Capitulo. 76

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— Algunas veces pienso que eres un verdadero desquiciado. — Solté sin pensar.

La herida de mi mano ardía recordándome el enorme conflicto que armó Abraham al enterarse de que había osado salir de la mansión en compañía de Aiden y Dalia sin decirle. Ese hombre realmente tenía problemas con el poder. Sus gritos aún resonaban en mis oídos, reclamándole incluso por comentarios de su madre...

Y ahora Andrew se encargaba de despedazar mi mente a su antojo con tan solo unas palabras...

Estaba totalmente ebrio, la botella apenas y contenía la mitad del líquido y sus movimientos erráticos no me eran desconocidos, aun así me sorprendía que se mantuviese tan tranquilo considerando que yo no pude retener mi lengua ante él. Le vi reír amargamente ante mi absurdo comentario y volviendo a tomar su botella, se dejó caer contra la encimera empinando el whisky sin preocuparse de derramar su contenido.

— El sentimiento es mutuo. — Espetó, su voz era mucho más ronca de lo habitual.

— Esto es absurdo, que tengas buenas noches, Andrew.

Sabía que no podía volver a aquella habitación, y la cocina ya no era una opción, tan solo me quedaba deambular por la mansión mientras sucumbía a mis propios pensamientos. Pero en cuanto me levanté, él alcanzó mi mano evitando que pudiese alejarme.

— ¿Qué haces ahora? Suéltame, Andrew. — Le exigí. No estaba de humor esa noche precisamente. Mucho menos para sus desvaríos.

— Quédate, al menos aquí no te golpeará. — Escupió entre dientes, su mandíbula lucía sumamente tensa y el agarre de su mano me dejaba claro que soltarme no era una opción para él. — Si te molesto, me marcharé.

Tenía razón, me gustase o no, estar con otra persona en ese momento era mejor que esconderme en alguna habitación rogando porque Abraham no decidiese seguir con su juego. Cansada de otro largo día más, decidí hacerle caso y volví a sentarme frente a él. Andrew liberó mi muñeca con suma delicadeza, cómo si temiese hacerme daño. Me avergonzaba de mí misma ¿Qué clase de aspecto debía tener para que él sintiese pena por mí?

En el silencio de la noche, tan solo el viejo reloj del salón parecía repicar incluso a través de las paredes; podía escucharlo marcar cada minuto que pasaba en ese lugar, tan solo en compañía de un muchacho ebrio que tiempo atrás fue capaz de alterar mi mundo completamente. Pensé que en algún momento el sueño le vencería, o quizás sería yo quien terminasen sucumbiendo. Pero no. Tan solo nos quedamos allí, cada uno con la mirada perdida en algún punto de la cocina.

No me gustaba verle beber de ese modo, pues recordaba claramente que su adicción provenía de sus problemas, lo que fuese que le estuviese molestando, sin duda era algo lo suficientemente malo como para orillarlo a ese estado. Andrew no purgaba sus culpas con alcohol, intentaba ahogarse en el para no tener que cargar con tanto... No pude evitar sentirme mal por él, pues sabía que el dolor y la ira estaban consumiéndose.

Jamás podría imaginar cómo sería descubrir algo tan horrible como lo que sucedió con su familia, si Aiden temblaba aterrorizado, no quería ni pensar en cómo se sintió Andrew cuando lo supo.

Y entonces, llevada por mis sentimientos, permití que el sonido escapase de mis labios entonando una melodía sin letra. Mi voz se alzó sobre el sonido del reloj y sentí como si mi alma flotase con aquella melodía cargada de tantos sentimientos. Con los ojos cerrados pude escuchar claramente como él abandonaba aquella botella y se recostaba sobre el mesón. Una parte de mí sintió satisfecha, pues aunque fuese un mentiroso, no merecía ahogarse en penas que no le pertenecían.

— La voz de un ángel... — Susurró cuando mi voz se apagó lentamente hasta regresarnos el ahora cómodo silencio.

— Yo tampoco te odio, Andrew... — Murmuré sin darme cuenta.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora