Capitulo. 64

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Aun través del tiempo, era capaz de recordar un borroso momento de mi niñez... Era una niña tonta que quería impresionar a sus hermanos y en un arrebató decidí demostrar que no le tenía miedo alguno al agua del lago de New Hope. La sensación de no tocar el fondo, hundirse lentamente mientras el agua quema tu garganta y nadie puede escuchar tus gritos... Resultaba tan tétrico que nunca más volví a adentrarme en aquellas aguas.

Sin embargo, nunca pensé que tales sensaciones volviesen a sumirme en tierra firme, sentía el suelo bajo mis pies, el viento mecía mi cabello y el único líquido cercano a mi piel era la copa fría entre mis manos... Y aun así, mi pecho y garganta ardían espantosamente, me temblaban las piernas y me sentía tan pesada... Me estaba ahogando a causa de los sentimientos que turbaban mi corazón.

Su sola presencia bastó para desequilibrar mis sentidos, me convirtió en un fantasma, un alma que apenas y lograba mantenerse en pie. Andrew y Abraham parecían tan tranquilos, entablando conversaciones amenas con el resto de personas como si nunca se hubiesen detestado; ¿Dónde había quedado aquel enorme teatro en el que ambos parecían odiarse y se herían mutuamente? Los comentarios mordaces, las miradas fulminantes y reproches parecían haber sido solo producto de mi imaginación... Las palabras de Edward se repetían en mi cabeza una y otra vez; la razón de Andrew para marcharse de New Hope, y por la cual me mintió en su momento, era detener las locuras de Abraham. Entonces, ¿Dónde había quedado todo aquello?

Verle allí, tan tranquilo y en compañía de su hermosa esposa se traducía en un golpe de realidad. Andrew era un mentiroso y nada más que eso. Pero ni mi fuerza de voluntad o el tiempo eran capaces de retener las enormes grietas que sacudían mi alma con tan solo observar sus ojos.

Le extrañaba tanto...

— Señora Stephen. — Llamó de pronto un caballero y acostumbraba ya a escuchar aquel terminó para llamarme, me giré hacia él; pero vaya sorpresa me llevé cuando aquella muchacha repitió mi acción y ambas nos encontramos frente a frente. — Oh, vaya que torpeza la mía. — Rio el hombre, por lo que no nos quedó más que disimular el incómodo momento uniéndonos a su risa.

El amable hombre tan solo intentaba elogiar los productos de las granjas de mi familia, que disimuladamente introducía en cada evento... Sin embargo, el caballero no notó la enorme incomodidad en que nos dejó a ambas. La castaña de brillantes ojos verdes me observó con una ligera sonrisa, era más bajita y delgada que yo, el corsé le daba una silueta perfecta y su cabello relucía incluso a la sombra, parecía ser una mujer dulce, sin embargo, el solo hecho de que tuviese aquel anillo en su dedo, la convertía un ser incómodo al que prefería no tener cerca.

— Supongo que nos ha dado la oportunidad perfecta para hablar sin que ellos intervengan. — Se burló ella. Su voz era suave y angelical, cosa que, por alguna razón que me negaba a aceptar, me molestaba enormemente. — Los Stephen pueden ser tan competitivos.

Aquello no terminé de entenderlo y confundida volví a observar a los objetos de mí desquicio, pero ambos tan solo charlaban tranquilamente e incluso bromeaban con los demás.

— Andrew no está compitiendo con Abraham, el cielo aún es azul sobre nuestras cabezas. — Solté sin pensar, atrapada en mis recuerdos del pasado. Pero ni tiempo tuve de retractarme cuando ella soltó una leve risa. — Disculpa mi osadía, es solo que... Es como si volviesen al pasado.

— No te preocupes, me alegra que haya alguien con sentido del humor en este lugar. — Parecía tan tranquila y ligera de problemas. La envidiaba. — Mi nombre es Dalia, he escuchado mucho sobre usted, señorita Naomi. Una de las misteriosas herederas...

— Le aseguró que los rumores no me hacen justicia. Las personas suelen tener lenguas peligrosas al momento de hablar de otros. — No sabía cómo comportarme ante ella, parecía tan dulce, pero al mismo tiempo no podía evitar sentirme a la defensiva.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora