Arc. 4 Cap. IV: El territorio Astaroth.

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El frío viento de la oscuridad pasó junto a Naruto, agitando sus nuevas prendas y el nuevo trozo de tela que lo recubría sobre su indumentos; caminando se encontraba el azabache a través de las de las tristes y solitarias calles del territorio Astaroth. Toda la población había sido desalojada del terreno y llevada a un lugar seguro en el inmenso territorio del 'Gran rey' del inframundo.

Se sentía aburrido y no encontraba cómo desaburrirse, o eso fue lo que pensó. Instantes después de que aquel pensamiento cruzase por su cabeza, una inconfundible voz para sus oídos llegó a él desde su espalda.

—No esperé encontrarte aquí, Naruto...

¡Oh! ¿Cómo olvidar esa voz que hace años repetía "otra vez, otra vez, otra vez..."? Se dio media y encaró a quien le hablaba. Detrás de él había un hombre alto, joven de aparentes veintitantos años, cabello negro peinado en chonmage,¹ revestido con un haori azul claro con las mangas de rayas de montaña clara y un hakama negro, un tasuki blanco cruzado sobre el pecho y atado en la espalda, además un par de sandalias geta. En el costado derecho de su cintura reposaba en su funda, peligrosa y mortífera, una afilada katana.

—¡Vaya! Pero si no es otro que Okita-sensei. ¿Qué lo trae a un lugar tan solitario y fúnebre como este? —preguntó el pelinegro con una sonrisa intrépida. El ahora identificado como Okita Sōji, el capitán de la primera división de shinsengumi,² frunció ligeramente el entrecejo antes de volver a hablar.

—Eso te debería estar preguntando yo, Naruto. ¿Qué es lo que haces en el hogar de Beelzebub-sama? —cuestionó el demonio, atento a cualquier movimiento por parte del azabache.

Naruto, sin dejarse turbar por el tono amenazador que acompañaban las palabras dichas por el demonio espadachín, sonrió aún más amplio y contestó.

—Estaba aquí, vagando por este desierto de ciudad, buscando y pensando en alguna forma para eliminar este aburrimiento que inunda mi espíritu... Pero parece que ya encontré ese objeto que borrará mi aburrimiento —dijo y comenzó a dirigir su mano hacia su espada envainada.

Todo apuntaba a que una batalla se desataría en aquella desalojada avenida, pero Sōji intervino antes de que Naruto pudiera envolver con su mano el mango de su alfanje japonés diciendo con un tono tranquilo pero imponente.

—Yo que tú no haría eso —dijo y cruzó sobre su pecho sus brazos. Naruto alzó una ceja, entre curioso y divertido. Estaba por preguntar, pero sintió a lo que Sōji se refería. Entonces la voz de Kurama se escuchó en la profundidad de su cabeza.

¿Así que ya lo sentiste, gaki? Estás rodeado por más de cincuenta demonios listos para acabar contigo tan pronto desenfundes esa espada tuya —advirtió el enorme zorro de nueve colas a su carcelero. Naruto, sintiendo aquellas cincuenta presencias, se abstuvo de continuar desnudando su espada, y viendo a su antiguo maestro y compañero de kenjutsu, pronunció con divertida sonrisa en el rostro.

—Ya veo. Así que esto era una emboscada, ¿verdad? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta. Sōji no afirmó sus conjeturas, ya que era bastante obvia la respuesta; solo se limitó a continuar con el proceso de arresto.

—Naruto Ōneko,³ bajo los cargos de asesinato en masa, intento de homicidio, terrorismo y por delito de parricidio es precisa su rendición. Háganos un favor y entréguese de manera voluntaria y sin oponer resistencia —dijo mientras de un compartimento interno de su haori agarraba unas esposas que tenían una gran cantidad de sellos de supresión. Naruto, mientras, reía al ver el par de grilletes mágicos en manos del demonio reencarnado—. ¿Qué es tan graciosos, Naruto?

—Me resulta divertido que pienses que por no haber desnudado mi arma significa que me estoy entregando —dijo mientras se reía descaradamente del demonio frente a él. Sōji soltó un suspiro cansado y volvió a guardar las esposas mágicas en su compartimiento interno.

Naruto: Akuma no NekoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora