87

273 9 0
                                    

Juliana volvió a cargar a su hijo, aún era muy pequeño para entender lo que sucedía, sabía que el trabajo de sus padres no era convencional y, por tanto, no podía ir a la escuela con los demás niños sin vigilancia, sus padres debían estar totalmen...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Juliana volvió a cargar a su hijo, aún era muy pequeño para entender lo que sucedía, sabía que el trabajo de sus padres no era convencional y, por tanto, no podía ir a la escuela con los demás niños sin vigilancia, sus padres debían estar totalmente de acuerdo en todo lo que a su educación y vida social concernía. Su madre revisó que todo estuviera en la mochila y se la colgó antes de cargarlo, no contestaba a sus preguntas, veía que quería llorar y, por laguna razón, no lo hacía. Juliana lo había hecho frente a su hijo, pero esta vez era diferente.

Los señores que trabajaban para sus padres seguían haciendo llamadas, su madre sostenía el rosario que le regaló la abuela, lo apretaba con excesiva fuerza. Las camionetas daban muchas vueltas, ahora eran un blanco y los noticiarios empeoraban todo, no podían ir directamente hasta el hangar si no era para despistarlos primero. Fue un viaje de una hora, incluso fueron hasta las afueras en espera de no ver autos sospechosos. No podían bajar la guardia.

Al llegar al hangar, Han ya daba indicaciones a todo mundo, Elle ayudó a Daniel a subir al avión, Juliana quería correr detrás de su hijo y su amigo lo detuvo. La joven indicó que lo llevaría a salvo al refugio y no fue suficiente, necesitaba aferrarse a su hijo ahora que no sabía si volvería a ver a su esposo. Cuando entendió que era por seguridad, entregó la mochila a la cuidadora, que el niño no abriera la caja dentro, era información clasificada, Elle prometió cuidarlo con su vida.

Han la subió al auto y ordenó a los escoltas limpiar las casas de seguridad, todo marcharía como si fuera una semana normal hasta que Juliana diera la orden contraria. La mujer intentó serenarse todo lo posible, en vano, claro, nunca había pasado por eso y no entendía cómo su familia ha sobrevivido a eso por tanto tiempo y repetidas veces. Le pidió ir a su departamento de soltera cuando le informaron que su esposo entró a cirugía. Esas operaciones solían durar horas, más considerando el daño grave que sufrió.

Se puso los pupilentes rojos y se pintó el cabello, no dejó el tinte lo suficiente. Han no objetó, quizá era su forma de lidiar con el dolor y por eso siempre lo traía de tono distinto. Volvió a ser rubia platinada y se puso los lentes de sol luego de cambiarse de ropa, tomó su equipo y siguió a su amigo. El coreano condujo a toda prisa hasta el hospital, ya estaban ahí Deckard y Kelly, la rubia la abrazó y aseguró que su hijo había llegado con bien.

—Acabamos de llegar— Deckard la abrazó—, va a salir de esto.

—Owen va camino al refugio— alentó Kelly—. Gracias por traerla.

—No fue nada— le besó la sien.

—¿Hay noticias?

—Ninguna.

Deckard la jaló para que tomara asiento, había un ventanal por donde podían ver la cirugía, pero el británico pidió que se cerrara cuando llegara la esposa, ya eran suficientes angustias. Pero ni siquiera tocó el asiento cuando las máquinas comenzaron a pitar, Juliana se aproximó y Deckard la jaló de vuelta, la platinada se jaloneaba y lloraba con desesperación, antes de que Kelly reaccionara, Han ya la tenía abrazada y esta se apretaba para amortiguar el llanto, ya era suficiente con que su amiga estuviera así. Luego cesaron y Juliana se quedó quieta un momento, asustada por la respuesta.

—Logramos estabilizarlo, está fuera de peligro— Juliana derramaba lágrimas de alegría—, sugiero que suban, les avisaremos cuando lo pasemos al cuarto.

—Gracias— dijo Deckard antes de que la joven se colgara de su cuello—. Pronto podrás abrazarlo.

—Gracias por sostener mi mano.

—Siempre, ahora vamos por café.

—¿Subimos? — preguntó Han a la rubia.

—Han, necesitamos respuestas.

—Hay que esperar a que Leon despierte para saber si avisamos.

—Llamaré a Dom.

—Todavía no, debes esperar a ver qué conclusiones sacó Leon.

—¿Diga?

Creí que vendrían todos.

—Leon sigue en el hospital, lleva a Daniel y a Elle al refugio, mis hijos están ahí.

Soy soldado, no niñera.

—Te pago por hora y por niño.

No me pagas.

—Bien, iremos a la brevedad.

Llamen si necesitan algo.

—Jul, apaga la luz.

—Apágala tú.

—¿Kelly?

—Sí, tu esposa hace las llamadas de rutina.

—¿Y Daniel?

—Con la abuela.

—Me matará.

—¿La abuela o Juliana?

—La que me vea primero.

—No sé si podré salvarte de eso— ambos rieron, pero él se quejó—, sin risas, de acuerdo. Háblame, ¿qué pasó?

—Nos emboscaron.

—¿Los reconociste?

—No.

—Leon tienes que hacer un esfuerzo, tu hijo casi muere.

—Kelly— reprendió Deckard desde la entrada.

—Déjala, tiene razón, si algo le pasa a Jesse o Isabella, se enfrentaría al doble de problemas de los que Juliana y yo podríamos causar.

—¿Dejaron algún cabo suelto durante su misión aquí?

—No— se giró Kelly—, Hobbs mató a Reyes y durante la persecución, Dom y Brian terminaron con todo el que se atravesara.

—Entonces hay otra sombra del pasado.

—¿Por qué atacar ahora?

—Reunió lo necesario— se encogió de hombros—, llama a Dom y yo llamaré a Hobbs en busca de más información.

—Le diré a Juliana que despertaste.

—No le digas nada de esto.

—Ya está en medio, dudo que quiera hacerse a un lado.

—Nunca ha disparado, nunca ha estado en una misión.

—Jamás es tarde para empezar.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora