Capitulo. 95

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Las palabras de Dalia aun resonaban en mi mente mientras caminaba por el jardín, mis pies se movían a gran velocidad pues sabía que debía alertar a mis hermanos cuanto antes; sin embargo, mi mente se encontraba muy lejos de allí... Sumida en mil pensamientos diferentes sobre nuestro futuro ¿Podría convencerles? ¿Qué pasaría si se negaban a marcharse nuevamente? ¿Y si Abraham se cruzaba en mi camino? Sabía que estaba en la mansión y por lo que vi la noche anterior... Era consciente de que no estaba nada bien. Andrew me había dicho que tan solo deberíamos aguantar un par de días, pero realmente dudaba de que la señora Stephen o el propio Abraham no hiciesen nada... Era demasiado sospechoso el enviar lejos a Dalia, Aiden y mis hermanos tan de repente.

No sabía que podía depararnos el futuro y aquello me aterraba.

Pero todo desvarió me abandonó cuando al acercarme a la mansión pude escuchar el estruendoso sonido de un auto. Por suerte mi cuerpo fue más rápido que mi mente, y antes de si quiera pensar en ello, me dejé caer en el suelo, ocultándome tras algunos matorrales. El despampanante automóvil azul pasó justo frente a mis ojos y le vi estacionarse en la entrada principal; sin embargo, este no era el único, pues tras él, un segundo automóvil mucho más modesto y algo sucio, se estacionó detrás. El pulso se me disparó en cuanto vi bajar a aquella mujer.

La señora Stephen.

La matriarca de la familia lucía muy diferente a como acostumbraba, llevaba pantalones oscuros, puntiagudas botas de tacón y una camisa que apenas y le cubría el pecho. Un hombre de vestimenta simple y sombrero también bajó de aquel auto cargando un maletín. No podía escucharlos desde allí, pero me basto para suponer que la mujer ya sabía lo que estaba ocurriendo y pensaba atacar con todo lo que tenía, el hombre a su lado debía ser el medico que declararía muerta a Dalia... Y seguramente a nosotros también.

Temblando y rogando por no ser vista, me fije en un grupo de hombres de muy mal aspecto aguardando en el segundo auto. Eran maleantes claramente, matones a sueldo que respaldarían a la mujer. La respiración me falló cuando la vi hacer una seña y aquellos hombres bajaron del auto acercándose a la entrada de la mansión. ¿Qué pretendían hacer? Fuese lo que fuese, debía advertir a los demás. Mis hermanos aún estaban allí y Andrew, Aiden; incluso Clara podía estar en peligro. Así que, armándome de valor, me arrastré por el húmedo pasto del jardín en dirección al área de empleados; si intentaban algo, aquel era el primer lugar que visitarían para inmovilizar a los empleados que podrían ayudarnos. Mi cuerpo se sentía terriblemente pesado y me frustraba no poder levantarme y correr, pero sabía que todo acabaría si llegaban a verme.

— ¿Naomi?

Escuchar la voz de Clara me causó escalofríos y sin dudarlo más, me impulsé con mis piernas para finalmente colocarme en pie. De un salto llegué hasta ella empujándola contra una de las paredes contiguas justo a tiempo, pues pasos resonaron tras nosotras.

— ¿Qué pasa? — Susurró Clara visiblemente asustada.

— Es muy tarde. La señora Stephen ya está aquí... Intentará algo, estoy segura. — Le advertí aun con la respiración entrecortada debido a la tensión y el miedo que envolvía mi cuerpo.

— ¿Qué? ¡¿Qué hacemos?! — Sus ojos se agrandaron bruscamente y nerviosa la vi observar a todos los rincones que alcanzaba su vista. — Todos están arriba, aun nadie despierta. — Me informó aumentando el terror en mi corazón.

— Debemos ir por mis hermanos, hay que sacarles ahora mismo.

Gritos comenzaron a escucharse a nuestro alrededor y ocultas tras la pared pudimos ser testigo de cómo aquellos hombres echaban a los empleados que recién se levantaban para cumplir con sus deberes. Había visto a cinco... Si algunos de ellos se encontraban en el exterior, significaba que en el interior como mucho habría uno o dos de ellos. Era ahora o nunca.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora