Capitulo. 30

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Ni el más dulce perfume de las flores, ni la brisa fresca o la calidez del sol, me fue relevante cuando sus palabras me golpearon con tal brutalidad que creí mi corazón se detendría... El señor Archer no apartó su mirada de mí, tan neutral como el viento mismo, mientras yo colapsaba en un mar de emociones, cada una peor que la anterior. Un centenar de preguntas lleno mi mente; sin embargo, no debí siquiera pensarlo, pues en cuanto el rostro de Andrew apareció en mi mente, la respuesta fue clara.

— No haré algo así.

Horrorizada me alejé un par de pasos de él ¿Acaso no era su amigo? Ciertamente, no era ingenua y sabía que las personas podían ocultar su verdadero rastro bajo máscaras sonrientes... Pero aun si así fuera, el que el señor Archer fuese tan directo no tenía sentido... Al menos que supiera algo que yo tan solo intuía. La rabia se apoderó de mí de tan solo pensarlo ¿Cómo podía ser tan traicionero? Andrew no era un ángel precisamente, pero no hallaba una sola cosa que pudiese hacer para provocar que alguien le detestase tanto ¿Destrozar su corazón? No, sin duda jamás haría algo como eso, herir a otra persona por mi propio beneficio era horrible y más si se trataba de Andrew.

— ¿Está segura? Podría hacer cualquier cosa por usted. Viajes, joyas, una mansión igual a esta, tan solo tendría que hacer una cosa por mí. — Recalcó cerrando la distancia que había puesto entre ambos. — No tiene que darme una respuesta ahora...

Sentía mi sangre arder y el nudo en mi garganta no me permitía respirar con normalidad. Me enfurecía e indignaba su actitud y comenzaba a creer que lo había juzgado demasiado rápido. El pacífico pajarillo se transformaba en un peligroso halcón ante mis ojos. Pero no permitiría que me intimidase, así que tomando el valor y la mordacidad que me otorgaba la rabia, decidí dejar de retroceder y plantarme frente a él

— No necesito pensarlo, señor Archer. — Vaya autocontrol, estaba teniendo para no gritarle todo el tumulto de cosas que se me pasaban por la cabeza, traicionero. — Viajes, joyas, mansiones o cualquier otra cosa que piense ofrecerme, jamás podrían alcanzar el valor de herir a una persona que quiero. — Escupí dejándome llevar por la rabia, pero él tan solo me observó con su inexpresivo rostro. — ¿Por qué quiere hacerle daño?... ¿Sabe qué? No me interesa, no me interesa esta conversación ni su compañía en estos momentos.

Horriblemente molesta por su actitud, decidí marcharme, ya ni siquiera recordaba a que había ido al jardín para empezar, ahora entendía su repentino interés en acompañarme ¿Es que todas las personas ricas eran así? ¡Todos siempre terminaban buscando algo! Para ese punto mi mente era ocupada por el doble de improperios que preguntas. En mi vida nunca había tenido amigos cercanos más que mis hermanos y sin duda jamás podría perdonarles que me hiciesen algo parecido ¿Cómo podía desechar la confianza de otra persona tan fácilmente?

Molesta no dude en alejarme de ese hombre internándome en el dichoso laberinto que ahora me parecía tan tonto, Andrew ocupó entonces mi mente, sus sonrisas tontas, sus comentarios, era un chico valiente, gracioso, le había visto cuidar de Aiden con gran cariño y aunque la responsabilidad no fuese su punto fuerte, se estaba esforzando por sus propios planes; incluso podría decir que era un poco dulce... Pero al igual que Abraham y el señor Archer, tenía sus razones para acercarse a mí; uno quería una boda arreglada, otro que me convirtiese en el puñal para lastimar a su "Mejor amigo" y el otro... Ni siquiera parecía tener idea de que era lo que quería.

Comenzaba a hartarme de los caballeros ingleses.

— ¿Naomi? ¿Naomi?... Naomi espera.

Tan ofuscada estaba que ni siquiera preste atención al camino entre los setos y tan solo termine caminando en círculos por el laberinto, los gritos de Aiden me sacaron de mis pensamientos y por suerte el niño logró alcanzarme antes de que desapareciera de su vista. Mi enojo disminuyó al observar su rostro lleno de pintura y no pude evitar pensar en la graciosa, pero mala influencia que era Charly.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora