Cap. 3 - As de trébol (1)

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"Qué ridícula. No sé por qué estoy tan nerviosa. Como si hubiese hecho algo malo. Ya, cálmate. Lo que tú hiciste es lo que hubiese hecho cualquier mujer que quiere asegurar su futuro. Sí, no hay dudas de aquello. Tampoco soy una traidora.

¿Cómo voy a preferir otorgarle lealtad a otra persona en perjuicio de mis intereses? Tonta sería si no fuese capaz de velar por mí misma, ¿cierto?"

Cecilia fuma su quinto cigarrillo tendida en la cama. No ha podido conciliar el sueño porque Álvaro todavía no regresa de la fiesta en la que cerraría un misterioso negocio. Ella sabe que su marido no llegará muy contento a casa.

"¿Dónde estará Álvaro? Es obvio que no le fue bien con la compra del diamante, porque lo tengo yo. ¿Benjamín le habrá hecho algo? ¡Ay!, no quiero pasarme más rollos de la cuenta, pero es inevitable que me preocupe por él. ¿Le habrá pasado algo malo? O peor, quizás Álvaro se encontró con Benjamín y éste le contó quién fui yo en el pasado. Cálmate Cecilia, no te alteres antes de tiempo. Lo mejor es no adelantarte a los hechos. Espera a que llegue Álvaro y, dependiendo de cómo estén las cosas, ya sabrás como reaccionar".

Mientras piensa, muy inquieta, siente que alguien se aproxima a la habitación. Rápidamente apaga en un cenicero el cigarrillo que consumía y se apronta a salir de la cama para estar dispuesta para recibir a Álvaro. La puerta se abre, entrando Lucas muy enojado. El joven a paso decidido y veloz se acerca a la rubia, quien está impactada al ver al asistente de su marido ahí.

—¡Sal de mi habitación, ahora! –grita ella, asustada al ver al hombre tan descontrolado.

—¿Te crees muy inteligente por lo que hiciste esta noche?

—Yo no iba a permitir que le robaran a Álvaro lo que le pertenece –rebate Cecilia, a la defensiva.

—¡Córtala con eso! –Grita Lucas, tomando fuertemente a Cecilia de los brazos para zamarrearla—. ¡Hasta cuándo vas a creer que estás haciendo lo correcto!

—Yo debo cuidar de quien será mi futuro marido –se justifica la chica—. ¡Tú eres el que no entiende!

—¡El no te quiere! ¡Eres tú la que no entiende que te ve como un simple trofeo! Él sólo te quiere para completar su imagen de hombre rico y poderoso.

Las palabras del joven calan hondo en Cecilia, quien intenta justificarse.

—Me voy a casar con Álvaro porque él está completamente enamorado de mí –dice casi llorando la mujer, pero intentando sacar fuerzas—. Además, tú y yo sabemos que él me puede entregar todo lo que tú no pudiste, inútil.

Lucas suelta a Cecilia, intentando calmar su ira. La mujer ha tocado un tema sensible para él.

—Sabes que más, haz lo que quieras con tu vida, pero te voy a pedir una sola cosa, no te entrometas en nuestros planes. Porque la próxima vez ya no tendremos compasión por ti.

—¿Y qué? –Pregunta la rubia—. ¿Acaso me piensas matar? Piensas matar a la única mujer a la que has amado en tu vida.

Lucas intenta controlar su evidente nerviosismo. La mujer se ha dado cuenta que tocó una fibra sensible para el muchacho y quiere seguir jugando esa carta.

—Si así tengo que hacerlo, no lo dudaré. Porque a diferencia de ti, yo soy un hombre leal y defiendo a los seres que quiero. No me vendo tan fácilmente por dinero.

Cecilia comienza a reír, irónica.

—¡Por favor! Escúchate lo que estás diciendo. Tú, tu papito y esa tropa de mojigatas a las que llaman Ases harían cualquier cosa por conseguir dinero. No te vengas a hacer el buen intencionado ante mí, porque yo sé muy bien qué clase de persona eres y lo que buscas en la vida.

—Que no se te olvide que hace diez años atrás tú eras parte de ese grupo de mojigatas, como las llamas –dice Lucas, molesto con el vocabulario de Cecilia.

—Pero ya no lo soy más.
—Y nunca volverás a serlo. De eso no hay dudas.
El joven en completo silencio, mira por un instante el hermoso rostro de la mujer a quien amó por mucho tiempo y a quien todavía quiere en silencio. Cómo le gustaría que las cosas fuesen diferentes, que ella fuese distinta. Pero Lucas no está dispuesto a perder el tiempo con una mujer que no lo ama, que no lo valora por lo que es.

Sin nada más que decir, da la media vuelta y camina hacia la salida, dejando tras suyo a Cecilia, tiritando de nervios.

—¡Lucas! –grita la mujer, haciendo que el hombre se voltee a mirarla—. No te vuelvas a acercar a mí si no quieres que Álvaro se entere de quién eres hijo. Y dile a tu papito que haga lo que haga nunca conseguirá quedarse con los diamantes porque yo estaré preparada para impedírselo. El italiano no está sólo en esto. Y si quiere pelear, pelea tendrá.

Apenado por todo lo que ha ocurrido esta noche, Lucas sale de la habitación dejando en completa soledad a Cecilia, quien se tapa la boca con fuerzas, intentando no darle rienda suelta a un llanto desgarrador que ha mantenido en su interior.

"Me cuesta ser así. Sé que es lo que quiero y lo que tengo que hacer, pero, aunque lo trate de negar, siento que estoy traicionando a mi padre, al hombre que me dio de comer cuando más lo necesitaba, a quien confió en mis capacidades cuando nadie en este mundo daba un peso por mí. Pero él debe entender que siempre llega un momento en la vida, en que los hijos deben dejar la casa de sus padres y tomar nuevos rumbos. Eso es lo que estoy haciendo. En pocos días me casaré con Álvaro y daré vuelta la página. Nada de esto me puede afectar más de la cuenta. El show debe continuar pase lo que pase". 

Ases y los cuatro diamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora