Arc. V Cap. VIII: ¡Hora de fugarse!

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Las patadas siguieron lloviéndole. Sus extremidades se estaban entumecieron y le costaba más cada segundo poder enfocar lo que estaba viendo. El corazón se le alivió cuando las yemas de sus dedos tocaron el metal frío de la cuchilla. Se aguantó las ganas de cubrirse de los golpes para no perder la posición del cuchillo.

—¡Ponte de pie, idiota!

El azabache agarró el cubierto antes de verse forzado a parase. Tan pronto lo voltearon para que encarara a sus agresores, enterró y sacó la cuchilla en el cuello del que estaba frente a él. Este dio un siseo y retrocedió cubriéndose el cuello.

Naruto se pegó a la pared con la guardia aún en alto. Lo que veía a penas se comenzaba a enfocar. El guardia al que había atacado se desplomó en el suelo como muñeco de trapo. Una cascada roja chorreaba de su cuello. Los dos restantes observaban con incredulidad como su compañero se desangraba en el suelo.

Prestando mayor atención a sus facciones, adivinó que se trataba de los tres guardias con los que había peleado en el cuarto de regaderas. Antes de que alguno saliera de su estupor para atacarlo, él se adelantó y corrió hacia ellos. Enterró el cuchillo en la cuello de uno y tiró de él para abrírselo por un lado. La sangre chorreó de inmediato.

Al darse cuenta de que era el último intentó escapar; pero el ojigarzo atrapó su tobillo y lo hizo caer de bruces al piso. Luchó por levantarse, pero una rodilla en la espalda lo inmovilizó; intentó gritar por auxilio, pero una mano le sostuvo la boca y tiró de su cabeza hacia atrás para dejar su cuello expuesto; entonces el filo de la cuchilla viajó de lado a lado, penetrando profundo la piel del guardia. Los último ruidos que pudo hacer fueron gorgoteos. La sangre explotó de su laringe y se empezó a extender debajo del cuerpo todavía vivo del desafortunado guardia.

Naruto agarró los explosivos envueltos que habían caído al suelo y las llaves de las celdas, y después salió de su celda sin preocuparse por el estado de los guardias. Seguramente morirían en pocos segundos más; y en caso de no ser así, ninguno de ellos se podría comunicar a tiempo para salvarse. Miró hacia el cubículo de Yukiko y la encontró viendo la escena que había dejado con los ojos bien abiertos. Caminó hacia ella mientras buscaba la llave de su celda.

—Cambio de planes —dijo y dio con la llave que buscaba—, nos escapamos ya.

La Lucifuge solo pudo subir y bajar la cabeza sin aún acabar de procesar lo que había pasado en tan solo unos segundos. Regresó al mundo real cuando el sonido metálico de las bisagras hizo eco en sus tímpanos. Ella sale del cubículo y camina junto a Naruto hacia la puerta del módulo.

—Los uniformes de esos guardias no nos van a funcionar —dice él—. Necesitamos unos para pasar desapercibidos.

—¿Y qué tienes en mente? —preguntó. Su respuesta le fue dada, no con palabras, sino acciones.

El nekoshou dio un fuerte golpe a la puerta que seguramente se sintió hasta el otro lado. No pasó mucho para que estas empezaran a separarse.

—Prepárate.

Ella entendió de inmediato a lo que se refería. Tan pronto enfocaron a los dos guardias que habían estado custodiando su módulo, cada uno atrapó a uno de ellos y los arrastró hacia lo profundo del módulo para romperles el cuello.

—¡¿Qué estás haciendo, cochino?! —ella gritó al volumen de un susurro.

—Cambiándome, ¿qué no ves? —respondió al mismo nivel de voz.

Cuando ambos se hubieron vestido y ocultado los cuerpos, salieron del módulo y caminaron por los pasillos de la prisión. El azabache trataba de recordar la ruta que había diseñado con los planos que le habían dado; Yukiko solo se limitaba a seguirlo, depositando toda su confianza en que el azabache sabía lo que estaba haciendo.

Naruto: Akuma no NekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora