Arc. V Cap. I: Prisión Abaddón

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La lluvia cae con fuerza sobre el dañado inframundo, el agua inunda los cráteres y crea arroyes entre los escombros; los pilares colosales de humo que llegan hasta el cielo continúan ardiendo a pesar de la lluvia. Los pequeños animalitos se ocultan debajo de troncos caídos, los animales grandes andan al asecho en la distancia, ocultos detrás de cortinas de lluvia. La sangre que aún manchaban la tierra, los escombros y las calles se limpiaban.

Mientras los cielos se lamentan lo sucedido, los demonios trabajan reconstruyendo sus hogares, sus tierras; soportando la lluvia que sin piedad golpea sus cuerpos. El sudor que les corre por la piel se camufla entre las gotas de lluvia que se deslizan por sus cuerpos.

En la profundidad del inframundo, más allá de los territorios de los clanes de diablos marginados, encima de una colina rocosa y sin pasto hay una megaestructura. El edificio, además de estar ocultado dentro de un océano de árboles altos y robustos, es rodeado por un colosal cinturón de montañas que también lo protegen.

—¡Abran las puertas!

Acompañadas de un estruendoso y grave rechinido de las enormes bisagras de metal, el enorme y grueso par de puertas se abren para dejar entrar a un séquito de soldados encabezados por la reina y esposa del rey demonio Lucifer. Los centinelas sobre la colosal muralla de más de doce  grosor y sobre las torres de más de cinco no despegan sus agudos ojos del sujeto encadenado en el centro de la cohorte demoniaca.

Tan pronto la escolta pasa la muralla de piedra, el par de gigantescas puertas de metal se vuelven a cerrar con un estruendo que rebasa el llanto del cielo. El eco de pisadas sobre el frío pavimento del sendero que guía a la entrada del edificio resuena entre la lluvia.

El séquito se detiene frente a las puertas principales de la megaestructura. Grayfia miró al guardia que había dentro de una cabina y asiente. Un zumbido se oye provenir del portón de la prisión. A un ritmo uniforme el portón fue abierto, rebelando un largo pasillo iluminado por lámpara en el techo, distanciadas cinco o seis metros la una de la otra. Antes de que siguieran avanzando, la escolta es interrumpida por la sirvienta.

—El Señor Lucifer confía en la seguridad de esta prisión. No lo decepcionen.

El diablo con el más alto rango después de ella asiente en silencio, ella devuelve el asentimiento. Entonces, con un círculo mágico, ella desaparece.

La escolta avanza por el pasillo, el sonido de sus pisadas y de las cadenas raspando el suelo golpea y rebota en las paredes. Al final del pasillo se hallan con dos guardias, quienes resguardan otro par de puertas metálicas.

—¿Este quién es?

—El nuevo recluso,

Uno de los guardias revisa una tabla con papeles que tenía en su mano, el otro guardia se acerca hacia el azabache con un collar metálico en la mano.

—Naruto Ōneko…, cubículo 11 del módulo especial… Bien, nosotros nos encargamos de ahora en adelante.

Los escoltas asienten y regresan al exterior de la prisión. Tan pronto el eco de la puertas llega hasta ellos, ambos diablos miran al azabache, quien los ve con impaciencia.

—¿Y ahora q…?

Naruto no consigue terminar su pregunta porque una descarga eléctrica le recorre todo el cuerpo y lo hace caer al suelo con un gran dolor en cada músculo. El demonio que le había puesto aquel collar metálico se agacha a su altura y le dice con una expresión de asco total.

—Escucha, imbécil, el collar en tu cuello libera descargas que pueden llegar hasta cinco millones de amperios. Ni siquiera alguien como tú podría resistirlo.... Es gracioso, ¿sabes? Estos collares fueron hechos especialmente para bestias como dragones, y ahora los estamos utilizando con sujetos como tú. ¡Ja! Vaya que eres un desgraciado desafortunado.

Naruto: Akuma no NekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora