Vol. 6 Cap. I: Cazarrecompensas

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Yukiko ya estaba despierta, pero aún mantenía los ojos cerrados. Pasados unos cuantos segundos, la chica estaba segura de que había algo raro. Primero no conseguía ubicar qué anomalía la estaba perturbando, la oscuridad nublaba su vista; luego, cuando aquella sensación que la inquietaba hizo que abriera lo ojos, escaneó su entorno, comenzando desde encima de un hombro hasta el otro. Su mirada se quedó clavada en una mata negra que estaba a poco más de un centímetro de su frente.

—¡Cochino! —abofeteó al hombre recostado junto a ella al momento que gritaba.

El ojizarco cayó de lado como un árbol recién talado.

—●○●—

La pareja de fugitivos caminaba por un sendero que conducía al poblado, procurando una distancia de al menos un metro el uno del otro. La Lucifuge avanzaba con la cabeza un poco inclinada y con un casi invisible tinte de vergüenza en las mejillas; en un minuto enviada algún que otro vistazo a su compañero, quien no dejaba de frotarse la mejilla. La silueta de su mano había quedado impresa en un color rojo en la mejilla del hombre.

—Este... ¿Y ahora qué haremos? —preguntó ella. Se sentía obligada a hacerlo. El silencio la estaba torturando.

—Como ya había dicho: vamos por algo de ropa antes de ir al escondite.

—Oh..., es verdad.

Siguieron caminando en silencio por unos minutos.

—Te recuerdo que tú fuiste la que se me acercó porque tenías frío —comentó él de la nada,

—¡Cállate!, ¡cállate!, ¡cállate!

—¡Hey!, ¡ey! ¡Deja de pegarme!

Al llegar al pueblo, ambos avanzaron con cuidado por los callejones. Naruto había advertido de la presencia de soldados en el lugar. Honestamente a veces envidiaba la capacidad de detección que tenía el tipo, ¡su rango era impresionante! Al comienzo, cuando le advirtió de los soldados, no le creyó, era imposible que pudiera sentir sus auras desde esa distancia; no fue hasta que estuvieron a unos veinte metros de la entrada al poblado que ella pudo sentir lo que él sintió cientos de metros atrás. Los pensamientos de la joven fueron interrumpidos cuando él le hizo una seña para que se detuviera y otra para que se acercara a oír.

—¿Encontraron algo?

—A como un kilómetro y medio de aquí hay un campamento abandonado en el bosque.

—Eso significa que están por la zona. Contacta con el sargento del décimo pelotón de rastreo e indícale que haga un barrido en esa zona.

—¡Sí, mi comandante!

Asomándose por el recodo del callejón pudo ver a un grupo de soldados. Su compañero le dio una palmada en el hombro para llamarla.

—¿Ves la tienda al otro lado? —le dijo en un susurro.

Volvió a asomarse para ver a lo que se refería. Al otro lado de la calle en la que estaba el grupo notó la tienda a la que se refería el ojigarzo.

—Sí. Pero ¿ya viste quienes están en la misma calle?

—De ellos me encargo yo: voy a distraerlos. Tú entra a la tienda, ahí me reuniré contigo.

—¿Estás seguro? —cuestionó la idea del hombre, su confianza era encantadora, aunque a veces podía ser excesiva.

—Estoy en condiciones óptimas, puedo hacerlo.

—Okey, si tú lo dices —dijo, resignándose en un suspiro.

Lo siguió con la vista hasta perderlo cuando dobló por callejón que habían ignorado metros atrás. Se mantuvo atenta a los movimientos del grupo para determinar cuándo se debía mover. Oyó el crujido de un cristal cayendo hecho pedazos en la dirección que había seguido Naruto; al parecer eso fue suficiente para hacer que el grupo se moviera. Una vez sintió que las firmas de energía se habían alejado lo suficiente, cruzó por la multitud de civiles hasta entrar a la tienda.

Naruto: Akuma no NekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora