Capitulo. 40

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Los días trascurrieron con gran lentitud y el silencio que yo misma me había empeñado en mantener cada vez se asemejaba más a una tortura... Mis hermanos ni siquiera tenían una idea sobre lo sucedido con Luke Graham, Elizabeth recuperaba su chispa con cada día que pasaba y su cercanía con Eleonor se había fortificado alejándola de Abraham. Mi Tomatito mayor, por su parte, parecía recuperarse lentamente, aunque guardaba total silencio sobre su dolor, como si aquello que tanto la hirió nunca hubiese sucedido. El mundo a mi alrededor parecía seguir su camino sin problema alguno... Todos seguían sus vidas mientras yo me derrumbaba en la culpa de ocultar la carta de la escuela de New York.

Y así, una vez más terminé en las cocinas, tan solo apoyada sobre la encimera mientras observaba la carta imaginándome mil escenarios diferentes, ¿Cómo reaccionaría Eleonor al saber de tal oportunidad? Sin duda me rompería el corazón cualquier reacción, aun si declinaba o decidía marcharse, y si decidía ir ¿Cómo sería su nueva vida en New York? ¿Viviría sola en una de los numerosos departamentos de la escandalosa ciudad? ¿O tal vez en un dormitorio con sus compañeras? Leyendo libros enteros hasta el amanecer... ¿Nos escribiría cartas a menudo? ¿O quizás nos visitaría para navidad? ¿Quién me aseguraba de que estaría bien allá? Después de lo ocurrido con ese hombre, no podía evitar que el miedo me invadiese cada vez que pensaba en alentarla a marcharse a esa gran ciudad totalmente sola. Eleonor no era tonta, eso lo sabía muy bien, de hecho, consideraba que de las tres era la más inteligente y astuta... Pero también sabía que la ingenuidad provenía de su buen corazón, por ayudar a otros Eleonor siempre sería capaz de cualquier cosa, pero era como un caballo que tan solo podía observar un camino.

Un ligero movimiento captó entonces mi atención y asustada de que pudiese ser alguno de mis hermanos, me erguí al instante. Pero entonces me encontré con aquel muchachito con el que no había tenido la oportunidad de compartir más que una cena en las últimas semanas. Aiden se encontraba recostado contra el marco de la pared y sus ojos esmeralda parecían ser capaces de ver a través de mí.

— Aiden... Perdóname, no te vi. ¿Cuánto tiempo llevas allí? — Me aclaré la garganta y el niño se adentró en la cocina sin apartar su vista de mí.

— No mucho. — Comentó con una tranquilidad envidiable, a veces olvidaba lo mucho que podía parecerse a Andrew. — ¿Me puedes preparar algo de desayunar? Por favor.

Sin dudarlo asentí y aliviada de poder distraerme un momento, comencé a buscar en las alacenas los diferentes ingredientes bajo su atenta mirada. La luz de las lámparas era lo único que nos iluminaba, pues las ventanas reflejaban un exterior oscuro, el sol parecía reacio a salir y el calor del verano ya se encontraba presente en cada rincón de la casa. Aun así, al ver los brazos desnudos de Aiden, no dudé en colocarle sobre los hombros mi chal.

— ¿Qué haces despierto tan tarde? — Por lo que había visto en esa casa, el niño tenía estrictas reglas que cumplir y trasnochar parecía ser algo totalmente prohibido para él.

— Quería ver las estrellas. El periódico decía que pronto habrá una lluvia de estrellas y Andrew me compró un telescopio. — Explicó recibiendo gustoso el jugo de naranja que serví para él. — Abraham y Andrew no están en casa, así que decidí probarlo. En realidad, pensé que todos dormían...

— No te preocupes, no te delataré si tú no me delatas. Será nuestro pequeño secreto. — Le guiñé un ojo logrando que sonriera.

Pero a decir verdad sus palabras causaron cierto agobio en mi interior, no era la primera vez que Abraham y Andrew desaparecían... A decir verdad, pensé que al venir a la mansión la presencia de los hermanos se convertiría en mi tormento, pero, por el contrario, parecía que ellos ni siquiera viviesen en la casa, incluso desde antes de nuestra pequeña escapada nocturna, Andrew solía desaparecer cada noche y apenas le veía durante el día... Y aunque realmente quería creer en los sentimientos de Andrew, tenía miedo de que fuese otro Luke Graham. Pero aun si no lo fuese y decidía creer a mis pensamientos positivos, sabía que nuestro enamoramiento era sumamente complicado y comenzaba a temer que él también se diese cuenta y ya hubiese tomado una decisión...

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora