Pretérito: Resolución final

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La batalla al fin terminó... El cielo ahora se tiñe de color negro como la noche a pesar de a penas de mediodía, por todas partes hay columnas de humo que cubren al sol, el sonido de la madera quemándose y los lamentos de los heridos son lo único que se escucha en esta estepa devastada. Dos días duró esta batalla, una compañía de treinta y cinco contra toda una división de enemigos. Ahora solo estoy yo en esta estepa. Los refuerzos nunca llegaron.

Habíamos sido emboscados, todo se trató de una trampa. La misión era supuestamente simple: eliminar un campamento de nekomatas desertores; pero al llegar nos recibió toda una división de demonios pertenecientes a la Vieja Facción. Nos ocultamos dentro en trincheras improvisadas para resistir hasta la llegada de los refuerzos. Pronto todo escaló a un combate a muerte, toda una lucha sin honor.

El terreno está ahora irreconocible. Lo que alguna ves fue una estepa verdosa ahora no es más que un gigantesco charco de lodo cubierto de cadáveres, balas, mangos de madera que antes habían estado unidos a espadas, gruesas esferas de metal que habían sido disparadas desde cañones en las colinas, partes de armas de fuego de todo tipo y calibre,... y tú.

La batalla ya terminó, ganamos... ¿pero a cuántos tuve que sacrificar? Le juré a tu hermano que te iba a proteger a ti y a tu hermana, le juré a tu madre que te protegería en esta misión, me juré a mi mismo que saldríamos tú y yo de esta... ¿Y ahora qué? Solo estoy yo aquí. Te veo junto a mí, pero no es más que un cascarón vacío de lo que alguna vez fuiste tú, un cascaron que hace no muchas horas protegía tu ser. Luchaste hasta tu último respiro, incluso cuando cobardemente te atacaron por la espalda seguiste avanzando entre las líneas del enemigo. Viéndote aquí junto al resto de cuerpos del enemigo me culpo por no haberte detenido, por no continuar insistiéndote a permanecer tras las trincheras.

Con la delicadeza de una pluma muevo con la yema de mis dedos los mechones de cabello que salpican tu rostro. Tus ojos todavía reflejan las hojas de los árboles, pero ya no hay nadie que vea lo que ellos. Tu cabello sigue siendo tan suave como antes, tu piel aún conserva un poco de tu calor. Las telas que te cubren están empañadas con la sangre que escapa de ti. Con tus restos entre mis brazos te siento tan cerca de mí y a la vez tan lejos de aquí. ¿Por qué tuviste que dejarme así? Me siento tan miserable en estos momentos. Ni siquiera puedo liberar mi carga pues mis lágrimas regresan a mí al resbalar con mi máscara. No encuentro el valor de retirarla de mi rostro..., no después de haberte fallado. Cómo me gustaría volver atrás el tiempo para aprovechar más cada momento que pasé junto a ti.

—Kitsune-taii, permítanos quemar el cuerpo.

Malditos buitres, se aparecen cuando ya todo terminó. Solo saben borrar la evidencia de nuestra participación en estas cosas. Aquel proceso del que hablan los buitres no es otra cosa más que una tapadera patética para borrar cualquier prueba que señale la participación del clan en cualquier asunto controversial. No les permitiré hacerte eso a ti.

—No, no les permitiré hacer eso.

—Pero ese es el protocolo.

—¡Me importa una mierda el protocolo! Ustedes no van a acercársele a este cuerpo. Buscan su máscara, ¿verdad? Ahí la tienen, llévensela.

Ellos no responden, su vocabulario se limita a poco más de cien palabras. Toman tu antifaz sin cuidado, como si fuera un objeto cualquiera. Cómo quisiera estrellarles mi puño en sus malditas máscaras de pájaro, enterrarles las astillas en el rostros y verlos sufrir como yo lo estoy haciendo. Y entonces se desvanecen. Los buitres son como nubes: silenciosos como la brisa y brutales como la tormenta.

Jiraiya-sensei alguna vez me dijo que "después del trauma viene la claridad". No podría estar más de acuerdo con él. Viendo el panorama tan desolador que me rodea es cuando me doy cuenta de lo negligente que es mi padre y lo incompetente que es el Consejo. A ellos no les preocupa cuántos tengan que morir, siempre y cuando no puedan ser culpados de ello.

Los casquillos de bala y cuchillas de lo que alguna vez fueron espadas vuelven al terreno fangoso en una superficie imposible de caminar sin tropezarse. Cada paso debe ser cuidadoso y no se puede despegar la vista del suelo. Las botas se hunden en el lodo hasta el tobillo. Respirar es imposible por la cantidad de humo y polvo que ondean en el aire. Hay que tener cuidad con los cadáveres que hay tirados en la estepa pues están muy cerca unos de otros, muy a penas hay un espacio entre el brazo y la axila para pisar, y aún así hay que seguir teniendo cuidado para no resbalarse con casquillos o raíces de flores desprendidas por las explosiones.

Es tan pronto para ponerme a pensar en lo que pudo ser de nuestras vidas si nada de esto hubiese ocurrido, pero simplemente no consigo dejar de imaginármelo. Me siento más y más miserable mientras incrementan todos aquellos recuerdos que jamás viviremos; siempre me creí alguien muy creativo y con una imaginación fascinante para realizar estrategias y diseñar mis propias técnicas..., ahora aquella bendición se convierte en mi mayor tormento.

La lluvia golpea nuestros cuerpos sin piedad. La naturaleza es tan indiferente a nuestro sentir y a nuestros deseos. Me duele el pecho, pero no tengo heridas en él; las piernas me duelen, pero no puedo rendirme aquí. El terreno ya es más rígido y sólido, ya no es fangoso, pero aún así hay restos de armamento usado por los demonios en su emboscada. Para cruzar los gigantescos casquillos de artillería debo rodearlos porque mis pies solo pueden arrastrarse. Tengo cuidado con las ramas y troncos inclinados de los árboles semidestrozados para evitar que se enrede tu cabello o que las ramas dañen tu piel. No logré salvarte, pero al menos preservaré tu cuerpo.

Ya no siento las piernas ni los brazos, es como si me los hubieran arrancado; pero aún continúo andando y cargándote. Siento sus miradas entre los árboles, por tres noches no han dejado de verme. Me siguen a donde quiera que camino, no se apartan más de cien metros de mí... No sé de qué me sorprendo, después de todo no pueden dejar que el hijo de su líder muera...; pero sí que pueden dejar morir al resto de nekomatas. Qué mierda.

Las hojas y los troncos a mi alrededor se están borrando lentamente. Debo resistir, las puertas de bienvenida al territorio nekomata ya son visibles a la lejanía. Mis pies siguen raspando el suelo con la punta de mis botas. Todo a mi alrededor empieza a difuminarse. Voces se oyen a lo lejos. Intento enfocar lo que hay frente a mí pero me es imposible, no tengo fuerzas ni para caminar.

—¡Ayúdenlo! ¡De prisa!

—¡Llamen a Masahiko-sama! ¡Su hijo ya llegó!

—¿Qué es esa ropa que lleva puesta?

—¡Eso no importa! ¡Traigan una ambulancia, lleva a un herido entre los brazos!

Mi cuerpo se sacude con fuerza tan pronto mis rodillas chocan con él. Toda mi fuerza está en mis brazos para no dejarte caer. Ya no lo soporto: el cansancio me está venciendo. Las pisadas se acercan. Los buitres ya se han ido. Por fin... puedo... descansar...

El cielo llora por ti, llora de alegría porque al fin estás ahí. Ninguno de nosotros merecería el Cielo por todo lo que hacemos, pero tú..., tú eras diferente... Tu siempre luchaste por lo correcto, no asesinaste sin justificación. Muchas veces desobedeciste mis órdenes para salvar inocentes de la destrucción que creamos a nuestro paso. Y es por eso que te respeto, Haruko; y aún desde la distancia rindo mis respetos hacia ti, hacia lo que representaste para mí, para mis ideales y para mi forma de pensar. Nunca te lo dije, pero creo que tú fuiste el pilar principal para mi ideal y meta de conseguir una verdadera paz en el mundo y no solo un acuerdo redactado en una hoja de papel. Borraré de este mundo la injusticia de los gobiernos para que los que están porvenir nunca conozcan ni sufran la negligencia de sus gobernantes, que no conozcan la guerra y que nunca se vean obligados a tomar un arma.

Te juro conseguir la paz por la que tanto luchaste y sacrificaste, y te juro que a pesar de que tu familia ahora me odie por no haberte podido salvar del cruel destino que tuviste, los protegeré. Todo por ti y por las metas que no pudiste alcanzar.

Gracias, Haruko. Nunca te olvidaré, amiga mía.

Naruto: Akuma no NekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora