*Basada en la saga Rápidos y Furiosos*
El señor Toretto murió en un accidente de carreras, Jakob huyó y Dom fue enviado preso, así que Kelly se vuelve la cabeza de familia. Ahora que están reunidos todos los Toretto, compiten en carreras callejeras...
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—Eres la primera en llegar.
—Siempre soy la primera.
—¿Quiénes vienen?
—¿No te dijo?
—Solo me habló de ti. Esperemos que lleguen en los próximos días.
—Mientras podremos aprovechar el tiempo.
—Espera a que conozcas a Rosa— sonrió al estacionar el auto, se apresuró a abrirle la puerta.
***
—¿No ha llegado Dom?
—No.
—¿Hace cuánto que hablaste con él?
—Hace un par de semanas.
—¿Y Kelly?
—Llegó hace una semana.
—Chicos, me tenían preocupada— Kelly se apresuró a abrazar a su prima y pronto volteó con Brian.
—A que es un niño hermoso— sonrió Mía dejándolo en la cuna, iba a contestar, pero pronto se fue al baño.
—Niña, ¿estás bien?
—¿Ya lo sabe? — se acercó Rosa.
—No— murmuró por lo bajo.
—Ve con él— la incitó—, me bañaré, si no te molesta.
—Adelante.
***
—Tengo dinero, mejor que te ayuden ellos— dijo Kelly.
—No deberías cargar cosas tan pesadas.
—Estoy bien.
—Te ves débil.
—No la subestimes— dijo nada más bajar del coche.
—Al fin llegas, pequeñín.
—¿Aún hay espacio?
—Por supuesto que sí— dijo Vince al abrazarlo.
—Sigue cargando, debo hablar con ella.
—¿Estás bien?
—Ve a esta dirección.
—¿Qué hay ahí?
—Es un contacto, Juliana me lo consiguió, te dará direcciones que debes cotejar.
—Hay mucho secretismo, ¿no te parece?
—Velo por ti misma— le dio las llaves de su coche.
Kelly tomó el volante gustosa. El viaje hasta Río fue divertido por los latinos, pero ella no condujo. La dejaron en una estación gasolinera y ahí la recogió Vince, así que recorrer los barrios bajos la hacía sentirse en casa, no quería estirar las piernas ni permanecer en tierra, al volante siempre se relajaba. Pidió indicaciones mientras jugaba a ser turista, la ventaja de ser rubia era que podía jugar a ser la tonta y nadie la molestaba. Llegó a un departamento en la segunda planta, puerta cinco y tocó dos veces antes de que le abrieran. Era un hombre alto, ojos de color y solo llevaba sus pantalones, a ambos se les fue el aire nada más verse.
—Tú...
—Eres tú— la jaló para estrecharla entre sus brazos y ella derramó un par de lágrimas, creyendo que solo era un espejismo.
—¿Por qué?
—Es una larga historia.
—Tengo tiempo.
—Entonces ven aquí.
La besó con fuerza y pasión, ella no recordaba cómo se sentía que la besara de esa forma. Extrañaba el tacto de sus labios y sus manos recorriendo su espalda para terminar apretando sus nalgas. Escuchó el portazo y cómo avanzaban a tientas. Él se sentó y ella sobre su regazo. Le desprendió la blusa con agilidad y devoró sus senos mientras ella jugaba con su cabello y jadeaba en su oído. Lo sintió ponerse duro bajo ella, pronto se quitó su braga y la escondió, como de costumbre, en el bolso de su pantalón, mientras él se quitó el cinturón y lo anudó en el cuello de ella, desabotonó y bajó la cremallera. Kelly apenas lo masturbó porque comenzó a moverse en círculos, ambos jadeaban ante aquella acción, ella asintió frenética y él acomodó su pene en la entrada, se vieron un momento a los ojos y la embistió. Se abrazaron un momento para acostumbrarse al cuerpo del otro. Kelly comenzó a dejar besos en su mejilla y hombro, así que él comenzó a acelerar el ritmo conforme la embestía mientras jalaba el cinturón y ella se aferraba a él. Gimió tan fuerte cuando sintió su orgasmo llegar. Se recargó en el pecho de él, no se movieron durante un par de minutos.
—León, ha pasado tanto...
—¿Recuerdas que Jesse apostó tu coche?
—Lo mataron por ello.
—Yo le puse la lápida. Juliana y yo llevamos rosas cada cierto tiempo, ella y yo nos haríamos cargo de las carreras, pero su hermano quiso cobrarse, así que los buscaban, tú y yo estábamos juntos. Me hirió, por poco no la cuento, pero llegué a Colombia y no estabas ahí, no había forma de comunicarme contigo, así que vine aquí.
—¿Trajiste nuestras tradiciones aquí? — sonrió y lo volteó a ver.
—Cuando pude comunicarme con Juliana, iniciamos un negocio.
—Tú eres su proveedor de confianza.
—¿La has probado?
—No, tú sabes que yo no inhalo.
—¿Quién te mandó? No es coincidencia que hayas aparecido en mi puerta, ¿o sí?
—Dom quiere una guarida. Ya sabes, no podemos exponer a Rosa y al bebé. Creí que te alegrabas de verme.
—Claro que sí— le besó la comisura de los labios.
—Tanto tiempo y sigues igual.
—Fue imposible no reconocerte cuando llegaste. Dom nos pidió a Vince y a mí que fuéramos, pero no tuve el valor para acercarme.
—No estoy molesta contigo, no podría.
—Pero...
—¿Enserio crees que sea buena idea retomar lo nuestro?