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—No me esperaste.

—Quería que se quedaran allá.

—Mala elección— dijo Leon poniéndose entre los primos—. Somos tu respaldo.

—Y eso te costó a tu primo.

—Sólo guárdame una tajada.

—Hecho— se estrecharon las manos.

—Yo nunca he entrado aquí— dijo Juliana, aunque claro, nadie lo había hecho, ni siquiera Dom.

—Tenemos un invitado indeseado.

—¿Mi familia?

—Solo me importa proteger a mis seres queridos.

—Si nos tienes en tu corazón, no perderás el camino.

—No le tienes miedo a nada.

—El miedo puede ser un gran maestro.

Dom había encendido la luz y había demasiadas pantallas con fotos de todos, durante sus misiones, en reuniones privadas, de expedientes policiacos, grabaciones de todos, incluso Leon y Juliana, quienes eran miembros honorarios, estaban ahí, lo cual los preocupó más. Sólo los hijos de Mía estaban ahí, al menos Jack y claro, el pequeño B; ya sabían cuáles eran los siguientes blancos de Dante Reyes. Estaban tan concentrados en las imágenes frente a ellos que Juliana brincó y gritó del susto cuando sonó el teléfono. Kelly iba a responder y Leon alzó la mano para detenerla.

—¿Te gusta mi casa? Lástima que no puedo darte el tour. Me da un poco de pudor que hayas visto mi pizarra de sueños, pero al menos ya sabes cuánto me esforcé por llegar a este punto.

—Ya sé que estás muerto.

—Bueno, resucitado. Gracias a ti. Si tú no hubieras manejado, yo no sería el que soy. Construiste una vida tan hermosa, lleno de amor y familia. Yo no tuve la oportunidad. Daño colateral, caos, muerte. Ese es tu legado. Yo soy tu legado.

—¿Sabes qué no entiendo? Cómo alguien que nació tan rico, elige el camino más pobre en la vida. No tienes honor. Sin honor, no hay familia. Y sin familia... no tienes nada.

—Es tu culpa que no tenga nada. Mi futuro, mi familia, me lo robaste todo. Y ahora voy a acabar con el tuyo, pedazo a pedazo.

—Deja de hablar y da la cara.

—¿Te gustan las sorpresas, Dommy? A mí me encantan. Pero el juego no terminó, todavía hay que lastimar a mucha gente.

—Te voy a encontrar.

—Va a ser difícil esposado. Bueno, adiós, Dommy.

—No, cuelga tu primero.

—Está bien— se escuchó el pitido del fin de la llamada y su primo lanzó el teléfono a una de las pantallas.

—Dom.

—¿Qué pasó? — la rubia se acercó, las pantallas se apagaron y entraron los uniformados.

—Toretto, no te muevas— a todos les apuntaban con armas cortas y largas—. Hora de dar la cara, Dom.

—Estás haciendo lo que él quiere— los empujaron para salir, ninguno sería esposado. A la cabeza Dom, seguido por Kelly, Juliana y al final Leon. Detrás de ellos subieron el nuevo jefe de la agencia y un escolta, ¿enserio uno para todos ellos?

***

—¿Cómo que los perdieron?

—Juliana, Leon, Dom y Kelly.

—Mira esto.

—Este equipo es suficiente.

—¿Quién dijo que venían?

—Ellos son de la familia— luego apretó la mandíbula—. Ahora eres de la familia.

—No eres de confianza.

—Oye, tú tampoco eres mi preferido. Aquí nada es gratis, quiero aclarar.

—Pídele un recibo, ¿quieres? Me encantaría verlo.

—Parece que Bowie no fue tan inútil— dijo Ramsey—. Puedo usar su disco rígido para terminar de rastrear a Dante.

—Siempre se nos adelanta.

—¿Cómo pudo hacerlo sólo?

—No estaba sólo, ustedes vieron al duende ninja que lo acompañaba.

—¿La zorra sigue viva? — inquirió Deckard al aire sin poder creerlo. Todos se le quedaron viendo, era raro escucharlo hablar así.

—¿De cuál zorra hablamos? — Han se paró a su lado.

—Cuando estaba embarazada de Jesse, Ashton le dio caza, cuando era la zorra de Jakob. León y yo le dimos caza, o eso pensamos... No está a salvo.

—Leon está con ella.

—No es suficiente seguridad para mi esposa.

—No son buenas noticias, dividió nuestro dinero en cuentas de todo el mundo— dijo Ramsey—. Miren a nombre de quién está.

—Son equipos de sicarios.

—Basuras.

—Usó nuestro dinero para pagar un ejército.

—No solo nos quiere matar— dijo Tej—. Nos quiere borrar del planeta.

—Nos quiere dividir.

—Por eso, tenemos que conectarnos con Dom y Kelly en el punto de encuentro.

—Tienes que ver esto— volteó a ver al británico—. Les pagaron para buscarnos a nosotros y a cualquier persona que nos haya ayudado— entre las pantallas estaban Mónica Fuentes, Rico, Santos, Owen, Hattie, Hobbs y su madre, Magdalene Shaw.

—Mamá...— dejó escapar el aire pesado y se dirigió a una de las paredes para comenzar a tomar las armas: largas, cortas, municiones, cargadores, granadas, un rifle de asalto y uno de francotirador, luego lo pensó mejor y guardó otro para su esposa. Todo en una maleta. Tomó otra arma larga para llevar en la mano—. Les preparé un transporte.

—¿A dónde vas?

—A cavar tumbas.

—Necesitas ayuda— lo detuvo del brazo.

—Han, si encuentras primero a mi mujer y algo le pasa, también te cavaré otra tumba.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora