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—La belleza de las oficinas públicas— dijo Mía al llegar con los planos—, registros públicos

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—La belleza de las oficinas públicas— dijo Mía al llegar con los planos—, registros públicos.

—Aquí tiene el dinero, en evidencia— señaló Brian.

—Necesito que me escuchen un segundo— dijo Tej.

—Esto será bueno— se burló Kelly.

—Estamos hablando de entrar a una jefatura de policía, ¿reconocen esas palabras? ¿Nadie? ¿Los azules? ¿La justicia? ¿La ley? ¿Puercos? No nos agradan.

—Las jeafturas intentan evitar que la gente salga, no que entre— dijo Brian.

—Una misión furtiva, entramos y salimos sin que nadie note que entramos— dijo Kelly con su tono específico, ella iba a tomar la misión como propia.

—Al menos para saber el modelo de la bóveda— Dom acotó, pero no pensaba en ella.

—Entonces la bóveda y luego... que locura. ¿Quién se supone que hará todo esto? — todos voltearon—, ¿a qué se refieren? ¿Por qué yo?

—Porque eres el más hablador— dijo Brian.

—Definitivamente— dijo Tej.

—No voy a ir.

—Permite que te enseñe cómo debe entrar...

***

Kelly golpeó su barbilla con la mesa y escuchaba sus pieles golpearse, se aferraba al borde mientras él la apretaba de las caderas para lograr embestidas más fuertes y penetrarla aún más. Ambos jadeaban de placer. Ella se apoyó en sus codos y él aprovechó para jalarla del cabello y atrapar sus labios con pasión. Kelly le mordió el labio inferior y él se quejó. La soltó para tomar su miembro y penetrarla por detrás, ella gimió de dolor por entrar de una, él le besó el hombro y ella asintió, así que comenzó a aumentar el ritmo.

—¿Quieres que me quede?

—Hasta la pregunta ofende.

—Igual debo volver temprano.

—Yo te llevo.

—Gracias por no usar el cinturón— sonrió al pasárselo.

—Ahora no te tomaste las pastillas.

—Me puse el diu, pero no por eso dejes de usar condón.

—Ya lo sé, estás en medio de un trabajo, así que no puedes tener hijos.

—¿Tú has pensado en hijos, después de... mí?

—He hablado con alguien, pero no hemos hablado a futuro.

***

Roman iba con la caja de evidencia del FBI entre las manos, con la placa colgando del cuello y su cartera sobre la caja. Kelly llevaba huaraches y vestido floreado de vuelo, lentes de sol con marco rosa que hacía juego con su vestido, el cabello alborotado y le seguía de cerca, disfrutando de su juego de ser la rubia tonta. Brian y Tej se quedaron en la camioneta apostando al respecto. El ascensor se abrió y el primero en salir fue él. Dejó la caja en el mostrador y comenzó a endulzarle el oído, pero ella no entendía ni una palabra. Kelly no se acercó a la ventanilla porque aguantaba la risa.

—¿Cómo está? Agente O'Conner, del Buró Federal de Investigación.

—Dice "caucásico".

—Estoy bronceado. Trabajo en un caso y necesitamos guardar la evidencia aquí. Necesito entrar para ver dónde se guardará.

—No puede.

—Sé que eres un profesional, y te respeto, enserio. Y parece que haces ejercicio...

—Ay, ya, ¿puedes terminar? — dejó que el guardia la viera—. Hola, ¿qué tal? Estamos de vacaciones y su jefe no respetó que no es horario laboral, ¿podría abrir esa cosa?

—Estará seguro.

—Déjame echar un vistazo— dijo Roman.

—No.

—Por favor, apoya a un hermano.

—No, y no eres mi hermano.

—¿Hermano de otra madre?

—Nadie entra excepto personal autorizado.

—Al menos modera tu tono— jaló a Roman—, si estuvieras del otro lado, te tiraría los dientes.

—¿Me está amenazando?

—No sé, usted dígame.

—Llamará a la embajada.

—¡No! Estamos bien— se apuró Roman a empujar la caja por el compartimento—. No tenemos que llamar, aquí está la caja.

—Te juro que, si recibo otra llamada de tu jefe, te dejaré aquí— espetó Kelly bajo la atenta mirada del oficial, tomó la mano de Roman y lo jaló hacia el elevador.

—¿Era necesario todo eso?

—De todos modos, iba a usar esa carta.

—Era mi trabajo, no tenías que venir.

—Presumes tanto de tu actividad sexual, pero, cuando una mujer quiere tomar las riendas, solo te limitas.

—¿Entonces lo arruinó? — inquirió Brian.

—Veamos qué hay aquí— dijo Tej al activar el robot.

—Todavía no sabes conducir— dijo Roman—. Ahora veo por qué siempre tienes accidentes, ni siquiera puedes conducir un auto a control remoto.

—Necesito que te calles.

—No me voy a callar.

—Es obvio que no sabe.

—Lotería.

—2,1 por 3,6 con muros de acero reforzado de 45 cm y núcleo de cobre aislado resistente al plomo. Cerradura electrónica de clase 3 con un activador Griffin y lector biométrico de palmas. Diez toneladas de seguridad de primera.

—¿Quieres un momento a solas con la bóveda? — se burló Kelly.

—¿Cómo sabes eso? — dudó Brian.

—Tenía una vida antes de concoerte.

—Es una belleza.

—Mientras sigues babeando, comenzaré a movernos— se pasó a la parte de enfrente con algo de dificultad, no le importaba si se le veía la ropa interior, ellos estaban más concentrados en cómo abrir esa belleza.

—¿Eso es bueno?

—Una belleza porque primero se hará la difícil, no importa cuánto la acaricia, cuánto la ame, al final, no habrá forma de que se entregue...— no pudo terminar porque Kelly frenó de golpe, los chicos se golpearon en la parte trasera y, obviamente, se detuvieron las risas.

—Tej tiene razón— asomó la cabeza.

—Ahora te tengo que enseñar a conducir— se quejó Roman al ir hacia enfrente con ella.

—Resulta que lo haces mejor que yo.

—Te puedo enseñar.

—¿Y a conducir también? — a lo que Roman sonrió y le besó la mano.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora