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Habían ido a ver un departamento más grande, con algo más que lo básico

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Habían ido a ver un departamento más grande, con algo más que lo básico. Hattie vivía en América con Luke, pero pensaban regalarles ese departamento ahora que cumplían cinco años de casados. Deckard y Kelly barajearon la posibilidad de que fuera una casa, pero acordaron que tener un par de habitaciones extras eran suficientes, pues aún quedaban las propiedades de la abuela, de Magdalene. Era exactamente lo mismo, solo añadían las habitaciones, una de ellas era exclusiva de ellos y sus armas, de sus reliquias de misiones anteriores, ahora solo se concentrarían en ellos.

Rápidamente lo amueblaron con lo necesario, invitaron a la familia a una cena para presentarles la nueva residencia Shaw Toretto, incluso Leon y Juliana estaban ahí, la matriarca los recibió como parte de su familia porque quería mucho a Toretto, ya que la ayudó a reunir a sus hijos de nuevo, a Kelly por añadir a Hattie de nuevo a la familia. León y Juliana eran los mejores amigos de Kelly, ella era como una hermana menor, así que fueron bien recibidos.

Juliana no quería opacar el momento de su amiga, pero todos lo notaron, así que no le quedó de otra que confesar su embarazo. Kelly sonrió con nostalgia y ternura, estaba tan feliz por ella, ya le quería hacer una habitación al bebé cuando fueran a visitarlos. Deckard le sonrió sabiendo todo lo que pasaba por su cabeza. Le puso el brazo en el respaldo, ella le sonrió y él la tomó del mentón para besarla.

—¿Podemos hablar?

—Dime.

—¿Cómo te sientes?

—Creo que bien.

—No creo que tu amiga sepa que perdiste un bebé.

—Lo estoy manejando bien, tu hermano y yo estuvimos un tiempo en terapia...

—Eso no me dice nada.

—Ya lo hablé con Deckard, el por qué avancé sin tanto problema, creo que me evadía, para mí era más fácil evadirme que pensarlo.

—¿Owen es bienvenido siempre?

—Claro que sí.

—Deberíamos salir alguna vez solo tú y yo, aún creo que te cohíbes con todos nosotros juntos.

—Gracias por aceptar a mi familia.

—Oye, también son familia, ¿no?

—Gracias— abrazó de forma genuina, eran pocas las veces que ellas dos coincidían por sus agendas, su respectiva familia, su cuñada intercalaba estancias entre Estados Unidos y Samoa, al igual que la rubia, si no estaba en Londres, la encontraban en Río o Cancún.

—Somos hermanas, sabes que puedes llamar cuando quieras, pilotearé el avión de ser necesario.

—Me tienes que enseñar, ¿oíste?

—Claro que sí, es como andar en bicicleta— cómo le explicaba que ella no sabía.

***

Siracusa

—¿Te gustó?

—Por supuesto, tienes buen ojo.

—Claro que sí— levantó su mano para hacerla girar sobre su propio eje y ella sonrió como tonta.

—¿Entonces no queda duda?

—No, cariño— la besó con pasión.

—Me encanta cuando haces eso— sonrió sobre sus labios.

—Y no me cansaré de hacerlo— se abrazaron y sus teléfonos sonaron.

—Creo que es el mío— titubearon ambos antes de ver los nombres. Corrieron al coche, él pisó el acelerador respetando los señalamientos lo más que podía y sin soltar la mano de su esposa, quien maldecía en portugués, italiano, inglés y español, seguro el otro lado estaban igual o peor.

—¿Juliana Strong?

—Acaba de entrar a quirófano.

—¿Venía sola?

—Su esposo entró con ella.

—Somos amigos de la familia, ¿podría avisar que estamos aquí, por favor?

—Por supuesto.

—Gracias.

—Ven a sentarte— la jaló hacia la sala de espera, vio que jugueteaba con las manos, que tenía un tic en la pierna, así que mejor la guio a la cafetería.

—No era necesario.

—Sí lo era— le acarició el rostro.

—Algún día, nosotros estaremos adentro y ellos esperando.

—¿Han pasado años, cómo vas con las pesadillas?

—¿Aún grito?

—No, nunca lo has hecho, te mueves lo normal.

—Que la persona que apenas y se mueve me lo diga, no es una recomendación "normal".

—¿Te burlas? — la rubia se carcajeó por lo bajo.

—Para nada, mi amor, es un cumplido— le dio un sorbo a su café—. Es mi forma sutil de decirte que quiero una cama más grande.

—No, sino no podré abrazarte.

—Te gusta tener el control en la cama y eso incluye el colchón.

—Exactamente.

—Igual, amo dormir en tu pecho.

—Tengo una perfecta visión de tu cuerpo cuando lo haces.

—Deberíamos volver.

—O ir a la habitación.

—¿Mi mejor amiga está expulsando un bebé al mundo y tú piensas en sexo?

—Fue tu culpa— mordió su labio inferior.

—Vámonos.

—¿Ya estás más tranquila?

—Logras ese efecto en mí.

—Tenemos que conocer al nuevo integrante de la familia— le tendió la mano.

Llegaron de vuelta a la sala de espera, claro que fue mucha, Juliana se negaba a tener cesárea, era doloroso, implicaba mayor tiempo en cama para el reposo y su trabajo requería que se moviera. La mafia tenía un heredero y eso no significaba que bajaran su calidad de trabajo porque hubiera un bebé por ahí. Terminaron su café malo y barato del hospital. Deckard hizo un par de llamadas antes de que saliera Leon a buscarlos dando la noticia de que el bebé nació.

—Oh, Santo Cielo, es maravilloso.

—Muchas felicidades

—¿Ya podemos pasar a verlos?

—Por supuesto, los esperan.

—¿Sanos?

—Tan sanos como se puede estar.

Kelly se colgó del brazo de su viejo colega, amigo y amante, emprendieron ese camino juntos hasta la habitación que le habían dado a la castaña, quien no perdía ese aire juguetón que la caracterizaba, el bebé ni siquiera había abierto los ojos al nacer un par de semanas antes, pero la madre ya hacía caras y mimos. Debían estimular su desarrollo, era muy pronto, Juliana estaba maravillada por haber concebido vida, por tener entre sus brazos al fruto de su amor con Leon.

—Mi niña hermosa— besó su frente y la castaña le tendió al bebé, envuelto en mantas, se veía tan diminuto, sus ojos se cristalizaron—. ¿Y bien?

—Daniel.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora