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Había pasado un mes desde la boda de Hattie Shaw y Luke Hobbs, Owen y Kelly acordaron hablarlo otro día, pues no podía ensombrecer el momento de la menor de los Shaw, Magdalene insistió a su hijo que marchara de ahí y Toretto dijo que todo iría bien

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Había pasado un mes desde la boda de Hattie Shaw y Luke Hobbs, Owen y Kelly acordaron hablarlo otro día, pues no podía ensombrecer el momento de la menor de los Shaw, Magdalene insistió a su hijo que marchara de ahí y Toretto dijo que todo iría bien. Owen le tomó la mano y la guio adentro. Magdalene organizó una fiesta en una de sus mansiones, Deckard en ningún momento se alejó de su esposa, bailaron y brindaron, pero siempre desde su espacio seguro.

Kelly le dijo a su esposo que iría a terapia de pareja con Owen para trabajar el trauma que la joven tenía. Obviamente Deckard no estuvo de acuerdo que lo hiciera, pero era lo mejor, que ella tuviera acompañamiento psicológico. Los tres Shaw habían tenido momentos amargos, agridulces, momentos traumáticos durante su vida, todo lo anterior, cada uno lo lidió a su modo y, claro, los Toretto también lo trabajaban a su manera.

Toretto sabía que en cualquier momento colpasaría y, si quería ser madre, debía saber manejar todo lo que guardaba dentro de sí: la muerte de Jack, el arresto de Dominic, la muerte de su madre, el arresto de su padre, la muerte de Jesse y la primera cercanía de la muerte, la huida de Jakob y lo que había hecho, la muerte de Vince, de Gisele, ver a su familia fracturada de algún modo por la pérdida de memoria de Letty y el retiro de Mía y Brian.

El psicólogo lo consiguieron Luke y Magdalene, porque fueron tratados como veteranos de guerra. Durante la primera sesión se abordó que eran parte del mismo departamento, que por ser información clasificada no podían decir nombre de asignación, el departamento donde estuvieron ni las agencias. Owen trabajaba para detener un cartel de trata de blancas y Kelly quería hacer lo propio con terrorismo, sus caminos se cruzaron y no fue en las mejores circunstancias, pero hicieron eso porque debían, porque así lo requería la misión.

—Tenías que hacerlo.

—Ahora, en retrospectiva...

—No lo harías si no me hubiese casado con Deckard.

—¿Crees que no intento ser mejor persona?

—No lo sé, no había sabido de ti desde que se terminó la misión y Gisele murió al caer del avión.

—Crees que fue mi culpa.

—No, ella decidió sacrificarse para salvar a Han.

—¿Y eso en qué desembocó?

—En más tragedia, ¿no?

—¿Quedó trauma? Físico, me refiero.

—No, hasta eso, fuiste cuidadoso— soltó una risilla, tomó el tequila que sostenía su cuñado, estaban solos en el departamento, luego de la terapia, Deckard decidió dejarlos solos dado el mutismo con que regresaron.

—Porque en verdad me atraías.

—¿Te prenden las porristas?

—Me dijo Deckard que por fin te lo quitaste.

—Bueno, lo logré, ¿no?

—Eres muy bonita, no creo que lo dudes, me impactaste y creí que lo estábamos haciendo bien.

—Sí, solo fue esa vez la que me hizo plantearme si quería seguir ahí, si era necesario para la misión.

—Pero no te retiraste, sino hubiera sido por la hermana de Toretto, ¿te hubieras quedado hasta el final?

—Por supuesto.

—No sé cómo disculparme y reparar el daño.

—No hay manera, solo aprenderé a vivir con ello.

—Deckard no me lo perdonará.

—Creo que lo más importante es si tú lo harás. Parte de esto es para que yo pueda con el problema, pero nunca te he preguntado si tú alguna vez lo pensaste.

***

—¿Tienes tu traje de baño?

—Pensaba dejarme lo que traigo puesto.

—Eso es trampa, porque desearía quitártelo.

—Ese es mi plan.

—Estamos en una piscina pública.

—Podríamos conseguir una casa con piscina, en lugar de que vengas aquí cada semana.

—Me gusta.

—Lo sé— terminó de quitarse el vestido, se sentó en la orilla y mojó sus pies.

—¿Te ayudó? — extendió ambas manos, ella las recibió gustosa y se dejó llevar, antes de que el frío le calara, ella se sumergió por completo para empaparse. Su esposo la besó.

—No está tan fría.

—Te gusta México, podemos ir a sus playas o a las aguas termales.

—Antes hay algo que debo decirte.

—Yo primero.

—Te escucho.

—¿Cómo pudiste tener sexo conmigo y con Roman después de eso?

—No pude, no he vuelto a estar con Roman desde que lo terminé. Contigo fue diferente, porque me excitaba la idea de estar contigo, muy elegante sin olvidar tu tono rudo— sonrió al decirlo en voz alta—, a pesar de que fue rudo, que fue un tanto sadomasoquista, pero en todo momento lo mantuviste como un espacio seguro.

—En el BDSM y bondage hay palabras de seguridad, ¿por qué en algo improvisado no?

—Si alguna vez necesito que pares, si tengo algún fogonazo de ese momento, ¿te detendrías? — derramó lágrimas de forma inconsciente.

—¿No es lo que acabo de decir?

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora