¿Qué siente un hombre que lo tiene todo y lo único que le falta es un imposible?
Franco jamás conoció el amor verdadero.
Evangelina lo conocía a la perfección.
Una propuesta laboral. Una confusión. Una buena amiga y un enamorado luchando por sacar a...
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Después de la gala de los Martín Fierro de Cable, las cosas habían cambiado para todos, y ya nada era igual. Paradójicamente, los cambios en la vida de cada uno fueron tan abruptos, que terminaron por ser imperceptibles.
Franco todavía sentía el sabor amargo del baño de realidad que sufrió al ver a Evangelina con Daniel, a pesar de que estaba convencido de que algo en ese matrimonio estaba roto. Vivió una semana en modo automático, y había perdido las ganas de ir a La Escondida con cualquier excusa boluda solo para verla.
A consecuencia de eso, no notó esa complicidad que compartían Bruno e Ismael en su día a día en las oficinas de Chanchi, ya embarcados en una relación sentimental. De hecho, si les prestaba un poco más de atención, hubiera notado que sus peleas eran forzadas y muy mal actuadas.
Y Evangelina no lo sabía, pero sentía un vacío por la ausencia de Franco, tanto en La Escondida como en su chat de WhatsApp. Atribuyó esa ausencia al trabajo a contrarreloj que hacía para poder lanzar las nuevas terminales, ni por asomo pensó que se debía a la desilusión que Franco experimentaba al saberla imposible. Se había acostumbrado tanto a su presencia en el restaurante que había olvidado cuánto se aburría en los tiempos muertos, o en los momentos en que sus amigos estaban atestados de trabajo. Estuvo tentada a escribirle con cualquier excusa, solo para que se apareciera de improviso, pero se abstuvo para no molestarlo en caso de que estuviera focalizado en su trabajo.
Pero el único que tocó fondo fue Franco. Apático y desmotivado con el trabajo de las nuevas terminales, ese mismo que puso a Evangelina en su camino y que por desgracia se la recordaba cada vez que interactuaba con un Orson, decidió intentar olvidarla tomando el camino más sencillo.
Alejarse por un tiempo.
Buscó en línea el siguiente vuelo a Uruguay, reunió a su equipo antes de que se fueran a disfrutar del fin de semana, y les dejó instrucciones precisas para la recta final del desarrollo de los nuevos POS. Se despidió de todos, prometiendo estar en contacto con ellos, y partió al departamento a preparar su maleta, no sin antes pasar por la oficina de Bruno para despedirse.
—¿Tenés un segundo, puber?
Bruno e Ismael reían animadamente, y se quedaron de piedra al escuchar a Franco en la puerta del despacho. Ismael forzó una facción de fastidio, mientras Bruno reajustaba su corbata perfectamente anudada, visiblemente nervioso.
—Sí, obvio... Ismael, dejanos solos, por favor.
El hombre se levantó y trató de pasar junto a Franco evitando mirarlo, pero éste lo detuvo apoyando la mano en el marco de la puerta.
—No es necesario —expresó con seriedad—. Quedate.
Ismael caminó hacia atrás, preso del pánico de que finalmente haya descubierto la relación con su gemelo. Le regaló una mirada aterrada a Bruno, pero ya estaba en modo jefe. Dejó fluir la situación.