Cuarenta y dos

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—Y todavía tenés el tupé de pensar que te dije fea

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—Y todavía tenés el tupé de pensar que te dije fea. Estás hermosa Eva, imposible imaginar que anoche te tomaste hasta el agua del inodoro.

Evangelina rio entre avergonzada y halagada, y saludó con un beso en la mejilla a Franco luego de subir al Porsche.

—Tampoco es tomé mucho, es solo que el champagne fino me pega mal.

—Yo anoche llegué tambaleando a casa, y acá estoy. La vida sigue...

—Pero no se te nota, Fran... ¿También te la diste en la pera?

—Con Ismael... Solo que en nuestro caso tomamos las cervezas más baratas del bar.

—Somos tan distintos e iguales... Yo que soy de barrio me lastimo con lo fino, y vos que sos millonario te lastima lo popular.

—¿Me ves lastimado? ¿Tan mal me veo?

Franco desvió la vista del camino por un segundo para ver la expresión de Evangelina, quien no borraba la sonrisa de su rostro. Se aferró al volante esperando una respuesta que le dé un poco de luz, para saber en dónde estaba parado con ella.

—Ay, no, Fran... Si no me lo decías no me daba cuenta, eh...

Nada. Claramente estaba parado en la friendzone, sin señales para avanzar por el camino romántico. Pensó por un momento en protestar porque no le dijo lindo o hermoso, pero prefirió dejar esa carta para más adelante.

—Vi que te abriste una cuenta en Instagram. —Evangelina le recordó ese arranque inconsciente del viernes en la tarde—. Ahí te acepté, quiero ver el día a día del CEO de Chanchi, porque si es por tu cuenta verificada me duermo.

Esa sí era una buena señal. Quería verlo, husmear en su día a día. ¿Quería contenido de su vida personal? Entonces lo iba a tener.

—Dame tiempo, es mi primera incursión en redes sociales desde que Pilar me dejó. Así que no esperes contenido de calidad, sale lo que sale.

—No te preocupes, yo te ayudo. Dame tu teléfono.

Franco enmudeció intentando descifrar qué locura quería hacer. Finalmente, le señaló la guantera, y Evangelina le entregó el aparato para que lo desbloqueara. Abrió Instagram y se lo devolvió, confiado. Por el rabillo del ojo la vio buscar un filtro en la cámara de la aplicación, y en el siguiente semáforo en rojo se abalanzó sobre él alzando el aparato.

—Sonreí —dijo, y presionó el disparador.

Acto seguido, la vio digitar algo entusiasmada, y luego de presionar «Enviar», el teléfono de ella sonó con una notificación entrante.

—¿Qué hiciste, Eva?

—Tu primer post.

Franco tomó su celular en el semáforo en rojo, vio la foto y leyó lo que rezaba la publicación.

EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora