Cap. 7 - Si vis pacem para bellum (1)

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"Han pasado veintiocho días desde que salí de la cárcel y todavía no dejo de sorprenderme por cómo están las cosas en este mundo. Todo está patas arriba. Todo está fuera de control. Lo peor, es que siento que las cosas están empeorando aún más.

Definitivamente, estos tiempos no están hechos para ladrones como yo. Ahora, el que no roba con una pistola en la mano, es hombre muerto. Cómo extraño los ochentas, donde la gente tenía un odio brutal por las armas."

Benjamín está parado frente a un espejo de cuerpo entero, haciéndole el nudo a una corbata negra. Se le nota molesto, exaltado. Algo no anda bien en él. La puerta se abre, entrando Lucas vestido con un traje negro y camisa negra que hacen resaltar sus profundos ojos. Padre e hijo se miran a través del espejo.

—¿Necesitas ayuda? –pregunta serio el joven.

—No, es solo que no puedo hacerle el nudo a la corbata – responde el padre, complicado—. Es como si nunca hubiese aprendido a hacerlo.

Lucas se acerca al líder de las Ases.

—Déjame ayudarte –dice el joven, poniéndose frente a su padre—. ¿Estás nervioso?

—Es normal, ¿no? O sea, acaban de matar al marido de Elisa por mi culpa.

—No seas injusto contigo. Tú no tienes responsabilidad en lo que pasó.

—Lucas, no te ciegues. Si yo no estuviese intentando vengarme del italiano, nada de esto hubiese ocurrido. Todo es por culpa de esos malditos diamantes –dice con ira el hombre, quien aprieta los puños de sus manos tratando contenerse.

—Papá, desde un comienzo sabíamos el peligro que significa estar metidos en un trabajo como este y lo aceptamos bajo nuestra responsabilidad. Incluso Elisa sabía a lo que se arriesgaba.

—¡Por qué cresta ese hombre insiste en jugar con las vidas de las personas! ¿Acaso es incapaz de lograr sus objetivos sin un arma en la mano?

—El italiano es un cobarde. Los cobardes usan las armas para sentirse más seguros de sí mismos.

—Pero hasta ahora le han sido efectivas.

—Tú sabes que a mí no me gustan las armas –agrega Lucas, quien termina de hacerle el nudo a la corbata.  

—¿Pero no sería útil comenzar a usarlas de una buena vez? —Papá...
—Ya no podemos seguir luchando con el puro ingenio, hijo.

Tenemos que ponernos al mismo nivel de Capote. —¿Qué tonteras estás diciendo? —Necesitamos armas.
Lucas ríe, irónico.

—Tienes claro que las Ases no te lo permitirán.

—Entonces yo no puedo seguir exponiendo sus vidas de la forma como lo he hecho hasta ahora. Si no están dispuestas a seguir mis órdenes, no podemos seguir en esto.

Benjamín sube su corbata para acomodarla al cuello. Con la mirada fría de Lucas sobre él, el líder de las Ases se dirige a la puerta para salir.

—Elisa y las chicas nos esperan para sepultar a Daniel –dice el hombre—. No podemos llegar tarde.

Ambos hombres salen del lugar en completo silencio.

"No creo que esté tan equivocado con lo que pienso. ¿Qué pasa si el día de mañana viene Álvaro y nuevamente mata a una de mis Ases? Ya pasó con Alejandra y el error me costó bastante caro. No quiero que esa situación se vuelva a repetir. Aquí no estamos jugando a las simples luchas". 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora