Cap. 12 - Ex umbra in solem (3)

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"Carloto, mi amor, mi amante, mi vida. Os juro que jamás de los jamases olvidaré la pasión con la que me amabas. Ahora, considerándome viuda por tu tan cruel destino guardaré luto en mi interior, mientras mi marido y tirano, me obliga a decir que vos me habéis raptado y llevado a vuestro barco, hogar de ladrones, para ultrajarme y quitarme la honra. Pero sabiendo que eso no es de tal manera, conociéndoos lo caballeroso y romántico que habéis sido con mi persona, no me queda más que aceptar mi estado, aceptar que me conozcan como loca, como Juana la Loca.

Vos me habéis dejado tal legado, cuatro diamantes de preciado valor que guardaré y protegeré con mi vida si es necesario, porque nada más me queda de ti, solamente los diamantes, de donde emana nuestro amor, de donde nace tu recuerdo, vuestro eterno recuerdo que es vida. Este es mi secreto, vivirás para siempre junto a mí, porque vuestros diamantes son tu vida, vida que es eterna en nuestro amor."

En un hermoso valle a las orillas del río Javari, la avioneta aterriza normalmente junto a pequeñas chozas de madera y techos de paja que abundan en el lugar. Alrededor, se puede observar a gente de piel oscura pintada con diseños de diversos colores sobre su desnudez. Sólo unos trozos de cuero cubren sus partes íntimas de los extraños visitantes quienes no dejan de sorprenderse ante tal realidad.

—Esperemos que esta gente no nos hagan daño –dice Cecilia, asustada por las tantas historias que ha escuchado sobre las tribus amazónicas—. Supongo que no serán caníbales.

—Ahora lo veremos –responde Carmen, abriendo la puerta de la avioneta para bajarse, temerosa.

—En todo caso, si son caníbales, tienes claro que será a ti a quien primero ofreceremos –le dice Tamara a la rubia, sin mucha gracia.

Cecilia observa a Álvaro quien comienza a despertar, dándole un par de golpecitos en el brazo a Tamara para que también vea. —¿Qué pasó? –pregunta el hombre, viéndose amarrado—.

¿Dónde estoy?
—Será mejor que te mantengas en silencio si quieres

mantenerte con vida, italiano –amenaza Benjamín a su mayor enemigo.

—¿Italiano? –Pregunta el hombre—. ¿Soy yo?

—¡Claro que eres tú, imbécil! –Insiste Benjamín—. No te vengas a hacer el chistoso ahora, mira que mi paciencia contigo se terminó.

—Pero por qué me tratas así, ¿Qué te hice? ¿Quién eres tú?

Todos los presentes se miran extrañados. Saben que algo le ocurre a Álvaro, algo que no es normal.

—¿Tú... tú sabes cuál es tu nombre? –le pregunta Tamara.

—¿Mi nombre? –Pregunta el hombre, tratando de hacer memoria—. ¿Italiano no me dijo él que me llamaba?

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora