Cap. 1 - Viejas amigas (5)

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Un hermoso jardín, lleno de las flores más hermosas y exóticas del mundo rodean una enorme pérgola natural donde Álvaro Capote, vestido con un traje fucsia y corbata de lunares desayuna junto a su novia, Cecilia, quien luce un elegante vestido ajustado al cuerpo y un enorme sombrero al tono, que la hace ver distinguida.

 —Querido, ya tenemos casi todos los preparativos de nuestra boda listos, la lista de invitados, el salón para el baile, las flores, las velas, las estatuas de hielo, las alfombras, los meseros y cocineros están contratados, la vajilla, el servicio, las copas, los vinos y tragos, ¡uf! –dice la mujer rubia agotada de tanto pensar, mientras revisa ansiosa una agenda llena de anotaciones—. Sólo me falta confirmar la orquesta para la fiesta y pedir un cambio en el menú. La verdad es que no quedé conforme con los postres.

Al hombre no le hace mucha gracia que su novia haya decidido organizar todo el matrimonio por su cuenta. Ha tenido que pasar meses escuchándola hablar de cada detalle y, honestamente, esos temas a él no le interesan. Mucho mejor hubiese sido contratar a alguien que hiciera todo el trabajo.

—¡Fantástico, dulzura! Sin lugar a dudas este será el evento del año –responde el hombre, limpiándose la boca con una servilleta, delicadamente, mientras piensa en cosas más importantes para él que una estúpida boda.

Desde el interior de la mansión, se acerca el asistente de Álvaro caminando a paso decidido.

—Dime si no es guapo este joven –opina el hombre, mirando fijamente al muchacho que se ha dado cuenta que hablan de él.

—Demasiado delgado para mi gusto –responde Cecilia, tratando de parecer desinteresada—. Además, no seas injusto con él, porque comparado contigo, no te llega ni a los talones.

La pareja se besa, al tiempo que el asistente llega al lugar.

—Don Álvaro –saluda el joven, haciendo una reverencia y besándole la mano al millonario.

Lucas, siempre es un placer verte –responde el hombre de delicadas formas—. ¡Cuéntame! ¿Tienes alguna novedad sobre nuestro negocio?

El joven observa a Cecilia.

—¿No prefiere hablar esto en privado? Sin despreciar su presencia, doña Cecilia –agrega Lucas, sonriéndole a la mujer.

—No se preocupe, joven. Entiendo cuando mi presencia no es requerida en un lugar.

La rubia tira la servilleta de género sobre la mesa, dejando su desayuno inconcluso. Toma su agenda con los preparativos de su matrimonio y se pone de pie evidentemente molesta, para salir del lugar, sin ser detenida por ninguno de los dos caballeros.

—Mujeres. Es mejor que se vaya, así podemos conversar más cómodamente –dice Álvaro, poniéndose serio—. ¿Hablaste con el tenedor marroquí?

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora