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—Permíteme— le abrió la puerta

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—Permíteme— le abrió la puerta.

—Qué caballero— le acarició la barbilla y él le besó la mano, su forma de decir que quedaba pendiente esa conversación.

—¿Traes tus pistolas?

—¿Parezco alguien que sale sin ellas?

Ambos entraron con tiento, con la guardia baja, era como volver a casa después todo ese tiempo, ese taller tan familiar, traía buenos recuerdos. Ahí fue donde Leon aprendió a reparar coches, donde le enseñó a su hermano cómo lograr esas mejoras fascinantes que el equipo adoptó y conservó en su memoria. Gracias a Jesse que aprendieron a usar el nitrógeno para acelerar pronto, de manera más óptima. Dom codeó a su prima, había una foto de los cinco Toretto, tiempo antes incluso del accidenten. Había fotos de su madre, no de su padre, de la madre de Leon. Toda una vida de la que se despidió hacía tanto.

—El lugar se ve igual.

—Como lo dejó tu papá.

—Buscamos a Jakob— dijo la rubia.

—No puedo ayudarlos.

—Sabemos que te encargaste de Jakob cuando Jack murió.

—Lo peor que le puedes hacer a un Toretto es quitarle a su familia y eso le hiciste a Jakob— se dirigió a Dom, luego señaló a la rubia—. Tú tienes a gente que te quiere, que cuenta contigo y tú con ella, que te cuida; él no tiene nada. Si te interpones, terminará con uno de ustedes bajo tierra.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora