Cap. 4 - Una verdad incómoda (1)

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"Desde siempre me han dicho que tengo pinta de galán. Pero si algo tengo claro, es que soy un asco para las cosas del amor y de la conquista.

A veces siento que soy un rotundo fracaso con las mujeres, que no las sé tratar y no sé cómo llegar a ellas. Pese a eso, sospecho que de mis amigas, hay varias que le encantarían estar conmigo, pero de ahí a que llegue a ocurrir algo, no sé.

Ahora, que no tenga ninguna mujer, no significa que mi corazón no esté ocupado. De hecho, creo estar enamorado hasta las patas, pero no me queda más que repetirme día y noche que no es momento para pensar en el amor".

La luz del sol comienza a asomarse en la cordillera, alumbrando parte de la capital santiaguina. Tendido sobre la cama con calzoncillos y polera, Lucas mantiene sus ojos abiertos, esperando que sea la hora de levantarse.

Muchas cosas pasan por su cabeza en este momento, aunque a él le encantaría no pensar en nada por sólo un instante. Sin poder aguantar más, se pone en pie y sale de su habitación rumbo a la cocina.

—Un café podría servir –se dice a sí mismo, silenciosamente. Pensando que este es uno de esos días en los que le gustaría desaparecer del mundo.

Camina hasta la cocina americana, viendo que sentado en el sillón se encuentra su padre, Benjamín.

—Al parecer no soy el único que no puede dormir –le dice el joven.

—Es que no me deja de dar vueltas en la cabeza todo lo que pasó con Cecilia –responde el líder de las Ases—. ¿De verdad ya no quiere estar con nosotros?

"Mi viejo ya parece disco rayado".

—Asúmelo papá, ahora cuentas con tres Ases. Tamara, Elisa y Amalia, ninguna más.

El hombre se mantiene en silencio un momento, mientras Lucas se prepara un café.

—¿Hasta cuándo harás como que no te importa?
—¿Cómo dices? –pregunta extrañado el joven.
—No me gusta que te hagas el fuerte, tratando de aparentar que no te importa el hecho de que Cecilia no esté con nosotros. Porque los dos sabemos que esto te duele tanto o más que a mí.

—Prefiero no responder a tu pesadez –insiste Lucas, quien ya perdió su concentración en la preparación del café—. Mejor enfoquémonos en conseguir ese bendito diamante de una buena vez.

Pero Benjamín no está dispuesto a terminar la conversación sobre Cecilia ahí.

—¿Vas a dejar ir a esa mujer así como así?

—Papá, no sigas con esto –dice, cansado de la insistencia. Yendo al mueble para sacar una taza para servirse café.

—Hoy se casa, ¿lo tienes claro?
—Papá, basta.
—Creo que tienes la suficiente valentía y méritos como para impedir que se case con el italiano.

Lucas derrama leche en el mesón de la cocina. Su cuerpo ya no responde a su cabeza.

—Papá, no me interesa.
—Puedes decirme a mí que no te importa, pero tú sabes perfectamente que eso no es así. ¿Qué dice tu corazón, Lucas? Lucas se queda en silencio, pensando en lo que dice su padre. —Hijo, las mujeres no muerden.

—Tus Ases, sí –responde entre risas—. Y este café no tiene futuro. Si quieres, sírvetelo tú, a mí se me terminaron las ganas. Molesto por la conversación que acaba de sostener con Benjamín, el joven se va a encerrar al baño, donde se comienza a mirar al espejo, pensando.

—Por qué tienes que hacer las cosas tan difíciles. Por qué tienes que ser tan ambiciosa. ¡Por la cresta Cecilia! –dice con ira el hombre, golpeando el lavamanos.

"Fue un amor intenso pero poco conveniente. Bueno, por lo menos para ella. Lo que es para mí, nunca la he podido olvidar. Debe ser porque ella fue mi primer gran amor. Mi maestra cuando yo sólo era un mocoso que con suerte sabía dar un beso".

El joven continúa pensando, para luego mirarse fijamente a los ojos a través del espejo.

—Creo que no perderías nada intentándolo una última vez. Aunque ella sea una bruta que no se lo merece. 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora