Capitulo. 31

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Vaya día...

Entre empujones y preguntas, las cuatro nos internamos en la habitación de Eleonor y Elizabeth, y nada más la puerta se cerró tras nosotras, las preguntas se alzaron uniéndose a los lloriqueos de Elizabeth cosa que me aturdió por completo. ¿Qué había pasado con mis hermanas? Mis pilares en la vida ahora lucían tan lejanas y ni siquiera lo había notado. Eleonor entonces corrió a ayudar a Elizabeth y con desesperación comenzó a revisarla, sin embargo, yo sabía que el llanto de mi hermana se debía a la frustración acumulada en nuestra conversación.

— ¿Qué hacían en el jardín? Elizabeth ¿Por qué lloras?

— ¡Pregúntale a Naomi! — Chilló la otra como una niña. — ¿¡Algún día me trataran como una adulta?!

— ¡Jane suelta esa ropa de una vez!

Basta... Aquello era ridículo. Parecíamos gallinas ante la intrusión de un zorro.

— ¡Quieren callarse! Así no podremos entendernos. — Le grité por primera vez en mucho tiempo logrando que me prestasen atención. — ¿Por qué tienes sangre en la ropa, Eleonor? — Intenté alzarme por sobre las demás, pues aquel asunto sin duda era el más preocupante.

— ¡No es mía! — Chilló está visiblemente molesta y harta del alboroto que habíamos armado. — Naomi ¿Por qué llora Elizabeth? ¿¡Que es esto!? — Contraatacó esta y pronto vi como peligrosas llamaradas se encendían en sus ojos al divisar ligeras marcas en la pálida piel de Elizabeth

No supe que responder, mi sangre se helo en un segundo y me di cuenta de que en mi afán de protegerla pude haber sido muy brusca, la había lastimado físicamente y ni siquiera fui capaz de verlo hasta ese momento... Si había sido capaz de hacerle eso ¿Qué le habría causado a su corazón?

— ¡Me tratas como una niña! Ni siquiera me escuchaste, te desconozco, Naomi. — Acusó ella mientras gruesas lágrimas corrían por sus mejillas. — ¡Tengo suficiente con estos inútiles ojos como para que me recuerden a cada momento que ni siquiera puedo valerme por mi misma!

— Claro que no, Elizabeth eso no es cierto. — Intervino Eleonor

— Estabas con ese hombre, por eso me preocupe. Siento haberte herido, pero tenía miedo de que te hiciese daño. — Intenté defenderme, pero ciertamente mi actitud era reprochable y me avergonzaba de no haber conservado la calma.

— El señor Stephen no tiene la culpa de tus delirios, Naomi. — Recalcó en su rabieta. — Desde que llegamos a esta casa te has vuelto sobre protectora, aun más de lo que ya eres y nos tienes asfixiados a todos. — Lloriqueó hundiendo mi corazón dolorosamente, Eleonor y Jane tan solo bajaron la cabeza lastimándome aun más. — Y en lugar de darte cuenta tan solo te centras en culpar de todo a un hombre que tal vez no sea un santo, pero intenta ayudarnos y acercarse a nosotros. Abraham no es un mal hombre.

Pero entonces sus propias palabras se volvieron en su contra pues vi a mis hermanas elevar la mirada, totalmente perplejas y horrorizadas con lo escuchado. El huracán Eleonor tomó la habitación y enfurecida como un toro soltó a Elizabeth y se alejó de ella.

— ¿Qué clase de estupideces estás diciendo, Elizabeth? ¿Acaso te has vuelto loca? Te recuerdo que ese hombre fue quien intento sacarnos de nuestra casa a la fuerza. — Escupió mi hermana sin empatía alguna. — ¿Estabas con él? ¿Por eso todo este problema? Pensé que habías madurado Elizabeth.

— Mas que tu sí. — Se armó de valor la otra y fui testigo de cómo pronto una nueva contienda entre ambas haría temblar el suelo bajo nuestros pies. — Al menos yo me permitir escuchar otras versiones de lo sucedido ¿Sabes? Y te recuerdo que mientras tú no estabas, fue él quien advirtió sobre la desaparición de nuestros hermanos en el incendio, fue él quien estuvo a mi lado durante el baile cuando todas ustedes se olvidaron de mi, él me consoló cuando nadie me daba respuesta sobre la salud de Naomi y fue él quien ofreció que viviésemos aquí solo para tranquilizarme.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora