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—Los chicos perdieron todo...

—Por aquí, preciosa.

—Mira nada más.

—Conque este es tu sueño.

—Es suficiente para mí, ¿ese es el tuyo?

—Exactamente. Hola, hermano.

—¿Cómo están?

—Sabes lo más loco, solo hay cuatro autos como ese en todo el mundo y yo tengo el único en el hemisferio occidental. Le hice a un jeque en Abu Dhabi una oferta que no pudo rechazar.

—Lo hubieras visto, parecía niño en navidad.

—Ahora llevaré a esta belleza a dar un paseo. Tenemos que irnos.

—Yo conduciré.

—¿Eso? Por favor, olvídalo.

—No, este no. En ese— llegó una chica morena con el mismo coche.

—Significa que hay dos en el hemisferio— se burló Kelly.

—¿Sabes qué ambos? Siempre podemos brillar juntos. Ve a cambiarte, tenemos cosas que hacer.

—¿Lo llevarás cuando se acabe la luna de miel?

—Oh, no. Aún faltan muchos sitios por conocer: iremos a Montecarlo para reírnos de los latinos, a Cancún a nuestra luna de miel y debo ver a mi contacto, ahora con Reyes fuera de la jugada, mi negocio ya es internacional.

—¿Ahora tienes una mafia?

***

Cancún

Playas de fina arena blanca, aguas azul turquesa y espectaculares arrecifes de coral que yacen frente a sus costas. Había hoteles, restaurantes, centros comerciales y clubes nocturnos para escoger, para salir de uno e irse corriendo al de al lado. Jesse amaba la comida china, Kelly comenzó a amar los platillos típicos mexicanos, aunque Roman se esmeraba es que probaran de todo, pues, al ser una zona turística bastante popular a nivel mundial, había de todo tipo de gastronomía.

Bucearon, demostraron que eran pésimos jugando golf, no eran lo suficientemente ricos para amar ese deporte de la élite. Manejaron motos acuáticas y se relajaron en el spa solo para tachar esa casilla en la lista. No se consideraban personas de cultura y, aun así, fueron al Museo Maya de Cancún, fueron a El Meco, El Rey, San Miguelito, Tulum, Cobá, Muyil. Fueron a tiendas de diseñador porque Roman consideraba que Toretto merecía solo lo mejor.

—¿Alguna vez te he dicho por qué amo los atardeceres?

—Solo disfruto que tú lo hagas.

—Por favor, ya casi el año y no me has platicado mucho.

—Este trabajo suena a mucho sexo.

—¿Por eso no hemos conseguido, aunque sea, un triste departamento?

—Creí que te gustaba aquí.

—Nunca dije eso.

—Pero...

—Pero si volteo a ver a algún hombre, te sientes amenazado; tú aún ves a las lindas piernas.

—Oye, Kelly, no... te compré un collar, tiene lindos diamantes— se apresuró a sacarlo de la bolsa de terciopelo, pero una vez más, él no entendía a qué iba todo aquello.

—Es precioso— le brillaron los ojos por la luz que irradiaban, quiso ponérselo, mas ella lo apartó. Roman la atrajo hacia sí para que se recargara en su pecho y disfrutaran de la vista.

***

—Buenos días.

—Hola, bombón— comenzó a besarle el rostro y cuello.

—¿No prefieres esperar a que traigan el desayuno?

—He estado pensando que te he ofendido con las joyas...

—No, para nada, enserio son hermosas...

—No te las quisiste poner.

—No uso, en el tiempo que llevamos juntos, ¿alguna vez viste que trajera alguna pulsera, anillo, arete en cualquier parte de mi cuerpo? No las acostumbro, la única que se me obsequió, la guardo en mi mochila, un pasador.

—¿Te lo dio Leon, nuestro anfitrión?

—No— dijo de forma incrédula, iba a objetar cuando sonó el teléfono—. Dame un segundo— se levantó de la cama—, ¿diga? Hola, Dom. Sí, yo también te extraño. ¿Enserio? ¿Ya tan pronto? Iré en el próximo vuelo.

—¿Entonces te vas?

—Mía está a punto de dar a luz, si me apresuro, quizá la alcance.

—¿Alguna vez has pensado en eso?

—No...

—Oh, lo podemos dejar para tu regreso.

—Me parece bien— le besó la comisura de los labios, algo rápido para tomar su celular y mochila antes de correr fuera del pent-house.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora