Capitulo. 58

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No sabía cuántos días llevaba en aquella habitación, incluso creía haber cumplido más de una semana en aquel lugar, esa mujer me mantenía encerrado como un animal sin siquiera atreverse a darme la cara. Me volvía loco día y noche buscando una forma de salir, pero la puerta tan solo se abría para Mery, la sirvienta que me traía agua y comida todos los días, las ventanas pudieron ser una opción hace días; sin embargo, me encontraba en un segundo piso lo suficientemente alto como para impedir que saltase sin romperme más de un hueso; por lo que en mi desesperación terminé pensado incluso en hacer una soga con las sábanas de mi cama, o arriesgarme a caminar por la cornisa, pero pronto descubrí la gran vigilancia que mi madre dispuso en el patio trasero. Una gruesa cadena de metal fue el castigo por intentar escapar y desde entonces tan solo podía caminar de un lado a otro como un león enjaulado.

Aún no podía creerme todo lo que estaba sucediendo, mi madre, la mujer a la que le debía la vida... No era más que una despiadada arpía. Las palabras de ambos acosaban mi mente turbando cualquier pensamiento; no podía creérmelo, ¿Cómo iba a hacerlo? Sabía que mi madre era una mujer codiciosa y horriblemente estricta ¿Pero una asesina?... ¿Cómo había sido capaz? Mi padre... Cuánto le extrañaba; mi mundo y el de mis hermanos se vino abajo con su muerte; me ardía la sangre de solo pensar en que todo ese tiempo ella fue testigo de nuestro dolor, nos vio llorar su muerte, sufrir en cada cumpleaños y navidad con su ausencia ¿Cómo pude hacernos algo así? Uno de los seres más puros de la tierra estaba muerto a causa de ella. ¿Es que acaso no tenía corazón?

No podía imaginarme algo así, aunque lo hubiese escuchado yo mismo, una parte de mí aún se negaba a creer que la muerte de mi padre se debiese a alguna treta codiciosa de mi madre...

Sin embargo, llevaba semanas allí y ella ni siquiera parecía dispuesta a encararme.

No sabía dónde estaba el señor Roland o siquiera si tenía alguna idea sobre lo ocurrido aquella noche, dadas las circunstancias debía admitir que tenía suerte de estar vivo... En mi ignorancia terminé asumiendo que el desfalco de mi hermano se debía a alguna deuda de apuestas, incluso a una familia oculta o algún chantaje, pero el verdadero trasfondo era mucho más oscuro. Trataba con personas realmente peligrosas, mucho más de lo que pensaba.

Ahora era capaz de entender la urgencia de Abraham por pagar aquel dinero, la riesgosa deuda le pertenecía a nuestra madre, no a él. Y me gustase o no, era consciente de que mi hermano realmente amaba a nuestra madre... O al menos lo suficiente para dejarnos en la ruina por salvar su cuello. Pero aun así no terminaba de entender ¿Abraham conocía la verdad sobre nuestro padre? No quería creerlo, pues eso significaría que, para él, nuestro padre tampoco fue importante...

El sonido de la cerradura me alertó y como un demente no dudé en correr hacia ella, pero tal y como llevaba ocurriendo día tras día, mis esfuerzos por debilitar la madera de la cama no fueron suficientes y las cadenas me retuvieron una vez más antes de poder alcanzar siquiera el pomo de la puerta. Mery entró rápidamente con una bandeja y esquivando mi mirada, volvió a cerrar la puerta. ¡Tenía que haber una forma! Necesitaba escapar de allí.

Una parte de mí me advertía fervientemente que tan solo era cuestión de tiempo para que decidirse silenciarme... Era testigo de un asesinato después todo.

— Mery, ¡Mery por favor! — Llamé a la vieja mujer, pero está tan solo, se internó en el baño de habitación.

Qué frustración.

Había agotado todos mis intentos de escapar o pedir ayuda, una sola carta bastaría para contarle a Roland lo que estaba ocurriendo...

No podía evitar pensar en Naomi, mi madre me había descubierto y temía enormemente que Abraham ya lo supiera... Le haría daño, estaba seguro. Necesitaba avisar a Edward, Roland e incluso Thomas. Cualquiera que pudiese hacer algo.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora