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—¿Ahora marcas territorio?

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—¿Ahora marcas territorio?

—Bien que te encantó ese beso.

—No quiero estar aquí cuando llueva sangre.

—La tuya, será— se divirtió la rubia.

—¿Quieres hablar?

—¿Me puedo lanzar contigo? Es la primera vez que hago esto.

***

—Kelly.

—¡Esto es increíble! Hay que hacerlo de nuevo— aterrizaron.

—Yo primero.

—Estaré bien— se dejaron caer por una alcantarilla.

—¿Te mareaste?

—Cariño, no es la primera misión que tengo, ahora hay que apegarnos al plan.

—Cronómetro en 45 minutos, entramos y salimos— dijo Hobbs.

—Vuela en pedazos esta fábrica de muerte, recuerda el pasillo, sin armas.

—Sí, tienen que estar vivos porque al final del pasillo, el escáner de retina debe ser compatible para abrir.

—Detrás de mí.

—Shaw— torció los ojos.

Deckard abrió la puerta y diez sujetos voltearon hacia el recién llegados. Kelly y Deckard comenzaron a golpearlos a todos. Ahora era como una danza entre los dos para derribarlos, dejarlos inconscientes sin matar a nadie. Uno disparó y él alcanzó a cubrir a su esposa con el chaleco antibalas. Quien le quitó el bastón y golpeó a quien se les acercara. Shaw presumía de su elegancia y Kelly se concentraba solo en cubrir a su esposo. Acceso denegado.

—Un segundo.

—¿Enserio?

—¡Ven a hacerlo tú!

—Yo digo que será el último.

Las puertas se abrieron y los tres levantaron sus ametralladoras para apuntarle a quien fuera, eran más de veinte blancos, imposible no salir heridos. Brixton les daba la bienvenida y la rubia trataba de no tensar el agarre, ahora no solo era rescate y supervivencia, él tenía pleito casado con su esposo, era vigilancia al doble. No la suficiente, los golpearon en la nuca y los tres perdieron el conocimiento.

—Kelly.

—No hables tan fuerte.

—¿Estás bien?

—Nos están observando— se quiso tocar la cabeza y le fue imposible, estaba esposada a una silla.

—Debo admitirlo que es poco elaborado, técnicas de interrogación antiguas de operaciones encubiertas.

—Nunca he estado en una— pensó en voz alta.

—Permíteme estrenarte, ¿recuerdas, Deckard?

—No le hagas nada— espetó Hobbs y, si el mastodonte estaba preocupado, debía estarlo ella también.

—Recuerdo muchas cosas de esos tiempos.

—Solo soportarán cuatro.

—Yo podría con cinco.

—¿Cinco? ¡Bien!

Giró una perilla, Deckard y Luke se retorcieron en su lugar, el segundo soltó un quejido. Kelly, por su parte, no pudo aguantar el grito, incluso Hattie se asustó al escucharla. Deckard se removió tratando de alcanzarla, así que Brixton la alejó de él y volvió a encender el aparato. Kelly soltó lágrimas de desesperación y gritó con más fuerza, su esposo le gritaba que la ayudaría y, entre tanto apoyo moral, insultó a Hobbs por abrir su bocota; quien temía que algo le pasara a Toretto.

—Shaw— suplicó con voz temblorosa.

—¿Y cómo la vas a salvar?

—Suéltala, ella no ha hecho nada.

—Cariño— sollozó y entonces sí, él estuvo aterrado de verdad. Kelly apretó las piernas mientras negaba por lo bajo.

—No me digas que había un mini Shaw ahí dentro.

—No— su rostro se deshacía de dolor y no soltaba el reposa brazos.

—¿Te platicó de nuestras operaciones?

—Lo conoces mejor que yo— trataba de no sonar tan mal.

—Kelly...

—Es gracioso ver cómo el odio entre seres humanos es más fuerte que su intento de supervivencia.

—Desátame y te lo mostraré.

—No golpeo embarazadas.

—Ya no lo estoy— dijo entre dientes, pero ya no escuchaba el alardeo del Superman Negro, trataba de aferrarse a la consciencia por el bien de la misión. Su esposo la necesitaba.

—Déjalos ir— Hattie se escabulló y le apuntó a la cara a Brixton.

—Muy bien, chicos, cálmense, la necesitamos viva. Los dejo ir, ¿o qué?

—O sentirás una suave brisa en el centro de la frente.

—No me dispararás— su cuñada apretó el gatillo, pero nada pasó—. Porque necesitas un chip de activación para disparar esa pistola.

—Pero qué tal esto— apareció el científico con un lanza llamas. Hobbs se soltó de un tirón y Deckard hizo una maniobra con la silla.

—Sáquenla de aquí— exclamó Deckard.

—No, me necesitas— Kelly habló, creyendo que había exclamado, pero estaba por perder el conocimiento.

—Vámonos— exclamó Hobbs, la cargó con cuidado y subió a una camioneta con Hattie y Deckard pisándole los talones—. Conduce.

—¿Y Hattie?

—Ya viene, cariño.

—Me debe un vodka.

—Creí que era un tequila.

—Hattie, ¿dónde está la máquina?

—En el segundo camión.

—Yo me encargo.

La otra TorettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora