Arc. 4. Cap. XI: Trueno y rayo

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Boíc..., boic..., bobel..., bobul...

El sonido de goteos sobre agua inunda el lugar, la sensación de estar recostado sobre un cuerpo acuoso era lo que podía sentir. Se sentó y, miró a su alrededor solo para ver que estaba en la sala delante de la celda de Kurama, pero había algo extraño: la enorme reja que lo separaba de Kurama estaba abierta de par a par, pero Kurama no estaba ahí. Intentó llamarlo, sin embargo, no recibió respuesta. Entonces fue que recodó sus palabras: "Pero descuida, si llego a morir este sello que te mantiene en mi interior se romperá y tú podrás ser libre otra vez". ¿Así que... ahora está muerto? Si en verdad lo estaba significaba que Kurama había sido liberado en medio de la ciudad de Lilith mientras Sirzech y Ajuka están debilitados, eso significaba que la destrucción del infierno era cien por ciento segura...; no obstante, eso no le provocó entusiasmo alguno, ¿y por qué lo haría? Estaba muerto, nada importaba para él en estos momentos.

Tras minutos de analizar y organizar las cosas en su cabeza fue que al fin pudo pensar en todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. En lo más profundo de la celda de Kurama, un tenue brillo carmesí era divisable; intentó ver aquel resplandor con mayor detalle al tornar los ojos, pero este se comenzó a adentrar en la oscuridad de la celda.

—¡Espera!

Naruto se levantó de un salto y corrió detrás de aquella llama, adentrándose en su oscuridad. El azabache estaba tan ofuscado en perseguir a aquel ente que no notó que las rejas detrás de él se cerraron, impidiéndole salir. A medida que se iba adentrando en aquella cueva de oscuridad, esta le iba cerrando el paso, impidiéndole ahora ver la entrada y salida de aquel lugar. Después de estar persiguiendo a aquella luz rojiza durante varios minutos, un pequeño punto blanco se comenzó a volver visible a la distancia; por cada paso que daba la luz se intensificaba y crecía en tamaño.

Naruto se detuvo cuando alcanzó a aquella esfera roja brillante, la cual se había detenido de un momento a otro. Aquella esfera de luz estaba hecha de una sustancia extraña, parecía alguna clase de cuerpo gelatinoso que emitía un brillo incandescente, pero no emitía calor alguno. Quiso tocarlo, y de hecho estaba por hacerlo, pero una especie de látigo hecho de algún material negro se envolvió alrededor de su muñeca y tiró de él hacia el suelo.

—¡¿Qué demonios?!

Más látigos emergieron de la oscuridad a su alrededor, envolviendo ahora sus tobillos y su otra muñeca. Naruto intentó luchar, pero fue inútil. Un latigazo golpeó su abdomen, produciéndole un gran dolor y ardor; expresó sus dolencias en forma de un profundo siseo. Otro látigo se estrelló contra él, esta vez en el costado. Una profunda y oscura risa se escuchó desde lo profundo de la oscuridad, la risa era tan fuerte que al ojizarco le retumbaron los oídos y el pecho.

Así que caíste en mi trampa, ¡jo, jo, jo!, ¡qué ingenuo!

—●○●—

—¿Cómo vamos a diremos esto a la pequeña Koneko? ¿Cómo le explicaremos esto a Serafall?

—No tengo ni idea.

Sirzech y Ajuka estaban aún de pie en sus lugares, ambos mirando fijamente el cuerpo sin vida del ojigarzo, el cual aún mantenía los ojos abiertos mirando al cielo con un abismo reflejado en ellos. Al parecer, la suerte al fin se le acabó al azabache. Sirzech estaba por acercarse al cadáver para cerrar sus ojos pues a pesar de que Naruto había sido un genocida, parricida y posiblemente un psicópata, desde niño se le había inculcado respeto hacia los enemigos pues ellos igualmente son guerreros y tienen sus motivos y razones; sin embargo, ni bien movió un pie, algo comenzó a moverse debajo de la camisa del azabache, al parecer algo quería escapar de su abdomen.

Naruto: Akuma no NekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora