Sesenta y cuatro

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Esa temprana cena se extendió hasta casi las diez de la noche

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Esa temprana cena se extendió hasta casi las diez de la noche. Pasaron un buen rato charlando de todo, como cuatro buenos amigos de toda la vida. El tiempo voló, y si no fuera porque Daniel apareció en pantalla durante el zapping de Ismael en la televisión, Evangelina no había advertido lo tarde que era. Franco se ofreció a llevarla hasta su casa, se despidieron con la promesa de verse en Chanchi al otro día a las diez de la mañana, como aquellos amigos que eran antes de su partida a Uruguay. Todo había salido perfecto para él.

Sin embargo, Evangelina comenzaba a procesar los sentimientos de Franco.

Su sonrisa se borró apenas cerró la puerta del departamento, se dirigió a la cocina desganada a preparar una cena rápida para que Daniel pudiera calentar en el microondas, se duchó y se sentó en su cama en completo silencio, con los pies apoyados en el colchón y abrazada a sus piernas. Perdió la noción del tiempo, y volvió en sí cuando escuchó las llaves de Daniel.

—Evi... Llegué...

No respondió, de verdad no tenía ganas, y no solo por lo que Franco le confesó, sino porque comenzaba a recordar aquellas cosas que descubrió que le molestaban de él. Daniel entró a la habitación y se le hizo raro verla así. Dejó su mochila en el piso y se acercó a la cama.

—¿Qué pasó, Evi? ¿Por qué tenés esa carita?

Evangelina le dirigió la primera mirada y apenas levantó las comisuras, palmeó el colchón invitándolo a sentarse junto a ella. Lo soltó sin rodeos.

—Franco me dijo que me ama.

Silencio en la habitación, Daniel se lo estaba tomando mejor de lo que esperaba.

—Me da miedo preguntar cómo te sentís respecto a eso.

—Triste.

Una respuesta que Daniel no esperaba. Evangelina continuó explicando.

—Yo lo adoro a Franco, y no voy a ser hipócrita, no imagino una vida sin él porque mi situación cambió para bien desde que lo conocí. Y me siento mal de que él elija quedarse al lado mío cuando lo único que puedo darle es una amistad.

—Pero podés alejarte vos, Evi, ¿cuál es el problema?

—Que no quiero —admitió con una sonrisa triste—. La paso muy bien con Franco, es el mejor amigo que tuve en mucho tiempo, y con él pude descubrir que soy buena para algo más que manejar una caja. Me gusta trabajar en Chanchi, estoy aprendiendo mucho de él, de su equipo, de su hermano... Alejarme implicaría renunciar a eso, volver a La Escondida y soportar a Claudio hasta que consiga otra cosa. Y nada se comparará a la experiencia de trabajar en Chanchi.

—Entonces lo que no querés perder es tu nuevo trabajo, no a Franco.

—Chanchi es la excusa para quedarme con Franco, Dan. Y perdón si te duele, pero en serio lo quiero mucho, aunque solo como ese amigo incondicional que siempre está ahí.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora