Jeune fille indomptable

Capitulo. 78

Jamás experimenté un momento más incómodo que el desayuno de aquel día, todos reunidos a la mesa como si fuésemos una perfecta familia feliz, pero la realidad sin duda era muy diferente... No podía siquiera levantar la mirada de mi plato, pues temía enormemente que alguien se diese cuenta de los catastróficos pensamientos que rondaban mi mente.

Sabía perfectamente que Abraham me mataría sí llegaba a enterarse de lo sucedido y últimamente la mansión tenía demasiados ojos curiosos en todas partes. Por supuesto, entre nosotros no existía ningún vestigio de celos, por no existir, no había ni siquiera sentimientos agradables entre ambos; pero conocía cuan orgulloso podía llegar a ser y el enterarse de "Una traición" tan solo cavaria mi tumba. En su retorcida mente yo le pertenecía y era eso precisamente lo que me mantenía con vida. Dejarme llevar por mis absurdos sentimientos tan solo me colocaba en peligro.

Aun a sabiendas de ello, no pude evitar sentir como mi piel se erizaba cuando les sentí llegar, Andrew y Dalia fueron los últimos en acudir a la mesa; ubicados frente a mí pude ver de soslayo que nada perecía haber cambiado entre ellos, aún parecían una pareja totalmente común... Y aquello me dolió.

Mis propias palabras resonaron en mi cabeza como un lacerante recordatorio de que tan solo había cometido un error. Solo una noche más, después de todo...

Un ligero golpe en mi pierna me alertó e instintivamente me volteé hacia Harry, quien disimuladamente alzó una de sus cejas. Los demás conversaban totalmente sobre cosas sin importancia, por lo que por suerte nadie se dio cuenta.

— ¿Qué te pasa? — Al instante negué con la cabeza forzando una sonrisa. — Tienes peor cara que el día que nos fuimos.

— Bueno, ya que los caballeros tienen cosas importantes que hacer, me gustaría invitar a todas estas señoritas a una tarde de té. — Se alzó de pronto la voz de la señora Stephen.

No me había enterado de absolutamente nada de lo que había dicho, pero por el rostro de la mayoría, supe que no era del agrado de todos.

— Iremos a ver la construcción de las vías del tren. — Me susurró Harry al notar que ni siquiera les había prestado atención. — Cuidaré de Jacob y Aiden, lo prometo.

Antes de poder asimilar el angustiante día que tendría, el desayuno terminó. El señor McClelland les acompañaría por lo que a pesar de lo nerviosa que estaba por dejar a mis hermanos solos con ese par de lunáticos, la presencia del viejo señor me daba algo de tranquilidad. Por otra parte, la dichosa fiesta del té que tanto entusiasmaba a la señora Stephen me resultó sumamente extraña. Desde su llegada, la mujer ni siquiera se había molestado por entablar una conversación conmigo o Dalia, mucho menos con mis hermanas.

Lo que más deseaba en esos momentos era internarme en mi habitación y dormir hasta que los pensamientos desapareciesen, pero ante aquella imposibilidad, tan solo se me ocurrió ir a la habitación de los pequeños donde ya se encontraban los demás.

— ¡Mira, mira! Ya puedo dar más de diez vueltas sin marearme. — Celebró Bell dando vueltas por toda la habitación.

Pero ni siquiera reunirme con mis hermanas pudo alejarme del torbellino de pensamientos que enloquecía mi mente, no podía olvidarme de su voz, de la forma en que sus manos recorrieron mi piel y aquello tan solo me avergonzaba, me encontraba en bucle infinito de recuerdos que desesperadamente luchaba por sacar de mi mente, pero tan solo conseguía rememorar una y otra vez lo sucedido.

— Naomi, ¿No hay cartas de Elizabeth hoy? — Pregunto Lineth desde su rincón.

Andrew tenía esposa, Dalia le quería, era más que obvio la forma en que le miraba. ¿Cómo podía engañarla de ese modo? Estaba mal en todos los sentidos, era una traición y yo había sido parte de ello.