Capitulo. 62

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El tiempo puede ser tan diferente para cada persona... Una semana podía sentirse como un año, o un año como un día. Las estaciones cambiaban sin que me diese cuenta, los días avanzaban mientras yo permanecía encerrada en aquella solitaria casa solo con la compañía de mis pequeños hermanitos. La decena de cartas que recibía y escribía cada semana, eran mi único pasatiempo, me alegraba enormemente enterarme de las vivencias de mis hermanos. Eleonor estudiaba arduamente y emocionada, siempre me contaba sobre sus compañeras y las cosas que aprendía, Harry y yo compartíamos información sobre el progreso de las granjas, pues sin Abraham rondando como un buitre, las tierras finalmente parecían prosperar; mi hermano estaba conociendo un nuevo mundo muy diferente al acostumbrado. Jacob y Charly me divertían con sus anécdotas del internado, mi científico loco había disecado una rana esa semana mientras que Charly se rodeaba de amigos y enloquecía a sus profesores. Mis hermanitas estaban haciendo un muy buen trabajo en Londres, Bell había participado de su primer recital y Lineth practicaba para un concurso de deletreo, mientras que Jane se estaba convirtiendo en una mujer de educación impecable.

Todos se estaba esforzando arduamente por destacar en sus talentos, tal y como les pedí. Pues aunque sonase horrible, mis hermanos podían convertirse en conexiones con personas de alta clase, cosa que necesitaríamos pronto.

Elizabeth era la que menos escribía, apenas y recibía una carta al mes dónde me relataba lo mucho que crecía Lila y me aseguraba que estaban bien. Quería creer que la razón de sus escuetas y esporádicas cartas se debía a su imposibilidad de ver y necesidad de que otro escribiese por ella... Era mejor pensar que se trataba de algo así a permitir que mi mente indagase en un terreno pantanoso dónde mi hermana realmente no estaba bien, dónde me había equivocado al alejarla, dónde ella estaba molesta conmigo...

— Los extraño... — La ligera vocecita de aquel amable niño que me había acompañado todo ese tiempo, me sacó de mis pensamientos.

— Yo también, pero pronto volverán, ya falta menos.

Sentados en el suelo de la habitación de los mellizos y Rose, Aiden y yo jugábamos con ellos mientras les leía una a una las cartas de mis hermanos. El niño había crecido mucho en ese tiempo, su cabello se veía un poco más largo, pues se había negado a aceptar cualquier orden de Abraham, aunque fuese por su bien; incluyendo cortar su cabello, vestir con cierta ropa o hasta comer vegetales.

— Escapemos, Naomi. Yo aún conservo mi dinero. Podríamos vivir todos juntos en algún lugar lejano. — Bufó el niño por enésima vez. Él estaba tan hartó de su hermano como yo.

— Sabes que no puedo hacer eso, mi caballero de brillante armadura. — Me negué nuevamente a su loca propuesta mientras cariñosamente ordenaba su alocado cabello. — No deberías odiar a tu hermano por esto, son problemas de adultos.

— ¿Cuándo entenderás que yo ya soy un adulto? — Se quejó él haciéndome reír. — Lo digo en serio, Naomi, no lo odio... Pero no es justo lo que está haciendo.

No podía negar que en eso sí tenía la razón...

Mi pequeña trampa que le arrebató a Abraham las riquezas que él asumió recibir, ciertamente no fue de su agrado y aunque en su momento me tomé su amenaza como un juego de niños, ahora me daba cuenta de que realmente Abraham podía ingeniarse una y mil formas de molestar. Mujeres de la vida nocturna comenzaron a deambular en la mansión desde el primer día generando rumores sobre nuestro "matrimonio", Abraham no dudaba en aprovechar cada oportunidad para humillarme de todas las formas posibles, organizaba eventos sin decirme nada en el intento de atraparme desprevenida, soltaba comentarios desagradables en sus reuniones con sus socios, se quejaba de cualquier cosa que hacía... Pero a decir verdad poco y nada me importaba.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora