan la ajetreada ciudad que en la oscuridad oculta más de algún hecho ilícito. Pero hay quienes cometen sus delitos bajo la luz. Es el caso de Álvaro Capote, quien infringe la ley a plena luz del día, protegido por su gran poder monetario.
En una habitación del Hotel K, sentado en un sillón de cuero, mirando las luces que alumbran la ciudad, espera a que llegue su invitada especial. Mientras piensa en los terribles sucesos del día anterior, donde tuvo que quitarle la vida a Roberto Catalán.
—Esa tropa de ladrones me devolverán mi diamante por las buenas o por las malas. Espero que con la sorpresita que les dejé no les den más ganas de seguir estorbando en mis planes –dice en voz baja el hombre para sí, sin saber que las Ases tienen los dos diamantes, pues él está convencido de que Cecilia robó el primero de la bóveda—. Voy a recuperar lo que me pertenece cueste lo que cueste.
En ese momento, una mujer alta, delgada, rubia, vistiendo un fino traje de gala rojo, entra al balcón, llevando consigo una cartera de manos perfectamente combinada con su traje y sus zapatos.
—¿Álvaro Capote? –pregunta la mujer, llamando la atención del italiano, quien se da vuelta para saludarla, coqueto.
—Ivana Barcelona –dice el hombre, besándole la mano a tamaña preciosura, con total delicadeza—. Encantado de conocerla, madame. ¿Quiere algo para beber?
—No, muchas gracias –responde ella—. Tengo poco tiempo. Y ante la mala suerte que han tenido mis socios, prefiero terminar luego con esto.
—¿Sus socios?
—Sí, mis socios –insiste ella—. ¿O acaso creía que los diamantes los robamos por separado?
El hombre no estaba enterado de que una banda de ladrones fueron los que hicieron el trabajo sucio por él.
—¿Trajo el diamante? –pregunta el hombre, con su característica voz delicada.
—Sí, lo tengo conmigo. Pero antes quiero ver el dinero que acordamos.
—Eso no es problema –responde el italiano, sin que su mano izquierda deje de tiritar.
Álvaro sale del balcón entrando a la habitación. Camina hacia el baño y toma un maletín lleno de dinero que ocultaba tras unas toallas. Lo lleva ante la mujer, quien lo espera ansiosa por terminar con este trámite.
—Mil millones de pesos chilenos –dice el hombre.
—Me parece bien –responde Ivana, sacando de su cartera el diamante para entregárselo al hombre—. Aquí tiene lo suyo.
El italiano queda maravillado ante la hermosura del diamante, el cual se nota más pequeño que los anteriores. Muy contento por tenerlo entre sus manos piensa en las grandes cosas que pasarán una vez que consiga los otros tres. Por su parte, la mujer abre el maletín para verificar si el dinero está en su interior.
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Ases y los cuatro diamantes
AventuraDiez años después de caer en una trampa que lo puso tras las rejas por un delito que no cometió, Benjamín, líder de una banda de ladronas de fama internacional conocidas como Ases, regresa para vengarse del italiano, un millonario responsable de sus...