*Basada en la saga Rápidos y Furiosos*
El señor Toretto murió en un accidente de carreras, Jakob huyó y Dom fue enviado preso, así que Kelly se vuelve la cabeza de familia. Ahora que están reunidos todos los Toretto, compiten en carreras callejeras...
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—Lo hiciste muy bien.
—Dudo que pudiera hacerlo mejor.
—No estuve en el baño, pero dice Jul que lo hiciste bien.
—Confías en tu esposa, así que todo bien.
—No siempre, se le olvidó si ya le había echado sal a la comida...
—¡Te escuché, Strong! — le lanzó la cuchara y se escuchó a la abuela de Juliana regañarla en italiano por hacer eso.
—Ya está todo listo— dijo Deckard nada más entrar.
—Los llevo al aeropuerto— Leon tomó las llaves del coche.
—¿No van a comer?
—Abuela, ya llevo como cinco tuppers con sus guisos— Kelly se sentía reventar con tanta comida.
—Y espero que los traigas de vuelta.
—¿Nos veremos en Río o aquí?
—Ni loca voy a Brasil.
—Hablan portugués, será sencillo para usted comunicarse.
—¿Dices que no puedo?
—Juliana, no le hables así a tu abuela— se burló Kelly.
—Oye— espetó la castaña.
—Con cuidado, mi niña, llaman al llegar.
—Sí— se dejó mimar, luego cargó a Jesse para que besara a su bisabuela. La noche anterior se despidió de la abuela Toretto, así que no llevaban tanta prisa.
—Me saludas a tu madre— abrazó a Deckard, levantó el porta bebé y la anciana apreció a la pequeña Isabella. Ya había pasado un tiempo prudente para que madre e hijo viajaran, pero Leon siempre molestaba a la rubia.
Kelly se aferraba a su primer amor porque en momentos como ese, le encantaba sentirse mimada por él. León besó su frente y la vio subir al avión, Deckard ya había acomodado a los niños y pedido los medicamentos para su esposa. La rubia se acercó a la recién nacida y la apreció, tan pequeña y hermosa, no podía creer que ese ser haya nacido de sí, sabía del gran milagro que significaba la vida. Deckard se sentó a su lado y él admiraba a las dos mujeres de su vida. ¿Qué más podía desear la familia Shaw Toretto? Ninguno de los dos hubiera imaginado llegar a ese momento, ahora la familia había crecido más.
Al bajar, ahí estaba Owen para llevarlos a su casa y conocer a su nueva sobrina, ya que mandaron al grupo la primera foto de la bebé en brazos de la madre. Magdalene ya estaba en la mansión con Hattie, Luke y la niña, pensaba que llevarían a Leon y su familia, pero prometieron una reunión en los próximos meses. La abuela ordenó un riguroso aseo si querían cargar a la bebé y que nadie la abrazaría antes que ella. Nadie podía objetar nada cuando la madre hablaba. Claro que Jesse no se quedó sin mimos, sus padres lo traían de un lado al otro jugando.
—Bien, ya que tanto insisten, Luke y yo estamos esperando a nuestro primer hijo.
—Oh, Hattie, eso es fantástico— llenó de besos a su cuñada mientras su hijastra procesaba que sería hermana mayor.
—Eso es robarle la atención a mi hija— dijo Deckard.
—Claro que no, seguirá siendo la princesa de mamá.
—Claro que no, eres su favorita.
—Claro que no, tú eres su favorito.
—¿Quién quiere helado? — inquirió Hobbs y Kelly fue la primera en acercarse con su copa.
—Gracias, mamá— Hattie lloraba por todas las hermosas palabras que su progenitora le daba al oído.
—¿Quieres?
—Nieve, ¿verdad?
—Y por eso no te doy nada.
—Vas a ver cómo si quieres— le besó el cuello y la rubia manoteó.
—Otro hijo no.
—Eso dijiste cuando nació Jesse.
—Te odio.
—Claro que no— la besó con pasión y ella se colgó de cuello bajo el riesgo de tirar la nieve, así que Owen cargó a su sobrino para que él tomara la copa y se comiera el postre de su madre.