Capitulo. 53

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Quien hubiese pensado que después de haber evitado por años todas las absurdeces que imponía la sociedad, terminaría inmiscuyéndome en uno de los eventos más importantes de la temporada.

El baile de la reina...

Por supuesto, no se trataba de un verdadero evento organizado por la realeza, en su lugar se trataba de un baile que cada año realizaba uno de los hombres más ricos de Londres, el viejo Strauss. Un alemán retirado que ganó mucho dinero durante la última guerra y que, al estar completamente solo, decidía gastarlo en fiestas del más puro estilo colonial de Alemania. La alta sociedad llegaba de todos los rincones de Inglaterra para asistir al evento, pues era conocido como el lugar perfecto para forjar negocios lucrativos y matrimonios de alta alcurnia.

— Recuerden muy bien el plan... — Susurré cuando finalmente la larga fila de personas que aguardaban a entrar, nos llevó a la puerta principal. — No queremos errores.

Tan solo contábamos con unos días de preparación, pues no podíamos perder la pista de Teresa y aquel era el único evento donde podríamos encontrar a Boris, aunque a decir verdad ese hombre poco y nada me importaba en esos momentos.

El sudor ya corría por mi cuerpo incluso antes de llegar y tan solo bastó el anuncio del mayordomo de la mansión, para que un nudo se formase en mi garganta. El salón de la mansión Strauss era, por mucho, uno de los lugares más lujosos e impresionantes a la vista; sus paredes finalmente decoradas en madera clara y colores dorados, daban la impresión de estar dentro de un cofre de joyas, los pilares de mármol se extendía una gran altura hacía el tejado, enmarcando la enorme cúpula de cristal que maravilla a todo quien entrase. Incluso desde la entrada pude vislumbrar la impresionante orquesta que se encontraba dispuesta al final del salón, mientras que los laterales eran ocupados por mesones repletos de comida y sillas vacías, ya que todos los invitados se habían unido al baile de bienvenida.

Por supuesto, nadie prestó atención a nuestra presencia, todo gracias al señor Roland, que había preparado una identidad falsa e invitaciones; así que para efectos de los demás invitados, tan solo se trataba del señor Connor Praud, su joven esposa Sheila... Teresa lucía tan diferente a lo acostumbrado que aún me costaba creer que aquella chiquilla podía lucir como una imponente mujer gracias aún vestido costoso y una peluca; sin embargo, la muchacha aún conservaba su carácter sumiso y podía sentir como se aferraba fuertemente a mi brazo.

Thomas se había negado en rotundo a qué ella se involucrase en nuestro nuevo plan, pero fue la propia morena quien decidió acudir con la intención de ayudarme a identificar al tal Boris. El señor Roland también nos acompañaba; sin embargo, él solo sería un refuerzo que actuaría cuando fuese el momento.

El lugar estaba lleno de personas que pude reconocer, cosa que tal solo aumentó mis temores... Esperaba que mis malos presentimientos se quedasen solo en eso, pensamientos inconclusos.

— ¿Le ves en alguna parte? — Susurré cerca del oído de Teresa, el sonido de la orquesta no terminaba de opacar las conversaciones de las personas.

— No... Hay muchas personas. — Murmuró claramente intimidada.

No debía olvidar que Teresa era solo una adolescente y consciente de que aquella situación podría sobrecogerla, decidí guiarla hasta uno de los extremos del salón dónde no llamaríamos demasiado la atención. Debía cuidar de ella hasta que fuese el momento de marcharse, pues me negaba a exponerla... Lamentablemente, el color de su piel parecía ser un problema para muchas personas y me negaba a qué aquella distinción insignificante pudiese colocar a la muchacha en el centro de la jauría de lobos ególatras que pululaban por el lugar.

— Es frustrante, todos los hombres lucen igual. — Murmuró, quizás sin darse cuenta de su queja. Una ligera sonrisa se formó en mi rostro reteniendo una carcajada, tenía razón.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora