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León y Kelly esperaron a que subieran el resto

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León y Kelly esperaron a que subieran el resto. Volvieron a la casa. Letty fue la primera en irse, seguida de Leon, pues sabía que la rubia no abandonaría a su primo y debían buscar a su hermano; escoltaría a Letty y volvería por los hermanos, no pensaba en abandonarlos ahora. Kelly escuchó el altercado afuera, los gritos, así que salió con Mía pisándole los talones. Dom tenía la escopeta y Brian le apuntaba con el arma, seguro su arma de servicio.

—Jesse— corrió a abrazarlo y lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas.

—Dominic, lo siento mucho, no sé lo que hago. Estoy muerto de miedo, no sé qué me ocurre.

—¿En qué pensabas? — espetó al dejar caer la escopeta.

—Entré en pánico, lo siento. ¡Ayúdame, por favor!

—Tranquilo, Jesse— habló la rubia sin querer soltarlo y, acto seguido, estaba cubierta de sangre y con su hermano encima.

—¡Jesse! — los escuchaba gritar a todos y no entendía lo que pasaba hasta que Dom trató de ayudarla y soltó un grito de dolor, las balas habían perforado sus brazos.

—Dom, no vayas— hablaba Mía entre el llanto.

—Ay, no, ¡Kelly! — la subió al auto—, debo llevarte a un médico.

—Conozco a alguien— dijo con esfuerzo.

—Dime hacia dónde.

—Tienes que volver por mi hermano y enterrarlo, ¿oíste?

—No me hables como si fueras a morir.

—Esto no es una despedida, cielo— le tomó el rostro mientras él conducía a toda velocidad, trataba de concentrarse en el camino, sabiendo que no podía descuidarla.

—Kelly, vamos, mírame, ya llegamos.

—Deja toco, no vaya a ser que no esté— quiso bajar del auto y casi cayó de bruces al abrir la puerta, Leon le sujetó la cabeza viendo cómo sangraba de la nariz. Perdía mucha sangre y comenzaba a temer por su vida, de nuevo, la rubia quiso levantarse y no se lo permitió, al contrario, la cargó dentro. La casa tenía la puerta abierta y la llevó hasta la cocina.

—A la vieja muerta me la baja de la mesa— espetó una señora al desviar la vista de los trastes.

—No, mamá, es Kelly— corrió una joven de cabello lila platinado y lentes grandes y redondos, se asustó, pero alcanzó a reaccionar, llevó el botiquín quirúrgico y pidió a su madre que le llevara toallas y agua—. ¿Hay más heridos?

—Dom vendrá por ella, vamos a irnos, en cuanto nos instalemos te pagaremos...

—Es lo de menos— intentó sonreír mientras lavaba la herida.

—Gracias, pequeña— le besó la sien y salió de ahí.

—Juliana— intentó abrir los ojos—, reconocí tu voz.

—Muy bien, cariño, tienes tres heridas de bala, en el otro tienes dos, solo una salió, así que no te vayas a mover porque no tengo anestesia, ¿entendido? ¡Mamá, prepara otra estación, Dom viene en camino!

Juliana Cantos era miembro de la comunidad, muy amiga de la familia Toretto, fue Mía quien la llamó a acercarse, pero no se consideraba parte de la familia. Había crecido en las calles, igual que ellos, parte de las carreras y disfrutando de ese tipo de vida. En una ocasión evitó que Mía fuese lesionada en el choque, a partir de ello dejó el volante, pues tardó en recuperarse. Aprendió a manipular todo ese tipo de equipo y era ella quien los curaba cuando había accidentes.

Kelly intentaba no moverse, pero el dolor era incesante, saberse ultrajada y que muchas veces, la bala era empujada, así que debían abrir la herida para mejor manipulación del metal. Se sintió aliviada al escuchar que las balas golpeaban el plato cuando las dejaron caer. No abrió los ojos hasta que Juliana terminó de manipularla, puso gasas en cada herida y pronto envolvió cada zona.

—Gracias— sonrió aún con lágrimas en los ojos.

—Debes descansar.

—Subiré a tu cuarto...

—Ni se te ocurra.

—Dom— se alegró tanto de verlo, quiso levantarse, pero el dolor la hizo volver a su sitio, este le tomó la mano y la besó.

—¿Cómo te sientes?

—Seguro mejor que tú. ¿Cuánto ha pasado?

—Dos días— pausó un momento y volteó a ver a la enfermera—, Mía se encarga de los actos fúnebres.

—¿No fue una pesadilla? — volvió a llorar—. ¿Dónde está León?

—Ya se fue.

—¿Nuevo hogar?

—¿Llevarías a Kelly?

—¿A dónde? — inquirió Juliana mientras lo sentaba y comenzaba a limpiar las heridas.

—Harán escala en Colombia, allá las recogerán.

—Claro, si nos quieres seguir— dijo Kelly.

—Alguien debe cuidar a Mía— sonrió Juliana—. La llevaré y mi hermano la puede entregar a tu enlace.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora