Era otro miércoles de frío, pero esa mañana el clima ya no era aguanieve, era lluvia copiosa, y Evangelina fue la primera en llegar porque Daniel estaba demasiado ocupado con la cobertura como para hacer la videollamada matutina.
Abrió el restaurante y puso a calentar la cafetera para que Patricio hiciera su magia al llegar, se acomodó y esperó a que todos comiencen el turno antes de poner su serie. Pero cuando el trío de apertura estuvo completo y Evangelina acababa de presionar play en el control remoto, el cliente extraño volvió a entrar por la puerta, dejando a todos boquiabiertos. A diferencia del día anterior, eligió el taburete de la barra más cercano a la caja y se sentó con parsimonia, sacando su computadora de la mochila antes de dejarla en el piso.
Franco no emitía palabra, Evangelina y sus dos amigos tampoco. Los cuatro se miraban como si se debieran algo. Fue Patricio el que cortó ese extraño silencio, elevando sutilmente sus ojos.
—Buen día, bienvenido a La Escondida. ¿Café negro de nuevo?
—Buen día —devolvió el saludo sin despegar la vista de Evangelina—. Sí, por favor. Y uno para ella, lo que tome, no sé... ¿Qué se te antoja, Eva? Yo invito.
La mandíbula del trío cayó al piso cuando el extraño cliente había llamado a Evangelina por su apodo. Ángel se acercó hasta ella, y apoyó una mano en su hombro en señal de protección.
—Te dije que este era un hacker, ¿cómo sabe tu nombre? —susurró muy bajo, tratando de que el extraño no leyera sus labios—. ¿Querés que lo saque a las trompadas?
Evangelina estaba muda, si bien era incómodo que el hombre la llamara por su nombre y le hablara como si fueran conocidos, la realidad era que ella como esposa de Daniel no dejaba de ser una persona parcialmente pública. Lo más probable era que se tratara de otro futbolero que la reconoció el día anterior, quizás tarde, luego de marcharse. Decidió seguirle el juego.
—En realidad no me llamo Eva, soy Evangelina. Aunque bueno... Todos me dicen Eva. Y usted es...
—En realidad no soy tan viejo como para que me trates de usted —la chicaneó, devolviéndole la acotación—. Soy Franco, un placer conocerte.
Evangelina sonrió algo incómoda, la situación era más extraña que la de la mañana anterior, y trataba de comprender por qué se comportaba así con ella. Volviendo a la teoría de que quizás era un fan de Daniel, por un momento pensó que su intención era sacar algo de ventaja si se acercaba a ella en plan de amigos. Pero decidió dejar que él mismo exponga sus motivos y no darle ideas, si él no la reconocía como la esposa de Daniel, ella tampoco se reportaría como tal.
Patricio puso frente a Franco la taza de café, y de nuevo, le dio el primer sorbo sin endulzarlo. Observó la barra, y notó que faltaba una taza en su pedido.
—¿Y el café para ella? —preguntó con soltura.
El trío volvió a mirarse, jamás, a ninguno, un cliente lo había invitado a una bebida. Ángel reforzó su postura guardiana, mientras Patricio se debatía entre hacerle caso al cliente o a su compañero, que lo frenó con una mano en alto.
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Eva
Romance¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible? Franco jamás conoció el amor verdadero. Evangelina lo conocía a la perfección. Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...