Capitulo. 16

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De tienda en tienda transcurrió lo que en algún momento esperé, fuese una mañana tranquila y sin mayores problemas; mentiría si dijese que decenas de posibilidades extrañas cruzaron mi mente en el momento en que salí de la mansión, llegué a pensar que me encontraría con los perros de Abraham en el camino, que tendría algún problema en el banco e incluso que el carruaje podría perderse en el bosque... Pero sin duda el convertirme en chaperón de una extraña mujercita que apenas conocía no fue uno de esos pensamientos.

— Faltan algunas cosas aun, pero si está cansado puede marcharse. — La escuché parlotear maliciosamente mientras me cargaba de una nueva caja. — Podré arreglármelas por mi cuenta.

Y lo sabía perfectamente... Aquella morena de cabello azabache era perfectamente capaz de hacer unas simples compras por su cuenta. Lo supe desde el momento en que la vi a lomos de mi corcel, como la mismísima Juana de Arco, dispuesta a defender a su familia con uñas y dientes; era diferente a todas las muchachas que había conocido antes, era inteligente y no parecía temblarle el pulso aun cuando temblaba de miedo, maliciosa cuando lo ameritaba, de educación impecable y lengua mordaz al mismo tiempo. Y para mayor irritación, tales cualidades parecían mantenerme tan obnubilado que allí estaba, cargando la infinidad de cajas que se había empeñado en comprar y siguiéndola como un perro faldero de tienda a tienda.

— Para nada. — Me negué por enésima vez con claras intenciones de seguir molestándola. — Vista su torpeza, dejarla sola con todo esto sería una catástrofe.

Ella me observó por unos segundos sin decir una palabra, como si hubiese ignorado mi comentario; sin embargo, la indignación ardía en sus ojos de una forma sumamente graciosa. Era extraño como parecía empeñarse en comportarse como una de esas mujeres estiradas y gruñonas, cuando se notaba que su verdadero temperamento luchaba por salir como violentas llamaradas... Jeune Fille Indomptable.

Las calles eran un total caos comparado con la tranquilidad del pueblo, aunque por supuesto las calles de Londres eran aún más concurridas; sin embargo, la señorita Naomi no parecía tan acostumbrada a ello y en más de una ocasión parecía cohibirse de caminar a su ritmo por temor de chocar con las personas, era como un potrillo que aprendía a caminar. Y en cierto modo, su actitud en un entorno diferente al que acostumbraba era algo sumamente entretenido de apreciar.

Tan absorto estaba en observarla que incluso llegue a notar un pequeño y casi imperceptible gesto de su parte cuando pasamos frente a uno de los aparadores de una tienda. Relucientes vestidos atraían la atención de las mujeres hacia la tienda, sin duda un estilo muy diferente al de Naomi, quien parecía haberse quedado estancada en el tiempo al igual que New Hope. A decir verdad, la muchacha destacaba bastante con aquellos vestidos largos característicos de una mujer mayor y no de una joven, su largo cabello bailaba libre con el viento y los accesorios no parecían ser de su agrado, pues nunca le había visto usar uno.

— ¿No entraremos? — Dudé cuando ella continúo andando.

— Tan solo falta una cosa más en la lista y podremos regresar, la oficina de correo se encuentra cerca del carruaje, así que podremos dejar todas estas cosas allí. — Anunció ignorando por completo mi comentario.

— Juguetes, ropa y zapatos nuevos, lápices y libros, un juego de bordado, una pelota, mermeladas, medicinas, e incluso... ¿Semillas? — Enumeré observando el contenido de las cajas y bolsas que ambos cargábamos, ella sonrió al entender lo absurdamente desordenadas que parecían sus compras.

— Son para cultivar nuestra granja. — Señaló ella.

— Bueno, cuatro sacos de semillas me parecen un poco excesivo. — Daba gracias al cielo que los dueños de la tienda habían sido tan amables como para ofrecerse a llevarlos ellos mismo hasta el carruaje... — Mi punto es que parece haber comprado todo cuanto desean y necesitan sus hermanos, pero no ha comprado nada para usted.

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