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—¿Qué fue todo eso?

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—¿Qué fue todo eso?

—¿Qué cosa?

—Eso de la señora Alfa y el discurso de Letty.

—Fui yo tratando de dar apoyo moral.

—¿Y lo diste?

—No hay nada que la consuele en estos momentos.

—Y, sin embargo, no derramas ninguna lágrima como ella.

—Alguien debe tener la cabeza fría.

—¿Para qué?

—Eres hermano mayor de Owen, ¿no? Entiendes lo que significa ser la cabeza de familia y tener que proteger a los tuyos... Pues a mí no me tocaba llevar las riendas de la familia desde que tengo 19 años— sus ojos se cristalizaron—. No es fácil.

—La familia es lo más importante para un Toretto.

—He de suponer que, para un Shaw, también lo es.

—Y no te equivocas.

—¿Quieres pasar? Creo que hay whisky y vodka en mi bar, no sé cuál prefieras.

—No bebo cuando estoy de misión.

—Sí, yo tampoco debería— se encogió de hombros y abrió la puerta, pero no se pudo cerrar porque él entró detrás de ella.

—Solo uno.

—Uno no es ninguno— le extendió la bebida.

—La personalizaste.

—Solo desempaqué, sé que ninguno lo hizo porque no vamos a durar mucho tiempo aquí, pero me ayuda a pensar.

—¿En qué?

—Todo y nada, ¿qué haremos a continuación? ¿Podré salvar a mi primo? Él casi no lo logra la última vez y yo tampoco.

—Por lo que sé, has podido con eso y más.

—¿Por lo que sabes?

—Hobbs ocultó tu expediente cuando fuiste encubierto con mi hermano.

—¿Te dijo cómo me infiltré? — trató de que no le temblara la voz.

—No lo sobre pienses.

—No lo pienso siquiera.

—Quizá necesitas pensar menos.

—O no hacerlo— susurró ella quitándose la chaqueta.

Deckard le quitó la bebida de la mano y ella se giró para atrapar sus labios. Él la sujetó del cuello con fuerza haciéndola jadear. Rodeó el cuello de su interlocutor y este la levantó del suelo para llevarla a la cama. La dejó caer y enseguida se puso encima suyo para seguirla besando. Kelly le quitó el saco y le arrebató la camisa casi de un tirón. Los besos se intensificaron y ella gemía entre rose y rose de sus pieles, pues no tardó en desprenderla de su top y dejar sus senos al aire.

Flexionó la rodilla para apoyarla en la pierna de él y acariciarlo con los dedos de su pie. Él sonrió sobre sus labios y ella se mordió el labio inferior. Deckard se levantó y ella le quitó solo el cinturón para enredarlo en su mano, era algo que le gustaba usar y la fuerza de él le excitaba, aún se notaba todo el entrenamiento militar que alguna vez tuvo. Él jaló de los tobillos, comenzó a besar su estómago mientras desabrochaba el short y comenzó a descender. Llegó al monte de venus y ella arqueó la espalda.

Le quitó la prenda y ella abrió las piernas para que la viera mejor. Deckard le rompió el encaje y metió dos dedos en ella, exploró la zona, ella apretó su brazo para intentar frenarlo y, contrario a eso, él movió sus dedos con frenesí para hacerla gemir con fuerza. Soltó el cinturón para apretar las sábanas de su cama. Fue cuando él aprovechó para levantarse y quitarse pantalón y bóxer, ella deseó tenerlo dentro cuanto antes.

Se sentó para masturbarlo y enseguida la acostó y volteó, se colocó detrás de ella, rozó sus glúteos con la punta antes de entrar de lleno en ella. Soltó un quejido, lo dijo con el hermano y lo confirmaba con él: después de un negro sí se siente. Se removió debajo de él, señal suficiente para tomarla de la cintura y comenzar las fuertes y profundas embestidas, Kelly gemía con cada una de ellas. La jaló del cabello para ponerla en cuatro y, antes de invadirla de nuevo, puso el cinturón en su cuello y ella rio excitada. Lo tomó con fuerza, la jaló a tiempo que la penetraba y la hacía gritar.

Kelly comenzó apoyarse sobre su pecho, ladeó la cabeza. Deckard soltó el cinturón. Con una mano sujetaba su cintura y con la otra apoyaba su espalda baja. Ella se movía a ritmo que él y levantó la cabeza cuando le dio una nalgada. Giró a verlo, suplicando más con esa mirada lasciva que compartía con él. La levantó para que su cuello quedara a la altura de sus labios y poder depositar besos ahí y en su hombro. Ella lo vio de nuevo y sus labios fueron atrapados con lujuria.

Entraba y salía de ella con fuerza, seguro su cuello quedaría con marca, si no era con el cinturón, sería con sus enormes manos. Deckard la azotó de nuevo a la cama, le dio otras dos nalgadas antes de salir, gimió con fuerza al sentirse liberada. Le presionó la espalda con fuerza para que no se moviera y entró por atrás. Se le saltaron lágrimas por lo brusco de la intromisión, el gemido fue más sonoro, la tomó de ambas muñecas para hacer las embestidas aún más profundas.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora