Capitulo. 32

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— ¿A dónde me llevas?

Aceptar la propuesta de Andrew era quizás una de las locuras más grandes que había hecho en mi vida. Era media noche, ninguno de mis hermanos sabía dónde estaba y terminé decidiendo seguir en medio de la oscuridad al chico que conseguía arrebatarme el aliento y convertirme en una tonta muñeca incapaz de pensar con claridad. La tensión entre ambos era clara, no tenía forma de negarlo, pero, aunque así fuera... Arriesgarme podría desencadenar tantos problemas...

— Ya lo verás.

Andrew Stephen era un peligro... Y quizás fue el alcohol o la bruma que sobrecogía mi corazón, pero en aquella ocasión negarme me parecía una verdadera tontería. Así que, olvidándome por un momento de mis miedos, permití que me llevara a través del jardín, me sentía como una niña a punto de hacer alguna travesura. Las caballerizas fueron nuestra primera parada y el enorme semental azabache atrajo mi atención cuando Andrew le saco de los establos. ¿Saldríamos de la mansión? El animal era una verdadera maravilla y con cuidado me acerqué a acariciarle. Entonces Andrew tomó mi mano nuevamente y me instó a subir.

— ¿Lista? — Su pregunta despertó las dudas en mi interior, podría arrepentirme luego. — Naomi, no haré nada que no quieras, esta vez es una promesa.

Sus oscuros ojos brillaron con la luz de la luna, desapareciendo todo miedo, ¿Por qué no? Estaba harta de hacer lo correcto. No pude contener una sonrisa cuando una nueva sensación se esparció por mi cuerpo, sentía la libertad llamándome a gritos y sin perder más tiempo decidí subir al animal. Andrew subió detrás de mí y tomando las riendas, le hizo correr fuera de los terrenos de la mansión.

El brusco movimiento me tomo desprevenida, aunque sabía cabalgar, nunca había montado a un animal de esa fuerza, pero el sentir la brisa nocturna en mi rostro era reconfortante. Andrew nos llevó a través del pueblo y me sorprendió ver luces en el hospital a pesar del silencio nocturno, aprecie las casas y tiendas nuevas, incluso el cambio que comenzaban a sufrir algunas calles... Nuestro pueblo cada vez se asemejaba mejor a la ciudad. Andrew nos llevó entonces por un camino que conocía muy bien y en poco tiempo pude ver nuestro hogar, él pareció notarlo y en su afán de evitar que me entristeciese azuzó al animal hasta que nos internamos en el bosque.

Su gesto me pareció tierno y como ya se estaba volviendo costumbre, hizo latir mi corazón con mayor fuerza de lo que ya lo hacía. Muchos pensamientos pasaron por mi cabeza en aquellos momentos de silencio ¿A dónde me llevaría Andrew? Aún me ardía la piel de recordar lo sucedido en la cocina... Me había prometido no hacer nada que yo no quisiera; sin embargo, aunque deseaba creerle, sabía que Andrew no era alguien que solía seguir las reglas, el cosquilleo en mis labios me lo recordaba sin cesar...

— Esta vista pocas veces se ve, es hermoso. — Murmuré, cuando el caballo aminoró la marcha y nos alejamos del camino arbolado para continuar por un camino de planicie nocturna donde solo la luna nos iluminaba.

— ¿No te da miedo? No sabemos que pueda esconderse en la oscuridad. — Bromeó él observando el paisaje.

— La oscuridad no me da miedo.

Entre conversaciones banales que nos alejaban cada vez más de nuestras realidades, proseguimos el camino. Hablar con Andrew era fácil, él era capaz de trasformar cuál asunto en una broma y al mismo tiempo le había visto actuar como un verdadero caballero ante algún problema. Soltaba comentarios ligeros que alegraban mi alma, pero a la vez sabía que, si me atrevía a contarle mis problemas, él estaría dispuesto a escuchar. Nuestra complicidad crecía, cosa que me asustaba... No quería enamorarme, porque hacerlo tan solo traería más problemas a mi vida ¿Y si él me estaba engañando? Podría solo buscarme para una noche y mi tonto corazón era incapaz de verlo, pero... ¿Y si no lo hacía? Podría buscar algo serio y sumirme en decenas de problemas no solo con mis hermanos sino también con su familia. Nuestros mundos eran muy diferentes.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora