Prólogo

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1989

Amaba las carreras, su tío participaba en el autódromo local, siempre a la delantera, esquivando y rebasando con facilidad a cualquiera que se le atravesara. Tenía la victoria asegurada, no había necesidad de arriesgarse. Dom y Jakob siempre eran los que ayudaban en los pits, mientras Jesse preparaba una estrategia y ella animaba desde atrás o regañaba a cualquiera del equipo que no se movilizara lo suficiente para ayudar al patriarca. Le gustaba ser mandona cuando era necesario.

La curva dos fue peligrosa, logró hacer que un piloto patinara y se golpeara un poco con la pared, pero sabían que se vengaría. El 23 no tuvo necesidad de cerrarse, apenas y lo movió con la punta para que Toretto perdiera el control y se volcara contra la maya antes de dar varias vueltas de campana con el auto en llamas. Dom fue el primero en quitarse los auriculares y correr para tratar de ayudar a su padre, pero el jefe de mecánico lo sujetó lo suficiente para que no corriera hacia las llamas.

Jesse también quería ir a ayudar a su tío pero su hermana mayor lo sujetó fuerte para que no imitara a su primo. La rubia ya lloraba, pero no podía romperse, no ella, necesitaban una cabeza fría para saber cómo proceder, no había nada qué hacer. Solo se limitó a detener a su hermano porque seguía la parte más difícil, explicarle que su tío no volvería a casa para la cena y, con toda seguridad, tendrían que buscar otra forma de ganarse la vida para no ponerlo en peligro ni a él ni a Mía.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora