Capítulo IV: el príncipe del Infierno

1.6K 115 12
                                    

Rizevim Livan Lucifer, primogénito del infame rey de la Tinieblas, quien fue exiliado de los Cielos por Dios mismo, y de la reina del Infierno, la primera mujer creada por mano propia del Altísimo, el mayor de 101 hermanos y, además, instruido desde que era un crío por el Mal en persona no podía estar más disgustado con la tarea que se le había encomendado: reclutar a un mocoso berrinchudo que masacró a su familia por necio.

«¿Dónde mierda se metió ese mocoso?», se preguntó al ver que lo rodeaban puros pinos. Había estado caminando por este maldito bosque por más de dos horas buscando a ese niño infeliz, ¿dónde carajo se pudo haber metido? «Lo que uno tiene que hacer para ganarse el favor de su jefe indiferente», fue su pensamiento irónico. Era el jefe de toda una facción, y aun así debía seguir órdenes.

«¿Eh?, ¿qué mierda...?», había pisado algo con una textura bastante extraña. Se inclinó para ver lo que había debajo de su zapato. «¡Qué asco!», bajo la suela de su zapato había una masa marrón oscuro que por su olor y textura reconoció era excremento.

—●○●—

Bajo unas oscuras nubes de tormenta pobremente iluminadas por los últimos rayos del sol, Naruto se encontraba subiendo unas escaleras anticuadas de roca que al principio parecían no tener fin, pero que ahora podía adivinar que faltaban unos cincuenta escalones más antes de llegar al rellano. Al final, a parte del descansillo, también estaba la entrada a un pequeño santuario abandonado, que era donde tenía planeado instalarse hasta que las cosas se calmaran.

Sus pensamientos se dirigieron a la situación del Inframundo, en especial las noticias posteriores a la masacre. Había oído que su hermana fue adoptada como pieza de la hermana de Sirzech, Rias. Conocía a esa niña, no podía decir que era un pan de Dios del todo, por irónico que suene; pero sí que era de voluntad y pertinacia casi inquebrantables. Estaba seguro de que Shirone estaría en buenas manos con ella, sin embargo, el hecho de que aceptara dejara atrás su sangre pura para volverse un medio demonio era, a su parecer, algo detestable.

Abandonó sus pensamientos para no tropezar en el último escalón antes del rellano. Las puertas del santuario eran tan viejas como sus paredes, además, no pudo evitar notar lo gris que estaban los pilares bermellón que sostenían el techo curvado hacia arriba. Entró al santuario y descubrió, aunque no fue una sorpresa, que el interior estaba igual o peor que el exterior: los pilares casi habían perdido su color rojo, había goteras en el techo, las paredes de madera estaban hinchadas por la humedad y, en general, había demasiado polvo esparcido que ocultaba los colores del templo. También, aunque le costó, pudo distinguir indicios decorativos que le dieron a entender que este templo, por algún tiempo, sirvió para la veneración a Inari.

«No es lo mejor, pero pues como dicen: "A caballo regalado, no le mires el dentado"», se contentó con el simple hecho de tener dónde dormir sin tener que mojarse. Aprovechando que la lluvia a penas había empezado a caer, se apuró a desempacar sus cosas. Con tablones que encontró tirados armó una base pasa su futón y un escritorio improvisado en donde poner sus pergaminos en blanco y tinta especial.

Una vez todo estuvo organizado se acercó al escritorio y no perdió el tiempo para elaborar pergaminos trampa y de almacenamiento, alguno que otro también los hizo de supresión, pero principalmente de los dos primeros. Para cuando el cielo soltó toda su artillería, Naruto ya se había gastado dos frascos y medio de tinta en pergaminos.

A medio terminar de dibujar un kanjí, los vellos se le erizaron como puercoespín, el pincel de punta fina con el que había estado dibujando se le cayó de su mano temblorosa. Con los ojos bien abiertos, el ojigarzo se quedó viendo a un punto en el espacio. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué de pronto se puso a temblar? Todo esto se sentía tan macabramente familiar... Intentó calmarse con una bocanada, pero el aire entró y salió en intervalos sincopados. Pasó saliva para humectar su garganta.

Naruto: Akuma no NekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora