Arc. 6 Cap. X: ¡El Santo Grial!

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¡Amaterasu! (¡Diosa del Sol!)

El grito retumbó en lo más recóndito de la zona serrana próxima a la ciudad de Bran. Una mancha trazada como fuego se encendió sobre unos árboles aislados en la cima de la montaña, incinerando ambos troncos y follajes en cuestión de segundos. Y aunque su color fuese negro como el telón que cubría el cielo, aun así, irradiaba luz, la suficiente para ahuyentar la oscuridad que se cierne en las zonas rurales, donde la luz artificial de las ciudades es poca o nula.

¿Amaterasu? ¡Qué original! —se oyó un rugido humorado en los tímpanos del azabache.

«¿De qué te sorprendes? Quería completar el set de los "Tres Hijos Nobles"», fue la explicación que le dio al gigante de nueve colas. Un fino hilo de sangre se iba deslizando en su mejilla mientras hablaba con su inquilino.

Un escalofriante silencio opacó los ruidos fuertes y ligeros en los alrededores. Una superstición le llegó a la cabeza. Algo malo estaba por ocurrir. Los vellos del cuerpo se pusieron tan erizados como su cabello. Algo malo está por ocurrir. De nuevo los ruidos vuelven, pero ahora son solo sonidos fuertes. Su mano se acerca poco a poco hacia su bolsa de herramientas. Los grillos grillan con más fuerza. El corazón le palpita en los tímpanos. Los búhos ululan con más fuerza. Un músculo fino y alargado le palpita en el cuello al ritmo de un espasmo. Un dedo ya rozaba el mango enrollado en cinta deportiva de uno de sus kunáis.

Como si decenas de reflectores se encendieran a la vez para iluminar todo un estadio, un resplandor tiñó todo de blanco por un segundo y medio. Todavía medio aturdido por el repentino bombardeo blanco el azabache se volteó hacia la ciudad a la que le estaba dando la espalda al momento que se hizo la luz. Flotando sobre la ciudad de Bran había un halo de luz gigantesco que iluminaba todos los pedazos de la ciudad, sin importar que no estuviera levitando exactamente sobre el centro de la urbe capital del nuevo gobierno.

No muy convencido de lo que estaba viendo entrecerró los ojos para esclarecer lo que el aro de luz cubría. Lo que ocultaba era un círculo mágico con grabados que jamás había visto, aunque a juzgar por el patrón tenían que ser el estilo personal de grabado de algún dios; pero ¿cuál de todos? No parecían runas nórdicas, ni sánscrito, ni kanji, ni ningún tipo de escritura particular de una facción.

«Kurama, ¿reconoces eso?»

No, jamás había visto ese tipo de escritura.

«Hm, ya. Ni modo, tenía que probar suerte», pensó resignado a no poder reconocer ni conocer esos símbolos raros. «¿Yukiko?», sus pensamientos viajaron hacia la Lucifuge que se había quedado en la habitación de hotel que compartían. Una sensación de que estaban tirando de su espalda lo alertó de que la chica estaba llamándolo con el kunai personalizado que le entregó días antes de llegar al país europeo donde los Tepes gobiernan.

«¿Tienes alguna idea de qué sea eso?», le preguntó a su inquilino.

No, ninguna —respondió el zorro—. Aunque no creo que sea algo hostil, creo que es un hechizo pasivo, no uno de ataque. Lleva un buen rato flotando sobre la ciudad, de ser un hechizo ofensivo la ciudad no existiría ya a juzgar de las dimensiones de ese círculo mágico.

«Sí, tampoco pienso que sea un ataque», estuvo de acuerdo con el zorro. Era poco probable que se tratara de un hechizo ofensivo, el tamaño del anillo en el cielo reflejaba una demanda gigantesca de energía; aunque podría ser útil porque la ciudad era relativamente pequeña, consideraba que un hechizo así era poco práctico por la demanda de energía que ocuparía efectuarlo.

«¿Alcanzas a sentir alguna presencia importante?», le preguntó. Los tirones en él se sentían más insistentes, casi como si lo estuvieran jaloneando hacia atrás.

Naruto: Akuma no NekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora